jueves, 27 de octubre de 2011

Ciencia incomprendida

En la historia de la ciencia, sobretodo en cuanto a la que se refiere a la historia natural y la búsqueda del origen del hombre, se han sucedido una serie de desencuentros que la han dificultado en la mayor parte de las ocasiones. Sobretodo si contradecían dogmas previos de tipo religioso. Una de los desencuentros más conocidos surgió cuando Darwin publicó su famoso libro "El origen de las especies". Era lógico que eso pasase: El tema tenía que ver con la moda cultural del momento y la gente se asustó al leerlo. Y los naturalistas, filósofos, eclesiásticos y seglares se volcaron en la obra, con entusiasmo o desilusión y, por supuesto, tomando parte. Y eso que no es un libro facil de leer, ni Darwin buscaba en lo más mínimo polemizar. De hecho sólo había puesto una frase que podía dar polémica: Se aclarará también el origen y la historia del hombre. Lamarck, Ocken, Kant y Schopenhauer, incluso Linneo y Buffon, habían sido mucho más explícitos. Pero en medio de la vorágine, Darwin callaba, evitaba acudir a las polémicas. Así que parte de la batalla la terminó dando un combativo amigo llamado Huxley. Se convirtió en el portavoz de la contienda por el abandono del personaje principal.

Thomas Henry Huxley


Su adversario principal fue el director de la sección de Historia Natural del Museo Británico, Richard Owen. Malas lenguas dan un rumor acerca de que la combatividad de Owen se debe a que él había esbozado una teoría propia y se ofendió por el éxito de Darwin, pero quien sabe...El caso es que se erigió en el general de la batalla. Uno de sus principales argumentos estaba en el cerebro, pues afirmaba que era imposible que de un cerebro de simio  pudiera surgir un cerebro humano. Huxley probó las semejanzas anatómicas entre simios y hombres, pero el horror para aquella sociedad decimonónica llegó cuando afirmó que el cerebro de un mono es un esbozo del de un humano. Y clasificó sin más al Homo Sapiens dentro de la familia de los antropoides. Escándalo mayúsculo, por supuesto, pero por mucho que se ha pretendido, de ahí ya no ha salido, al lado del chimpancé, el gorila y el orangután.
La anécdota viene en seguida. Al hacer esta afirmación, pronto la Iglesia y la buena sociedad, ofendidas, lanzaron un ataque general. La teoría de Darwin, que él nunca había considerado un dogma sino una base de estudio, se convirtió en un problema confesional. Con la Iglesia hemos topado... Fue en el Museo de la Universidad de Oxford ante un auditorio compuesto de los sabios más renombrados de Inglaterra. Allí estaba el obispo anglicano de Oxford, Wilberforce, especialista en matemáticas y ciencias naturales. Tenía derecho a estar allí y participar. Y lo hizo. Cuando Huxley comenzó a desarrollar sus ideas, Wilberforce le interrumpió. Todo lo que estaba diciendo de la variabilidad y selección, manos y pies, constitución cerebral de los monos, le parecía poco importante. Según su opinión se trataba en realidad de otra cosa: "Corriendo el peligro de que me despedace usted, querido profesor Huxley, me gustaría preguntarle si de verdad cree que sea usted descendiente de monos. Y, en caso afirmativo, me interesaría saber también cómo han entrado los monos en su familia, ¿por parte de su abuelo o de su abuela?".

Con esta impertinencia, conocidísima entre el vulgo aunque de una forma algo deformada, Wilberforce se desacreditó a sí mismo. A los científicos ingleses no se les podía tratar a latigazos ni siquiera de los de tipo sarcástico. Así que en medio de la risa, contenida, claro, de la asamblea, llegó la réplica: "Tengo la firme opinión, que defiendo aquí públicamente, que el hombre no tiene que avergonzarse de sus antepasados. Para mí, Ilustrísima, no habría más que un antepasado del que tendría que avergonzarme: De un hombre que, como aficionado, hablase de asuntos científicos de lso que no entiende".

En Oxford no se andaban por las ramas, precisamente. La guerra, sin muertos, se ve que era fiera. Los partidarios de Wilberforce, demasiado fanatizados, no entraron a discutir los puntos débiles de la teoría sino que trataban de sacar al hombre de todo lo que se explicaba, así que no podían ganar nunca un debate científico. Al final acusaron a estas ideas de herejes, pero en el siglo XIX, en Inglaterra, eso era ridículo. La guerra, empero, prosiguió: Huxley acababa de perder un hijo, al que adoraba. Un reverendo, Charles Kingsley, trató de atacarle por ahí con muy poco tacto y hacerle reflexionar: La perdida de un ser querido sólo se puede soportar cuando en vez de rebajar al hombre a un producto de la evolución animal, se cree en su alma inmortal y se espera volver a verla en el otro mundo.

Poco delicado. Y la respuesta de Huxley le llegó de forma interesante: Yo no niego la inmortalidad del alma, ni tampoco la defiendo. No encuentro ningún motivo por el que tenga que creer en ella. Pero, por otro lado, tampoco sé cómo discutirla. Mi misión consiste en enseñar a mis deseos que se adapten a los hechos, pero no adaptar los hechos a mis deseos. Doblégate ante los hechos, como un niño, estate siempre dispuesto a renunciar a cualquier opinión previamente concebida, obedece a la naturaleza te lleve a donde te lleve, aunqeu sean abismos; Si no, no aprenderás. Y no he encontrado la paz de espíritu que apetezco hasta que no he empezado a hacer esto. Sé muy bien que de 100 personas, 99 me llamarán ateo. Según nuestras leyes no se daría ninguna validez a mi testimonio contra el más miserable de los ladrones que me robase la chaqueta. Pero yo sólo puedo decir: ¡Qué dios me ayude! yo no puedo hacer otra cosa.

La victoria moral recayó en Huxley y Darwin. Vivían en un pais que creó el espíritu deportivo, así que incluso religiosos moderados fueron tomando partido por ellos. Al fin y al cabo, si alguien era creyente, no le contradecía demasiado el mito de la Creación y más valia tolerarla que no que los materialistas la empleasen a su gusto.Y la victoria de Darwin fue total cuando una predicción que había hecho en torno a la supuesta existencia de una mariposa en Madagascar apareció finalmente. Habñía concluido esto a través de una orquídea, y pensó en la necesidad de un insecto que tuviese un trompa adaptada a esa flor concreta. Y acertó. En realidad no suponía ninguna prueba para su teoría, pero la plebe, ah, se dejó llevar por una noticia impactante. Es lo que hay.

Sistematización de los pedernales

Desde la época de Linneo no ha habido nada que fuera capaz de hacer desistir a los sabios de su manía de encasillar en un sistema las cosas que descubrían. Es cierto que es una costumbre muy útil, pero puede ser fatal cuando los sistemáticos se empeñan en aferrarse al sistema y rechazan la vida misma.

Los prehistoriadores, por ejemplo, están muy orgullosos del complicado sistema que han inventado para fijar los distintos grados de civilización de la época glacial y clasificarlos cronológicamente. Si alguien duda sonre ello, se granjea su antipatía inmediata. Su método viene de la época de Cuvier y William Smith: A semajanza de los períodos geológicos, se determinan los períodos culturales por medio de testimonios propios de su tiempo y no de ningún otro. Y sus testimonios son las piedras talladas como instrumentos cortantes.

En 1852 Lartet había dividido el paleolítico en 3 períodos:

- El de los osos cavernarios.
- El de los mamuts y rinocerontes de pelo largo.
- El de los renos.

Vio que las armas y herramientas que se encontraron eran muy diversas: En un sitio había toscas mazas de piedra, en otro instrumentos parecidos a cuchillos, o rascadores, puntas de piedra talladas y armas en forma de hojas de laurel. Algunos pedernales estaban tallados muy primitivamente, pero otros habían sido trabajados con esmero. Y en los estratos más antiguos había sólo utensilios de piedra, pero en los más modernos había agujas, arpones y adornos de hueso, cuerno y marfil. Visto así, se puede concluir que la cultura humana se desarrola desde el pedernal y que poco a poco aparecen cuchillos de piedra, punzones, lanzas hasta que se evoluciona hacia un trabajo más refinado de la piedra.

De esta idea se valió Gabriel de Mortillet, colaborador de Lartet, para idear un método de clasificación. Por desgracia su método resulta una especie de ciencia secreta inabordable para los no iniciados, y encima dió a los grados de civilización unos nombres difíciles de comprender y nada fáciles de retener en la memoria. No es su culpa. En geología se tenía la constumbre de dar a cada período el nombre del sitio donde se produjo su hallazgo. Y así nombres de pequeñas aldeas francesas pasaron a la ciencia, pues en sus cercanías se habían encontrado piedras talladas. 

Mortillet pensaba que el hombre había favricado sólo determinados instrumentos para épocas determinadas. Y luego se habían conocido otros que sirven de testigos para épocas siguientes. Los cambios no serían sólo para un determinado territorio sino para todos los habitados por el hombre. Los estratos en que se han encontrado piedras primitivamente talladas pertenecían al pleistoceno, las de nivel de civilización más remoto. Si las piedras talladas eran más pequeñas y de forma más regular, entonces el estrato es el del último tercio de la época glacial. y si se encontraban puntas, espátulas, punzones y herramientas de hueso, entonces es el período en el que poco a poco se iba terminando la época de las glaciaciones.

Este sistema lo completó Henry Breuil, gran investigador de cuevas y pinturas rupestres. Pero resulta algo ingenuo pensar que las culturas se han ido sucediendo como pensaba Mortillet. Puede pasar perfectamente que hubiera tribus que trabajasen finamente la piedra mientras que en el valle de al lado todavía las tallasen de forma muy primitiva. o que en territorios se perpetuase un nivel cultural inferior, ya no propio de la época. es facil entender que miestras en Egipto se construían pirámides, en el centro de Europa se vivía como los Cromagnon. Watt en Inglaterra inventaba la máquina de vapor mientras que en Australia apenas se sobrepasaba el nivel de civilización del Neanderthal, cosa que ya tiraría por tierra el modelo, pero en realidad aún se sigue usando.

El instrumento más antiguo de la humanidad, según Mortillet, fue un pico de piedra sencillo en forma de almendra, trabajado a golpes y puntuagudo en la parte delantera. estas piedras se encontraron principalmente en las afueras de París, cerca de la aldea de Chelles, con huesos y restos de dientes de rinocerontes y elefantes. A la civilización en que se habían empleado se le llamó CHELENSE. Cuando se vio que la e´poca glacial en realidad se componía de 4 períodos glaciales y 3 intermedios, se colocó el chelense al principio del segundo período interglacial. el clima era benigno y abundaban lso animales (elefantes, caballos de río primitivos y una especie de rinocerontes llamanos Merck). 

Un nivel cultural anterior, con protofósiles más primitivos lo descubrieron Breuil y Hug Obermaier. Vieron que en el chelense, además del pico primitivo, había numerosos instrumentos pequeños, mientras que en un estrato más profundo cerca de Abbeville y Amiens sólo había pedernales muy rudimentarios. Esta civilización recibió el nombre de PRECHELENSE y se catalogó en el primer período interglacial.

Al chelense le seguía una época en que además de picos se empleaban herramientas planas con cuchillas de líneas rectas. Sus fabricantes habían aprendido a separar de un bloque grande trozos de piedra con gran habilidad. El pueblo de Saint Acheul, en el valle de Somme, dió el nombre de ACHELENSE a este período. Con él terminaba el período interglacial, se hacía el clima más frío y aparecían los primeros mamuts.




El valle clásico del Vézère se encuadró en la cuarta época de Mortillet. En la gruta de Le Moustier se habían descubierto herramientas pequeñas y triangulares, útiles como puntas de arma o como rascadores. Se trabajaban con muchos golpecitos pequeños en vez de a grandes golpes. Las mismas puntas aparecieron más tarde en La Naulette, Schipka, Spy y en lugares donde había neandertaleses. Se supone que los neandertaleses inventaron esta técnica más fina, y le dieron el nombre de MUSTERIENSE. Habría vivido al final del tercer y último período interglacial, viéndoselas con el mamut, el rinoceronte lanudo y el oso de las cavernas.

Al terminar el musteriense aparece el homo sapiens. El mamut y e rinoceronte lanudo eran ya raros y ocupaban su puesto el ciervo gigante, el reno, el bisonte y el caballo salvaje. el hombre inventó la artesanía. Se sacaban aquí 3 estadios:

- AURIÑACIENSE, por la ciudad de Aurignac, con instrumentos pequeños, ovalados y planos, punzones curvados, en forma de picos de ave, espátulas largas, y el primer instrumento de hueso, cuerno y marfil.

- SOLUTRENSE, por la aldea de Solutré. La piedra se trabaja por medio de goles pero también puliéndola. Y así se habían hecho puntas de lanza en forma de hojas de laurel.


- MAGDALENIENSE, por el alto de La Madeleine en el valle del Vézère. es el tiempo del hombre de Cromagnon. Marca el fin del pleistoceno, con la extinción del mamut, el rinoceronte lanudo, el ciervo gigante y el oso de las cavernas.

El período de transición de Mas dÁzil, el mesolítico, con instrumentos como arpones de asta de ciervo, desembocó unos 1200 años después en el Neolítico. El hombre se hizo agricultor, ganadero y alfarero, emprendió el comercio y comenzó a fundar estados. 

Y para concluir, un homenaje al gran Forges aprovechando el tema:



miércoles, 26 de octubre de 2011

El hombre de Neanderthal


Joachim Neumann, párroco de saint Martin, en Düsseldorf, organista y compositor, nunca pudo ni imaginar que su nomrbre de artista iba a servir para denominar a un hombre primitivo de tipo casi animal. Siguiendo la moda de su época cambió su nombre, Neumann, por una traducción al griego Neander (Hombre nuevo), que sonaba muy bien. Al morir, su ciudad decidió honrarlo llamando Neanderthal (valle de Neander) a un vallecito muy romántico cerca de Düseldorf. Este valle del párroco Neumann estuvo ca. 200 años durmiendo el más tranquilo de los sueños hasta que se iniciaron unos trabajos en las canteras. Pero no se hizo realmente popular hasta 1856 cuando un profesor de Elberfeld oyó decir que se había encontrado allí un hueso extraño.

Las numerosas cuevas calizas del valle habían sido convertidas poco a poco en canteras. Sólo quedaban entonces 2 grutas, las llamadas grutas de Feldhof, en la pared rocosa, a 20 m de altura sobre el valle. A veces los trabajadores les daban un vistazo, pero su entrada era tan pequeña que nadie podía entrar. En verano de 1856 volaron parte de la pared rocosa y así se ensancharon las entradas de las cuevas. Luego los trabajadores comenzaron a quitar la arena del interior para picar la piedra, un procedimiento de lo más normal. De repente, un obrero señaló un par de huesos. Pensaron que debía ser de un enterramiento, pero al no ser demasiado piadosos echaron los huesos a rodar por la pendiente.

Al llegar abajo, fueron a parar a los pies del propietario. Miró hacia arriba. "Los huesos de un difunto", le gritó un obrero. "No, hombre, no", le espetó el jefe al ver más detalladamente uno de los pesados fragmentos. "Deben ser de un oso. Recogedlos, quizá les sirvan de algo a los maestros de escuela".

Johan C. Fuhlrott (foto de la izquierda), profesor de historia natural del Instituto de Elberfeld, se alegró como un niño cuando le dieron la noticia de que podía ir a Neanderthal a recoger unos huesos de oso de las cavernas. Era un hombre curioso e instruído que conocía a la perfección la geología de la región montañosa entre el Wupper, el Dusselbach y el Rhin. Pero nunca había obtenido un oso de las cavernas y quería ampliar su colección. Pero su alegría devino en asombro al encontrarse ante los huesos de Feldhof. No era un oso sino un ser parecido al hombre sólo que de constitución más basta y casi animal. Vio una bóveda craneal baja y alargada, con protuberancias óseas muy marcadas encima de las órbitas de los ojos, casi como un simio. Los fémures eran gruesos y pesados, lo cual explicaba quie los hubieran confundido con los de un oso, y además estaban encorvados de una forma extraña. Pensó enseguida que esa criatura debía haber andado encorvada, arrastrando los pies y adelantando la parte superior del cuerpo. Como creían entonces que andaban los gorilas: Eso debía ser un antropoide, intermedio entre el gorila y el hombre.

Siguió buscando entre los escombros y rescató fragmentos de antebrazos, el cúbito izquierdo y el radio  derecho, trozos de omoplato y algunas costillas. El resto había desaparecido, pero con eso ya podía tener una idea del aspecto de esa criatura. La capa arcillosa de la que provenía tenia su origen en el cuaternario medio.

Si hacía público su hallazgo el escándalo sería monumental, así que fue prudente. Primero conservó los huesos, leyó todo lo posible y luego recurrió a algunos antropólogos para que vieran sus huesos. estos se quedaron tan asombrados como él, le felicitaron y le dijeron que compartían su opinión. El más destacado de estos, Hermann Schaafhausen (foto de la izquierda), hizo trasladar los restos al Museo Provincial de Bonn. Escribió un tratado y luego invitó a Fuhlrott a tomar la palabra en Kassel ante las grandes eminencias de la historia natural.


Fue el día más grande y a la vez el más triste de la vida de este pobre profesor. en esa sala estaba Virchow, Rudolf Wagner, Mayer, Pruner-Bey y Blanque. Pero esos distinguidos caballeros menearon la cabeza. Le dijeron que no tenía pruebas claras de que los restos fueran de la época glacial. El agua los podía haber arrastrado hasta la cueva, o que podía tratarse de los restos de un cosaco, pues de las guerras en 1814 recordaban a algunos con aspecto más bien bestial. Blake incluso dijo que una bóveda craneal así era por tratarse de un idiota, o hidrocefalia, y que su dueño debió haber vivido como un animal en los bosques. Wagner dijo que era un holandés antiguo, Bey se inclinaba por un celta, otros decían que un ermitaño... Sólo Schaafhausen le apoyó, y luego miró a Virchow. El gran maestro no había hablado aún.

Cuando Virchow (foto de la izquierda) se levantó por fin, reinó un profundo silencio. De la opinión de Virchow dependía que la asamblea se desengañase o no, y tras un bello discurso presentó sus razones: El esqueleto del valle de Neander no había pertenecido a un individuo normal, sino a un infeliz cuya constitución ósea estaba deformada por uan enfermedad. Desde su nacimiento había tenido un cráneo largo con senos frontales hiperdesarrollados, semajantes a los de la gente de la vieja Frisia. En su niñez había sufrido de raquitismo, así que se le deformaron los fémures y la pelvis. A pesar de esto, se hizo un hombre fuerte que gustaba de la pelea, pues varias veces le habían roto el cráneo. Las protuberancias sobre los ojos y lo plano de su frente así lo atestiguaban. Y de viejo le asaltó la gota, que terminó de transformar los huesos. Este esqueleto no podía servir de prueba para ninguna suposicíón.

Así concluyó la asamblea y mandaron a Fuhlrott a casa. Pero Schaafhausen publicó un escrito y Fuhlrott un tratado, por lo que se terminó por producir una violenta reacción entre los científicos con 2 bandos enfrentados. Pero de las filas de los sabios Fuhlrott sólo obtenía violentos ataques.

La autoridad de Virchow se impuso en Alemania hasta finales de siglo. A ello contribuyó un cráneo hallado en Cannstatt, parecido al de Fuhlrott, que se descubrió era relativamente moderno (aunque es curioso que los franceses aceptaran más este falso cráneo que el verdadero del valle de Neander, llamando mucho tiempo la race de Cannstatt a la nueva raza hipotética).

Lyell (foto de la izquierda) terminó cambiando la situación. Cuando este hallazgo llegó a sus oídos viajó a Alemania, visitó a Fuhlrott y preguntó todo cuanto quiso. Para el pobre profesor de instituto supuso un gran consuelo. Vivía aún cuando el ayudante de Lyell, King, estableció el nombre de Hombre de Neanderthal y escuchó que su primera impresión había sido la buena, y que era una especie nueva  de hombre, distinta del homo sapiens.

Y para concluir, el investigador inglés Busk, al ver la discusión sobre el hombre del valle de Nenader, recordó que él tenía un cráneo completamente fosilizado encontrado en 1846 en las obras de fortificación de Gibraltar. Y que tenían en el desván con otras cosas curiosas. Y ahora resultaba interesante  por que era otro hombre del tipo neandertalés. 2 años más tarde, el belga Dupont halló una mandíbula inferior que E.T. Hamy clasificó como neandertalesa. Así se averiguó que tenían las mandíbulas salidas como los monos, pero con dientes humanos. La última piedra del edificio de esta teoría fue en la cueva de Schipka, cerca de Stramberg (Moravia). El checo Maschka halló en 1882 una mandíbula inferior de un niño que estaba cambiando los dientes. La mandíbula era de gran tamaño, y no hay ninguna enfermedad capaz de hacer que un niño tenga una mandíbula tan enorme. Virchow de todas formas no bajó del burro, pero ahora la mayoría se decantó por Schaafhausen y su amigo. Y en 1886, muy oportunamente, vino la confirmación. En la cueva de Spy d'Orneau, cerca de Namur, los geólogos belgas Puydt y Lohest descubrieron un cuadro sinóptico de la época del Neanderthal: Había 5 estratos geológicos, uno encima del otro. En los 4 inferiores había huesos de mamut y rinocerontes lanudos, e instrumentos de piedra, cuchillos y puntas de lanza. Con seguridad eran de la época glacial. Y en la cuarta capa empezando por arriba, o sea, la segunda en antigüedad, había 2 esqueletos acurrucados como si estuviesen durmiendo. Eran neandertaleses. Los cráneos tenían las mismas protuberancias en las cejas, una mandíbula inferior grande y basta, huesos gruesos y curvados. Era imposible que fuera una deformación patológica.

El anatomista de Strasbourg Gustav Schwalbe comparó los restos y sus conclusiones hicieron que hasta los más escépticos hubieran de reconocer su error. Sólo Virchow volvió a protestar pero sus palabras cayeron en el vacío.



Fuente: Tras las huellas de adan, de H. Wendt

Una historia curiosa de Chaumont

El 11 de enero de 1613 se encontró un extraño esqueleto en un pozo de arena del castillo de Chaumont. Lo descubrió un cirujano francés llamado Maurizier, que acabó por exhibir el esqueleto por Francia y Alemania afirmando que pertenecía a Teotoboco, el rey de los cimbrios. Obtuvo un éxito fenomenal, pues era un propagandista experto. Del pozo de arena hacía, en sus conferencias, un sepulcro de 9 metros, y de Teutoboco, un gigante. Hasta afirmó habe leído en una de las murallas cercanas al lugar del hallazgo una inscripción con el nombre del rey de los cimbrios. 

Durante años se discutió sobre el caso Maurizier y su esqueleto. Hubo numerosos escritos y réplicas en las que se debatió sobre el viejo Teutoboco. Al final el cirujano fue desenmascarado como charlatán y los huesos fueron llevados a la colección real de París. Al Jardin des Plantes. El esqueleto era de un monstruo del Terciario llamado dinotherium.


Hay otra versión del tema: Jacobo Tissot fue quien encontraría el esqueleto en una cantera cercana a Chaumont. Publicó su hallazgo en un folleto titulado "Historia verídica del Gigante Teutoboccus, rey de los teutones y cimbrios, muerto por Mario, cónsul romano, 105 años antes de la venida de N.S., el cual fue enterrado cerca del castillo denominado Chaumont, actualmente Laugon, cerca de una ciudad romana en el Delfinado". La autenticidad estaría probada según su autor por una inscripción romana, Teutoboccus Rex, y por la presencia de ciertas monedas junto a los restos. El esqueleto habría sido adquirido por un médico de baurepaire, Maurizier, quien lo exhibió públicamente a cambio de dinero. El sitio del descubrimiento se llamó desde entonces champ des géants.  

martes, 25 de octubre de 2011

Tucídides

Ya tocaba, después de tanto tiempo, ponerle una entrada a uno de mis autores favoritos. Con sus páginas me he recorrido Sicilia en 2 ocasiones y la Italia del sur, y merecía una ni que fuera pequeña reseña. Tucídides es fruto de su tiempo. Pero es el creador de una nueva forma de escribir historia. No pudo ser el primero. herodoto se le adelantó en su romántica forma, pero es Tucídides quien abandona el punto de vista tradicional y renuncia a toda magia y misticismo, al mundo religioso y metafísico, para comprender la historia. Con él son los fenómenos políticos y la acción de los pueblos y sus dirigentes quienes crean la historia y la cultura humana. Es un pensador independiente y toma la realidad como es. Por cruda que sea. Trata de comprender la acción de las personas o de las comunidades en la forma de una reacción necesaria en el contexto del mundo que los rodea. 

Pero Tucídides dice buscar la verdad. Afirma de sí mismo que pretende "entretener menos que deformar los hechos a costa de la verdad". Y para ello prescinde de las historias de los héroes, y trata de percisar los hechos remotos mediante inferencias prudentes basadas en firmes puntos de partida. Para ser lo más objetivo posible interroga a los testigos de forma exhaustiva, aceptando sólo testigos visuales o a quien a oído de forma directa a estos. Piensa además que la historia enseña cosas del pasado pero también del futuro por la tendencia del humano a repetir las cosas en situaciones análogas. Popularmente hoy día se tiende a decir que "la historia se repite", y aunque quien esto suele decir no acostumbra a saber bien porqué lo dice, el conocimiento del hombre y sus flaquezas bien nos lo ha demostrado y ya Tucídides lo apreció.

Tucídides es plenamente racional en sus obras. Sólo cuenta con el acaecer natural y excluye a los dioses y la religión. Loable. Para él la religión sólo existe como hecho histórico pero con un efecto psicológico, sobretodo sobre las masas, que un estadista ha de tener bien en cuenta. Y el historiador valorar en su medida. Cree además que estas creencias de tipo mántico pueden llegar  a ser peligrosas y hasta dañinas, y lo fundamenta en el episodio en que los adivinos yerran en sus predicciones sobre la expedición a Sicilia, que fue un desastre para Atenas. Sobretodo por el comportamiento del piadoso Nicias en Siracusa, tan funesto para el ejército. Una manera de pensar muy moderna y lamentablemente poco extendida entre demasiada gente que sale en TV por ahí. Pese a que pueda parecer un ateo empedernido sabe que hay partes impredecibles en el devenir del mundo. Lo único que en vez de pensar en dioses, lo atribuye al azar, al que llama Tyché, la Fortuna. Piensa que uno puede defenderse del azar mediante el cálculo, pero que pese a todo hay cosas que no pueden preverse.

Sus escritos son especialmente interesantes en cuanto a las descripciones que hace de la peste que asoló Atenas en al segundo año de la Guerra del Peloponeso. Causó una mortalidad espantosa, sobretodo en la gente apiñada en las barracas de las murallas largas. El populacho atribuía la epidemia a Apolo, pero Tucídides no pierde una sola palabra en discutir esa explicación religiosa. Más bien lo contrario. Dice que todos los procedimientos religiosos imaginables aplicados para calmar a los dioses, procesiones, rogatorias, oráculos, no sirvieron de nada. Impíos y piadosos murieron por igual. Se limita, como buen historiador, a decir que empezó en Etiopía, pasó a Libia y Egipto y que llegó a Atenas en los barcos que llegaban al Pireo. Muy racional. Lo más destacado es que describe con detalles médicos los síntomas de la epidemia (se cree que él mismo la padeció): Origen en el vientre, difusión a todo el cuerpo, fiebre con sed inaplacable, su duración y el momento de crisis, lo raro de las recaídas, sus efectos en animales (sobretodo perros y pájaros) y el llamativo retroceso de otras enfermedades durante la epiddemia. Uno de los síntomas llama la atención, la ceguera psíquica, en la cual los pacientes no reconocen a sus parientes ni a sí mismos pese a ver correctamente. Una agnosia, sin duda. Como efecto a destacar, relata el desánimo y la desmoralización que se extendieron, y afirma que muchos no vacilaron en el crimen para gozar del instante, dentro de la creencia de que la vida podría terminar rápido en ese ambiente.  Los médicos, según él, fueron los que más murieron, al contactar diariamente con los enfermos.

De su pensamiento pordemos entender que creía que la naturaleza del hombre es siempre la misma, con una parte de los hombres que tienden al crimen, la envidia del pobre y vulgar al rico y aristócrata, y que el débil siempre se ha de someter al fuerte. El castigo al crimen no cambia nada, y la ley tiene sus límites. Llega así a una tipología de los hechos históricos, los cuales, ya sean agradables o no, atractivos o repulsivos, optimistas o aterradores, deben entenderse siempre como resultado de la situación política en cada caso y de la reacción de las personas y grupos implicados. Con las mismas circunstancias, dice, obtendrá los mismos fenómenos. Así, toda guerra tiene 2 series de causas:

- La ocasión inmediata que la provoca, que es la causa de la que se habla.
- La causa verdadera, pero latente y profunda, que se silencia cuidadosamente.
Y en la política interior destaca el miedo a la responsabilidad y el ánimo variable de la plebe, cuando dice que se pide responsabilidad a los dirigentes por las decisiones tomadas en asamblea por la mayoría. O con las luchas entre partidos: "estas luchas siempre han existido y siempre existirán mientras la naturaleza humana siga siendo la misma". Sabios consejos aún hoy en día plenamente vigentes....

Según esto, la acción humana no puede basarse en las categorías morales de bueno o malo, sino en las intelectuales de correcto e incorrecto, apropiado o inadecuado. Un avance en siglos de los principios de Maquiavelo. Se ejemplifica con el avasallamiento de Atenas a la isla de Melos, en el 146 aC. En ella ve Tucídides que no hay un derecho absoluto, sino que el derecho se determina según el equilibrio de fuerzas. Si las fuerzas son parecidas, se elaborará un derecho en vez de lanzarse al riesgo de una guerra. Pero si no se da ese equilibrio, entonces los fuertes hacen lo que está en su poder y los débiles ceden. Los que han sufrido la política exterior de Estados Unidos al terminar la Guerra Fría pueden dar fe de lo acertado de este pensamiento. 

Con Tucídides tenemos entonces un nuevo modo de pensar. Extrae del atomismo la idea de un acaecer universal, que él ve en la naturaleza y en la historia. Con la física jónica ve una explicación natural a los fenómenos, expulsando a los dioses de la ecuación, y con la sofística aprende que no hay un derecho natural absoluto, sino que el derecho es cambiante y complejo. Su obra es moderna en el sentido de parecer una descripción y un tratado, pero pese a que supone el culmen de las ideas de su tiempo aplicadas a la historiografía, para cualquiera resulta más ameno Herodoto, más dinámico, más humano en su concepción más poética. Pero es en Tucídides donde se muestra el espíritu griego que les llevó a conquistar el mundo.

jueves, 6 de octubre de 2011

Loira en bicicleta: Final del viaje.

03/09/2011

El recorrido en principio estaba hecho. No teníamos idea al principio de usar el tren para llegar a Nantes, ni tampoco tener que dormir en esta ciudad. Pero las cosas las decidimos sobre la marcha y el resultado es que estábamos en Nantes y que nuestros pasajes de regreso estaban pensados para tomar un tren a las 17:30 a París, y allí recorrernos medio centro de la ciudad para llegar a otra estación de donde sale un tren hacia Cerbere. Eran, entonces las 10:00 de la mañana y teníamos todo un día por perder tranquilamente vagando por Nantes. Sin prisas, pues, buscamos una boulangerie donde desayunar, y nos ponemos a visitar haciendo el turista. Teníamos que llevarnos las bicis con las alforjas, pero tampoco era un problema. Consistía en andar con cuidado.

La impresión del día anterior, con la vorágine de una plebe desbocada, medio alcoholizada y con ruido por todas partes no había sido muy favorable, pero debo confesar que cambiamos de opinión. Se nos mostró ese día una ciudad tranquila, de gentes amables y con aspectos monumentales muy dignos de visitar. Incluso en la catedral nos topamos con un señor, con aspecto de estar jubilado, que daba gratis un recorrido explicativo de la catedral. Lo hacía de una manera interactiva y muy divertida, asequible incluso para mi paupérrimo francés, si bien con cierta  preferencia hacia 2 señoritas quizá excesivamente jóvenes y con tendencia a mostrar más piel de la recomendable para el decoro de una catedral. Pero al guía no parecía importarle, sino más bien gustarle, y la mayor parte de chanzas y bromas fue destinado a ese par de pipiolas. 

Pero donde pasamos gran parte del día fue en el Chateaux de los Duques de Bretaña. Ya en todo el viaje habíamos dicho que al menos debíamos visitar algún castillo, que el tacañismo es bueno, pero mucho es pasarse. Y mira por donde, dispuestos a pagar por visitar este y resulta que era gratis. Lo recorrimos de cabo a rabo, sin descuidar ni un milímetro, y nos gustó tanto que decidimos quedarnos a comer en la crepería que estaba en el centro del patio de armas. Aquí nos topamos con un problema, pues cuando quisimos dejar las bicis aparcadas a la vista, aparece de repente un empleado de seguridad y a voces nada suaves nos impele a dejar las bicis en un sitio destinado al efecto. Vale, sólo que el sitio ese estaba bastante lejos y nada vigilado. No pudimos entendernos con él. No por no hablar su idioma, sino porque se puso en plan madelman e hizo oídos sordos a cuantas explicaciones le quisimos dar. Bueno, pues tuvimos que dejar las bicis en el quinto cuerno, traernos las alforjas hasta la crepería y formar un montón enorme justo en el mismo sitio donde antes estaban las bicis. Esto lo hice adrede, a ver si el madelman veía que era menos antiestético a la vista una bici perfectamente cargada y aparcada que un montón informe de bultos puestos lo peor que pude. No sirvió de mucho, pero un leve consuelo sí que daba.


Las crepes, por cierto, exquisitas. Al terminar, fuimos por tandas a buscar las bicis. La seguridad en este país no parrecía un problema, pero no es Alemania y no nos la quisimos jugar. En estas, Barnabas ha acabado de cargar su bici, yo voy a buscar la mía y aparece la versión en pequeñito del guardia inicial, un escuchiminizado guardia que tenía la misma capacidad intelectual que el madelman, pero un tono de voz bastante más irritante. Y venga a increparnos a grito pelado que no se puede aparcar ahí. Ya os podéis imaginar la situación. Francia es un país muy curioso en el cual sus habitantes tienen la rara capacidad de no escuchar nunca. A veces pasa que ni siquiera se escuchan a sí mismos, pero la situación estaba comenzando a ser ridícula. Así que cuando el airgamboy este paró la verborrea para coger aire, Eli le responde con toda la parsimonia posible que no estábamos aparcando, que estábamos marchando y que gracias a su amigo el madelman con ambiciones de G.I.Joe teníamos que volver a cargar las alforjas. Supongo que debió entender de qué iba la cosa, porque se volvió menos cretino de repente y tras explicarnos unas 3 ó 4 veces que ahí no se podía aparcar, se marcha mirando atrás de forma constante. Me quedaron ganas de decirle que a base de subnormalidades de este estilo igual lo degradaban a click de playmobil y se le acababa su meteórica carrera hacia soldadito de plomo, pero eso en francés debe ser muy complicado y por signos debe serlo todavía más. Valía más dejarlo correr. Fui a buscar la bici y dejamos la fiesta en paz.

Luego nos fuimos a tomar una cocacola bien fría al jardín botánico. Que además de ser gratuito está justo delante de la estación de tren, y reposar allí tranquilamente se nos antojó mejor que más paseos. En el camino ahcia allí buscamos en vano una camiseta que llevarnos de recuerdo. Media ciudad recorrimos en vano. Gente más rara esta que no venden algo tan sencillo. Por cierto, a guisa de curiosidad, según pude ver en algunos sitios, Asterix de galo, nada. Es Bretón.

Y 3 horitas hasta París. Llegamos a la Gare de Montparnasse, y nuestro tren sale de la gare de Austerlitz. A pie es como una media hora a paso rápido, casi al trote. En bici no debían ser más allá de unos minutillos si, y sólo si, conoces el camino. Yo pretendía dar un agradable paseo por el centro, comprar alguna cosilla para picar tranquilamente y marchar después a la gare, pero cometí el terrible error de confiar en Barnabas y su GPS. No tenía plano, y cuando salimos de la gare esperamos así con paciencia a que busque en el GPS la ruta a seguir. Imaginaos a 3 catetos que salen de golpe a la gran ciudad y deben por narices llegar a otro punto de la misma para pillar otro tren. Cara de pardillos absoluta, que se iba incrementando a medida que el GPS se muestra absolutamente incapaz de encontrar no sólo la gare de destino sino la propia gare de la que salimos. Y venga, ahí parados en mitad de la plebe, que iba fluctuando a nuestro alrededor, dando nosotros la nota como si tuviéramos un cartelón que pusiese: Atontaos.

Cuando Barnabas hubo localizado todas las gares de Francia menos la de Austerlitz, se me acaban de hinchar las narices y venga, a moverse tocan, que más o menos me sé el camino. Suerte que en una ocasión anterior había hecho ese recorrido a pie... Y al empezar a pedalear llegamos al boulevard Motnparnasse, donde ví más por casualidad que por otra cosa unos cartelitos indicando cómo llegar a Austerlitz. Nos dimos una buena vuelta, por cierto. Los cartelitos eran correctos, no faltaría más, pero el rodeo que nos hicieron dar fue la repera, además de noche, enmedio del tráfico de la ciudad y con una  llovizna que hacía el tema asfalto algo resbaladizo. Boetius 1, GPS 0. Ya en la gare cenamos con parsimonia y entonces Barnabas nos anuncia que ya ha localizado la gare. Toma, y yo. Es que es lento hasta para esto. Luego cogimos el tren sin problemas, negociando además con los revisores bajar en Portbou y no en Cerbere. El procedimiento de negociación es el habitual, con una chica guapa y un poco de escote sugerente. Es infalible. Altamente recomendable para cualquiera que viaje a Francia.

Nada más a reseñar. Un tren nocturno pero que llega con retraso, no logramos enlazar bien con el tren de Portbou a Barcelona y nos comemos unas 2 horitas en la estación muertos de aburrimiento. Era el fin del viaje.

Loira en bicicleta: Etapa 7

02/09/2011

Dormimos bien. Salvo uno... que tuvo el lavabo ocupado buena parte de la mañana, pero salvo pequeñas naderías gástricas que en nada iban a afectar a nuestro viaje (salvo a las reservas de papel higiénico del hotel) nos fuimos prontito a buscar el tren. No es que hiciese mal tiempo, ni que la fatiga fuera excesiva, sino porque queríamos llegar a St.Nazaire en la costa atlántica, en la misma desembocadura del Loira. Nos faltaban ca. 90 km, y quizá eso era excesivo, así que tras mucho meditar fuimos a la estación a buscar un tren hasta Nantes, y tras localizar hotel hacer el último tramo sin alforjas. La primera parte era facil. No pasan muchos trenes por Ancenis, pero de los que pasan la mayor parte van hacia Nantes y son escasos 15 minutos de viaje, que tuvimos que hacer por cierto bien apretados y en vagones separados porque iba a reventar.

Por suerte encontramos hotel a 4 pasos de la estación. No muy bueno, ni especialmente barato, pero ya nos iba bien. Así que dejamos las alforjas en la habitación y sin carga nos ponemos a pedalear en dirección a Saint Nazaire. Los primeros km los hacemos por la ciudad, siguiendo el tram, pero pronto llegamos a las afueras y nuestro discurrir es entre polígonos industriales, fábricas y mil y una carreteras con un tráfico asqueroso. Para rematarlo, las indicaciones son horrorosas. Más que un paseo cicloturista nos parece estar en una carrera de orientación con un mal mapa y un GPS que no sirve de demasiada ayuda. Hubo veces que siguiendo las indicaciones, malamente y como podíamos, nos vimos dando vueltas en círculo hasta que alguno se daba cuenta: Oye, por aquí no hemos pasado ya?. Así que se suceden las imprecaciones, maldiciones y nervios, pero conseguimos salir de esa zona tan horrible. La única cosa buena fue que para ir a la orilla izquierda del río, que sobre el mapa era más tranquila o al menos no tan en recorrido por carreteras, no tuvimos que pagar nada. Hay una serie de embarcaderos donde paquebotes bastante feos cogen cualquier vehículo sin cobrar y los pasa a la otra orilla. La carga y la descarga, en medio de coches y camiones, es bastante desagradable para un ciclista, pero a caballo regalado...

Luego nos vamos cociendo poco a poco bajo un sol de justicia. Vamos haciendo km y km sin pausa pero sin prisa, parando de cuando en cuando a coger las miles de moras que hay en el camino por paisajes que alternan pura naturaleza con zonas bien horrendas, que afean el paisaje desde una orilla derecha cubierta hasta el horizonte con fábricas de un gris horroroso. La pega, empero, fue volver a comprobar que en ese país de locos la mayor parte de los bares de carretera estaban cerrados. El único sitio donde logramos pedir 3 cocacolas frías resulta ser el más caro del hemisferio occidental y nos cobra 3 euros por botellín. Y encima los trae abiertos, que nada nos indica que no los haya rellenado 5 minutos antes de un botellón de 5 llitros. Al pagar le miramos con cara de pocos amigos pero me parece que le importó una higa. A ese precio se nos permite cagarnos en su familia.

Bueno, total que tras mucho sudar y pedalear llegamos ya cerca de la desembocadura, por el lado izquierdo. Ahora debíamos ir a Saint Nazaire, en la orilla derecha, así que vamos hacia el puente y... nos quedamos más que flipados. Era obvio, y lo imaginábamos ya antes, que si vas acompañando a un río hasta el final va cogiendo cada vez más agua y es cada vez más ancho, así que un puente en la desembocadura ha de ser por fuerza muy largo. Pero es que el puente en cuestión tiene como 4 km de largo. Y visto desde su inicio, lo peor de todo: Como unos 2 km de subida constante, y otros 2 de bajada. De la bajada ya nos apañaríamos después, pero es que la subidita vista en la perspectiva del que recién llega es impresionante. La foto no le hace justicia, hay que estar allí para verlo, acongojarse, y pedir ayuda a Superlópez si se tercia. Bueno, Barnabas no, pero Eli y yo nos encomendamos a algún santo y vamos tirando para arriba. Pronto el muy cafre de Barnabas olvidó sus tribulaciones digestivas y empleó la energía de Jack Sparrow en subir a toda tralla (modo Jack Sparrow ON), pero yo que soy una persona tranquila y civilizada me lo tomo con pachorra y me digo a mi mismo que yo voy tirando, que cuando me canse o me harte, o las 2 cosas, me apeo de la bici y ya llegaré algún día arriba. Ya me esperaréis.

Como plan no estaba nada mal. Aúna mis cualidades de vago empedernido y pasotismo no muy radical hacia los comentarios que nadie pudiere hacerme durante la escalada. Pero tenía un par de pegas: La primera, que apearse ahí no era algo sencillo, pues el carril bici en el puente consistía en un escaso medio metro de asfalto separado del tráfico rodante por una estúpida línea contínua blanca que, sí, que vale, que a efectos prácticos es como si hubiese un muro de hormigón (eso me decía mi profe en la autoescuela) pero que no prometía mucha seguridad en un cacho-puente como ese con la ventolera que había. Y el segundo porque cuando llevaba ya como medio km para arriba y mis músculos de las piernas comenzaban a decir que chico, que muy bien, que muy bonita la excursión pero que por esta década ya habían trabajado bastante, asi que o paras o comenzamos a dar un dolor de categoría 7 para que espabiles... Pues justo en ese momento, justo entonces, cuando ya estaba por echarle jeta al asunto y bajarme de la bici me doy cuenta de que Eli, cuyo estado de forma es inferior al mío por mucho que eso cueste de entender y hasta de creer, está justo detrás de mí. ¿Y cómo me dí cuenta? Pues no fue por girar la cabeza, no... Fue porque me grita tranquilamente: Aún voy con el plato grande!!!

En ese momento una especie de electroshock me pasa de lado a lado de mi encéfalo. O sea que yo, que estoy ya hecho una piltrafa, que ya estoy haciendo planificación de cómo apearme de la bici, que  tengo los músculos organizando una huelga general con moción de censura ya en ciernes, cuyo aliento escasamente me da para apagar una vela, voy a escasos 2 metros por delante de una que aún no ha cambiado el plato. Y yo que ya casi no me quedan piñones para cambiar. Hay que tocarse los.... En fin, no me extiendo demasiado. En uno de esos escasísismos pero a veces inevitables ataques de "yo soy el macho" suspendo los derechos civiles de la musculatura de las piernas, y tras el golpe de estado amenazo con fusilamiento y empalameinto posterior de cualquier célula muscular que no tire hasta reventar, para rechifla general del resto. Aprieto los dientes como para que mi dentista se ponga contento y hala, "p'arriba" y maricón el último. Tal debí tirar que la dejé como medio kilómetro detrás, y cuando llegué arriba una furgoneta se puso a tocar el claxon como loca y a darme ánimos. Bueno, eso creí, la realidad es que iban animando a Eli pero como la rebasaron decidieron animarme un poco a mí. No me sentó mal, no...

Una vez salvado el honor masculino, sólo tocaba descender. Justo a tiempo, porque los músculos de las piernas empezaban a pensar en el fusilamiento como algo más deseable que seguir pedaleando. Menudo viajecito, por eso. La velocidad que uno pilla así es de vértigo y hay que andar con cuidado pues hay zonas del puente donde la unión de las placas de asfalto deja una grieta que a 70 km/hora en bici puede ser peligrosa, pero no hubo más problemas. 

El resto fue sencillo. Perderse un poco con las indicaciones, o la falta de ellas, en St Nazaire, cagarse en el que hizo la guía, preguntar a varias personas sobre como llegar a la estación, esperar como 2 horas un tren hacia Nantes... Bueno, nada fuera de lo habitual. Tren de regreso y fin del viaje.



Tuvimos mala suerte y en Nantes estaban de fiestas, así que la multitud casi nos echó de las zonas turísticas. No se podía casi caminar. En el hotel nos debieron tomar por unos frikis de escándalo, pues ellos fastidiados allí sin remojar el gaznate y nosotros que nos vamos a la cama casi a las 21:00 horas. Pero nos importó un bledo lo que opinasen. Al fin y al cabo ellos ese día no habían subido por un puente de 4 km de largo.

Loira en bicicleta: Etapa 6

01/09/2011

El día amaneció menos nublado. Y tal vez eso nos permitiera dar unas pedaladas sin mojarnos demasiado. El equipo que llevamos nos permite ir bastante secos aunque llueva, pero a nadie engañamos al decir que preferimos un día soleado. Procedimos a un desayuno de boulangerie y en marcha. Si entrar en Angers fue complicado, salir no podía ser menos, pero no nos importó demasiado ya que perdernos un ratito por las afueras al oeste de la ciudad es algo muy diferentes al malogrado paseo del día anterior. para comenzar, porque no llovía. Pero sobretodo porque el camino discurre por un parque natural muy hermoso que discurre por varios km, dando al viaje un efímero placer visual. Y para el viajero avieso, un camino totalmente sembrado de moras silvestres, de las de zarza, tan maduras que a veces explotaban al cogerlas, tan grandes que se podían ver desde lejos, y en tan gran número que paramos Eli y yo muchas veces para recoger todas las posibles con el plan de hacer, ya en Barcino, una buena mermelada. Mi sistema de recogida, empero, no pareció gustarle demasiado, pues decidí enseguida el sistema de una mora al saco, y otra para la boca, una al saco, y una a la boca... así hasta hartarme.

Por lo demás, poco a reseñar. El camino llano, sin rompepiernas, un auténtico placer para los sentidos (sobre todo para el del gusto, je, je...), plagado de aves y plantas de gran belleza pero sin nada arquitectónicamente válido hasta llegar a la abadía de St. Floriant. Llegar allí nos llevó a un paso tranquilo buena parte de la mañana. Barnabas decidió que íbamos demasiado lento, y pese a que nos hubiera ido fenomenal a Eli y a mí que, ya que iba sobrado de fuerzas, nos hiciera de cortavientos, optó por una táctica menos solidaria y se lanzó a buen ritmo. Parando obviamente de cuando en cuando para no perdernos. Como el día estaba empezando a mostrarse demasiado soleado, paramos en el camino a la sombra de la abadía, en unos bancos a pie de muros y al lado del río. Al acabar de comer yo escalé por algunos caminos hasta la abadía misma. Está en lo alto de una colina que domina el río, y el paisaje es de ensueño. Vi además que habíamos hecho el primo: Justo a la puerta de la abadía hay un área acondicionada para picnic, a la sombra y dominando el paisaje. Hubiera sido un mejor lugar para comer.

Dando un vistazo al mapa, y con bastante cansancio acumulado, decidimos no continuar demasiado y parar en Ancenis, a unos escasos 15 km de donde estábamos. Nos asamos a fuego lento a esas horas tan poco recomendables para pedalear, pero llegamos en un par de horitas con alguna parada para picar alguna cosa. Como habíamos llegado a horas razonables, antes de las 17:00 horas, encontramos el puesto de información turística abierto. No confiábamos demasiado, que todo se ha de decir... Nos habíamos percatado en el viaje de que el sistema genético francés provoca una muerte fulminante a todo aquel de sus individuos que intente trabajar más allá de las 15:00 horas, pero alguno a veces tiene el reloj interno mal calibrado. Además, suelen ser bastante amables, y en un plis nos encontraron hotel baratito y sin cobrarnos nada por ello. Tal vez sí nos cambiaba la suerte.

Dimos un rápido vistazo al pueblo una vez aseados y descansados. No había gran cosa para ver salvo un castillito cerrado a esas horas, pero era una villa tranquila y no muy grande, así que tampoco dimos demasaidas vueltas buscando dónde cenar. De hecho, ya que estábamos ya cerquita de Bretaña, Eli y yo queríamos cenar crepes. Y Barnabas no, que no es porque no le gusten, sino porque le saben a poco al muy tragaldabas. En fin, medio a collejas, y medio porque era el sitio más barato, le metemos en una creperia de ambiente marinero. Y allí se encontró con que hubiese sido mejor cerrar la boca: Se pidió la crepe Jack Sparrow. Allí todas las crepes tenían nombre de pirata. Pero honestamente yo creo que le hubiese sentado mejor el nombre de Bud Spencer. En la vida había visto semejante montón de patatas fritas al lado de una masa de crepe de gran tamaño rellena hasta hacerla casi reventar de carne preparada al estilo boloñés. Ante semejante monstruo de las crepes yo estaba absolutamente alarmado, pues me declaro casi incapaz de meterme todo eso entre pecho y espalda sin reventar, y aviso que soy capaz de zamparme un pollo asado enterito sin pestañear y pidiendo postre al acabar. Pero es que aquello era una especie de ballena con forma de crepe. Barnabas tenía la boca abierta, no para comenzar a comer precismente, y a Eli y a mí nos entró un leve ataque de risa. Nada, una tontería, unos 10 minutillos de reloj riendo sin poder parar mientras el pobre quejica trataba de comerse todo aquello y sobrevivir. 

A la hora de pedir el postre, Barnabas se acomodó en la silla, imagino que desabrochando algún botón del pantalón. Dudamos un poco sobre si pedirle bicarbonato como postre, pero al ver que el cocinero tenía más o menos un diámetro de brazo similar al  perímetro de la barriga de Barnabas (bueno, quizá en ese momento no, je, je...) nos entró un ataque de seriedad y no hicimos más el tonto. Claro que regresar al hotel fue algo más costoso, pues teníamos que esperar a que la digestión de Barnabas le dejase arrastrar los pies con enooorme lentitud hasta que llegamos al hotel. Allí, tócate las narices, estaba acodado en la barra junto con otras 2 personas el votante del PP de Blois. No nos vió. Ya me aseguré yo de ello. Pero vaya viajecito se estaba marcando el tipo. Como compartíamos habitación, Eli y yo nos aseguramos que en caso de un estallido barriguil de Barnabas no nos salpicase demasiado y le dejamos boca arriba en la posición del león que ha tragado más de la cuenta, y a dormir. Le consolamos un poco, no nos penséis tan crueles. Antes de dormir le dijimos que no se alarmase, que no podía morir por comer demasiado. Como mucho un par de días en la UCI...




miércoles, 5 de octubre de 2011

Loira en bicicleta. Una anéctoda

En uno de los tramos que tuvimos que soportar nos encontramos con una bifurcación que no venía señalada. Y que no figuraba en nuestra guía.

Ante la disyuntiva, Eli, que es quien guía y ya va un poco "quemada" tras varios episodios similares, no sabe muy bien que hacer pero desde luego no quiere probar fortuna con uno de los 2 caminos por la paliza que supondría en caso de error tener que dar la vuelta. Así que tiene una idea y dice a Barnabas:

-Enciende el GPS. Mira a ver cuál de los 2 caminos es el correcto.
Este parece pernsárselo y responde:

- Hace poco vimos un grupo de críos en bici. Creo que venían del camino de la izquierda. Probablement es por allí.

Eli se lo mira con cara de pocos amigos...

- Vale, pero ¿quieres encender el GPS y ver cuál es camino que hemos de seguir?

- Mira, en el camino de la derecha no hay marcas de bicis. Seguro que vienen del de la izquierda.- Vuelve a responder.

- Ahora no me interesa de dónde venían los niños esos.- Dicho con evidente cara de cabreo - ¿Quieres encender el GPS de una vez?

Que traducido a derivados del latín viene a ser, más o menos, o pones en marcha el cacharro ese o tendrán que operarte 7 veces antes de lograr sacarlo de tu colon.

Barnabas, que a todo esto aún no se ha percatado del peligro que corre, vuelve a su recurrencia perseverante:

- Si, ¿ves? Las señales de las bicis vienen del camino de izquierda. Seguro que vienen de ahí.

En ese preciso instante yo decidí apartarme, no sea que las salpicaduras de sangre tras la colleja me alcanzaran, pero mira tú, sorpresa, Eli se pone hecha un basilisco pero en vez de darle a Barnabas sus merecidas hostias sencillamente se dirige al camino de la derecha para ver si llevaba a algún sitio. Y por suerte para ver rápidamente que ese no era el camino correcto.

Yo traté de hacer ver a Barnabas que si te hacen una pregunta y sistemáticamente respondes lo que te da la gana, bien podría haberse encontrado con un "¿y a mí qué de donde vienen los críos esos?" acompañado de una probable fractura craneal, pero no lo logré. Disimulando lo posible tiré poquito a poquito hacia el camino de la izquierda. Barnabas creo que a día de hoy aún no es consciente de lo cerca que estuvo de morir...

Loira en bicicleta: Etapa 5

31/08/2011

Miércoles. Día anodino por excelencia, y tal debía ser este también. Amanece nuboso y con algún chirimiri ocasional, pero no de calado suficiente como para impedirnos, de momento, pedalear. Nos zampamos un desayuno sencillo y a pelearnos con la guía y las indicaciones a veces inexistentes, de tal forma que en más de una ocasión damos rodeos absurdos. El peor fue el caso de un puente en el que nos hacen hacer un giro de 270 grados por debajo de un puente sólo con el objetivo de no tener que cruzar una carretera no demasiado transitada. Y en otras ocasiones vemos cómo damos vueltas bastante largas que sólo con recorrer algunos cientos de metros por una carretera eran perfectamente evitables. Mi único consuelo es que va pasando por varias iglesias románicas bien bonitas, y que me permiten visitar sin prisas. Total, fuera a veces chispea y por lo general hace mal tiempo, así que hasta Barnabas y su alergia a cuanto tenga que ver con la Iglesia ceden por un ratito de cobijo en algún soportal o en una visita lenta por dentro de la iglesia.


Pasamos Gennes, Besse y Cunault, y llegamos a un picnic bien acondicionado donde hacemos descanso. Barnabas se pasa un buen rato en el lavabo, pero Eli y yo ni le damos importancia. No nos percatamos de nada extraordinario, pero resulta que se había quedado encerrado dentro y tuvo que abrir la puerta a hostias. Cuando nos lo contó casi le damos como moraleja que algún problema tenía que tener ser lento, y es que los demás no nos damos cuenta de si hay problemas porque siempre tarda mucho.

Después de comer el tiempo empeora. Ya no es chirimiri de cuando en cuando, sino lluvia bastante tocanarices. Vamos bien equipados, pero los que tengáis gafas ya sabéis que molesto resulta pedalear de esta forma, así que ante las dudas que suscita este dichoso país para encontrar alojamiento decidimos ir a lo seguro y concluir etapa en Angers. Por ser una ciudad grande pensamos que no habría problemas, y tomamos un desvío hacia la ciudad, lo cual no nos permite visitar Les Ponts de Cé. Me aguanto y listos. Por fortuna soy compensado con un recorrido por la campiña, preciosa en esta época del año, y con un elemento de diversión añadido: Pasando la Daguenière hay que cruzar un río con una barcaza. Esta barcaza no tiene barquero, sino que por un sencillo ingenio de cadenas es el propio usuario quien la maneja para ir de una orilla a otra. Nos cruzamos aquí con unos madrileños que hacían el recorrido a la inversa, bastante majos pero algo inconscientes, pues nos dijeron que el tiempo era muy bueno. Yo, que veía llover cada vez con mayor preocupación, opto por dejar las relaciones institucionales a Eli y me pongo a estirar de la cadena para cruzar la barcaza. Barnabas más me estorbó que me ayudó, pero resultó divertido.


Tras unos kilometrillos de nada llegamos al fin a Angers. La llegada es a través de un paisje muy curioso con grandes túmulos de pizarra, pero que nos deja sin indicaciones justo al llegar a las afueras de Angers. Y aquí vimos que la guía que llevábamos no servía para nada, dejándonos más que colgados. Y sin indicaciones en el terreno. Por suerte el GPS de Barnabas aquí sí resultó útil y tras varios intentos frustrados llegamos al fin al centro. En el Grand Hotel de la Gare nos atendieron de maravilla, y obtenemos habitaciones a buen precio. Visitamos tras una reparadora ducha calentita la ciudad. Algo ruidosa para mi gusto, pero el aspecto monumental era excelente, así que me dejó una sensación agridulce. Bueno, el chateaux era algo chato pero bien fortificado, y tienen una catedral bastante impresionante. No forzamos demasiado. Al lado del mismo hotel paramos en un puesto de kebabs que era el más limpio que he visto en mi vida, y a dormir.

Loira en bicicleta: Etapa 4

30708/2011

El desayuno por la mañana fue digno de un rey. Chocolate en taza, buffet libre de mermelada con la mantequilla de la región (excelente) y una macedonia de fruta perfumada con menta. Incluye la mantequilla salada típica de Bretaña. Ah, 2 besos les habría dado a los dueños, qué manera de disfrutar. Había que compartir mesa con otros inquilinos, pero no fue un problema. Yo no hablo francés, y ellos no hablan ninguna lengua civilizada, así que ustedes deglutan a lo cafre sus viandas, que yo disfrutaré en mi rincón de las mías y no osen emitir sonidos molestos que me interrumpan. Merci.

Luego dimos un vistazo al pueblo. La impresión de la noche anterior se reafirmaba y la parte visitable del castillo sin tener que pagar era bastante grande. No entramos más por tener que partir enseguida, que no por el precio, que era asumible y quizá valiera la pena: Es el castillo mejor amueblado del mundo, ya que a un filántropo medio chiflado le dió por coleccionar muebles medievales y al morir los donó al pueblo. La tienda de regalos estaba bastante bién además. Cumplimos con la obligación aquí de pillar algo para respectivas santas madres.


Y nos ponemos en camino hacia Chinon. En medio del trayecto está el castillo de Rigny, que es un caso más en la sucesión de cosas interesantes que hubiéramos visto de no ser por el desorbitado precio de tiquet de entrada. Así que tomamos el desvío hacia Chinon y a la tónica rompepiernas. Después de varios días con esto los cuádriceps se están poniendo al nivel de culturista... pero la verdad es que se hace duro. Sobretodo porque la temperatura es más cercana a la esperable en andalucía que a la esperable en el norte de Europa.


A Chinon llegamos casi a la hora de comer. Es una llegada algo rara, pues llegamos directamente a un castillo que domina la región desde su altura, y que conviene visitar (si se desea pagar 15 euros, claro) antes de ir a la ciudad. ¿Por qué motivo? Pues porque para ir a la ciudad se ha de bajar una cuestecita que me fundió los frenos, y una vez abajo le das un vistazo y piensas a continuación que prefieres hacer la mili 3 veces antes que osar subirte eso con alforjas en agosto a las 14:00 horas. Barnabas dijo que él podía subir y con plato grande, pero Eli y yo nos lo miramos por encima de las gafas....

Una vez en Chinon es como regresar de golpe a la Edad Media. Todas las casas tienen un inconfundible aire medieval, y las calles son retorcidas y estrechas. Y llenas de cuestas. Está situada a los pies de una colina dominada por el castillo y si de golpe saliera un tipo a caballo y con armadura creo que nadie se sorperendería. Buscando una sombra, nos pusimos en un lateral de la iglesia de St. Jean y degustamos tranquilamente nuestro pan y queso. Y unos litros de agua. Vaya calor.


Como nos queda aún mucho de jornada por pedalear, decidimos irnos a Saumur y abandonamos Chinon. Desde las afueras la vista es aún mejor y paramos un ratito a zamparnos unos "haribos", sólo por ver la ciudad un rato más. Este nuevo tramo resulta agotador. No hay mucho rompepiernas, pero el cansancio de los días anteriores se hace notar, especialmente Eli y yo. Barnabas tiene uno de sus arrebatos flipantes y nos deja durante varios km muy por detrás de él. Además hace mucho calor. Con esto tengo una excusa perfecta para parar muchas veces, cosa que hago en Candes St. Martin y me dejan así visitar una iglesia románica muy particular en cuyo interior además está la tumba de San Martín. El santo ese que le dió la mitad de su capa a un mendigo... Franceses... Cómo se nota que ese santo es local, que en Hispania a nadie le hubiese llamado la atención semejante pamplina, que si San Martín hubiese sido ibérico le habría dado la capa entera. So tacaño, qué carajo quieres que haga un tipo con media capa? Un foulard? Por lo menos la iglesia valía mucho la pena por lo inhabitual de su arquitectura y adornos.



Como me van dejando parar de cuando en cuando logro superar el siguiente tramo de forma aceptable, y eso que un nuevo rompepiernas comienza a hacerse pesado. Subir, bajar, subir, bajar... y así kilómetros y kilómetros. El paisaje ofrece entretenimientos, como un molino de viento ciertamente curioso y casas excavadas en la piedra, troglodíticas pues, convertidas en elemento turístico, pero lo que más nos sorprende es al llegar a una bifurcación. El cansancio nos hace tomar la ruta al lado de río, teniendo que bajar desde las colinas que íbamos siguiendo de cúspide en cúspide, y de urbanización en urbanización. Al poco tiempo de comenzar a descender encotramos un montón de bodegas excavadas en la roca, que se pueden visitar completamente gratis. Y que no figuran en nuestra guía. Qué raro, o qué mierda de guía. Y estaban completamente organizadas para que el visitante no se extravíe y con numerosas placas con explicaciones sobre la razón de ser de cada elemento visitable. Una joyita, vaya, y justo antes de llegar a Saumur. Esta ciudad no nos ofrece nada espectacular salvo por el hecho de encontrar hotel a la primera. Cosa rara en estas tierras.



El chateaux no está mal, pero andamos ya algo saturados de castillos, y lo mejor acaba siendo un paseo que nos damos por calles sin luz hasta llegar a él, en lo alto de una colina. Una cenita de crepes y algunas quejas de Barnabas acerca de lo poco que le cunden y se nos ternina el día. Esto de las crepes tendrá su importancia en un par de entradas, je, je...

Biblioteca de Umberto Eco

Se podrá disfrutar en Bolonia. Al parecer estimó que podía ser difrutada así durante los próximos 90 años. Es su biblioteca personal, que te...