miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ruta ciclista por Bretagne


Ruta: La ruta la terminamos haciendo a trozos. Nuestra idea inicial era partir desde Dol de Bretagne, cerca de Mont Saint Michel (bueno, más o menos, está a unos 35 km), e ir recorriendo la costa hasta Morlaix. La realidad nos hizo comprender que en un paisaje tan lleno de rompepiernas ni de broma lográbamos terminar el recorrido a tiempo y coger el tren, asi que optamos por ir saltando algunos trozos mediante el tren. 

Etapas: Muy recomendable llevar la guía de Esterbauer. Con estea en la mano, nosotros nos decantamos por estas etapas:
1. Dol de Bretagne, Mont Dol. Esto en realidad esta a escasos 3 km, pero es donde habíamos pillado hotel invertimos toda la tarde en ir y volver al increíble Mont Saint Michel.  
2. De Mont Dol a Saint Malo, pasando por la costa. Paisajes increibles pero un desgaste fisico a la altura. 
3. De Saint Malo a Rennes en tren, luego a Saint Breuc y en ruta ciclista hasta Etables-sur-Mer. 
4. De Etables-sur-Mer a Paimpol, un pueblecito costero muy turístico. Rompepiernas constante. 
5. De Paimpol a Lannion en tren, y excursión hacia el sur siguiendo la costa. Día a medias de descanso y a medias de pedalada tranquila aprovechando que teníamos habitación para 2 días en Lannion.  
6. De Lannion a Lannion, en excursión circular pasando por Perros-Guirec y diversos lugares de interés turístico, muy típicos de Bretagne.  
7. Pasamos el día en Lannion y tomamos luego tren hacia Rennes, la cual visitamos como se merece y gozando la gastronomía local. 
8. Etapa casi circense enlazando trenes de tipo regional para poder llevar las bicis a Paris. Visitamos minimamente la ciudad y de regreso a Barcelona.

Precio aproximado: 663 euros/persona (incluyendo los gastos del billete de tren ida y vuelta). 

Características de la ruta: Dura. No solamente por el clima, frío al amanecer, niebla buena parte de las horas matutinas, sol del que pica luego y, sobretodo, viento, mucho viento que casi siempre nos venia de cara. Pero lo peor, los constantes rompepiernas que no parecían terminar nunca y que hacían la ruta lenta y muy fatigosa. Lo normal siguiendo una costa rocosa con playas impresionantes pero con carreteras que suponen cuestas infinitas para poder acceder a ellas. Acceder era lo fácil  continuar desde ellas suponía un esfuerzo de moral sin parangón en nuestros viajes anteriores, por el hecho de tener que mirar hacia muy arriba. Hay que mencionar que los indicadores de la ruta no eran muy claros a veces y en esta ocasión el GPS de Barnabas resultó ciertamente útil (si bien hay que decir que no lo sabe manejar demasiado bien...). En estas condiciones, los 420 Km inicialmente previstos para 6 días se nos hicieron imposibles, y si no es por los trenes de la zona, no demasiado buenos, por cierto, no acabamos la ruta ni de broma. Bueno, de hecho no la terminamos toda, pero optamos por no acabar la ruta antes de que la ruta acabase con nosotros.   

El tiempo es otra de las pegas de la región, pues resulta raro que no llueva en una semana entera, pero sacando a relucir mi proverbial suerte gozamos de un relativo buen tiempo para lo que es la zona. Que allí consideren un día soleado lo que en Hispania llamamos un día tirando a nublado, bueno, eso es otro tema. Por lo que a nosotros respecta, si no llueve, el resto ya nos vale. 

La ruta a veces no pasa por zonas específicas para cicloturistas, y vale la pena andarse con ojo: El francés medio no tiene nada que envidiar al siciliano medio en cuanto a conducir como cafres y respetar entre poco y nada al ciclista. Más de uno nos pasó realmente muy cerca al adelantarnos, casi sintendo el frío metal de su cafre-movil en el brazo o en el manillar. Fuimos testigos incluso de un accidente en que un anormal atropelló a 2 chavales en bici, y bajarse del coche a preocuparse de los desperfectos que estos le podían haber causado en el parachoques. Literal. Que nadie piense que exagero aquí. Hay que pensar que era la excepción y que evidentemente le faltaba más de un tornillo y muuuucho juicio, pero la prudencia nunca es poca.

Temas en cuanto a comunicación: Más vale que alguien de los que vayáis a ir hable francés, porque en inglés lo podéis llegar a pasar fatal. Nivel Ana Botella, o así. Eso sí, si ven que haces esfuerzo con el francés se muestran de lo más amable, y eso que los niveles de nacionalismo allí son altos y no tienen empacho ninguno en identificarse como bretones, y no como franceses. 

Equipaje: Imprescindible un impermeable o capelina, y protección solar, porque cuando el sol pega, la verdad es que pica.

Bicicleta: Nos llevamos la bicicleta desde casa en tren, como ya es habitual en nosotros. De Barcelona a Cerbere hay muchos trenes y una vez allí el Intercités de Nuit (un tipo de tren francés) hasta Paris Austerlitz. Paseíto por Paris en bici hasta Montparnasse, y  desde aquí hay muchos trenes hacia Bretagne. Ojo, aquí conviene ir con plaza reservada para bicis, porque esos son trenes casi todos tipo TGV y las plazas son limitadísimas. Se puede llegar en TER, otro tipo de tren equivalente a nuestros Cercanías, pero el latazo de transbordos y tiempo es considerable.

Para volver, hicimos el camino inverso en varios TER. De ahí nuestra sugerencia de ir con todo atado y bien atado porque el regreso se nos hizo eterno. Desde Austerlitz tomamos otro Intercités de Nuit a Port-Bou y Cerbere. Desde aquí hay múltiples trenes a Barcelona.

Experiencia: Excelente. Pese a la paliza considerable que nos metimos rompepiernas aquí y allá, es una ruta bonita por los paisajes tan diferentes que supone la zona y las mareas tan inhabituales para un habitante del Mediterráneo. La gente además es muy amable, y cuando saben que vienes desde tan al sur se muestran curiosos pero sin pasarse. No tuvimos además problemas para encontrar alojamiento, pues siempre había alguna cosa. Quizá a veces algo frustrante, pero siempre había algo. por si fuera necesario, en los servicios de información las ciudades algo grandes ayudan a conseguir alojamiento y son muy eficaces.

Lo mejor del camino: Los paisajes y la gastronomía. Esas costas rocosas son muy llamativas y llenas de vida, apenas fastidiadas por el exceso de turismo (británico sobretodo), pudiendo ver pájaros y fauna casi por doquier. Hay zonas feas de narices, en proximidades de puertos o industria, pero la ruta casi ni las toca. La arquitectura de las casitas de los pueblos es especial también, y sobretodo llama la atención lo difícil que resulta encontrar el centro de los pueblecitos costeros al estar todas las casas totalmente desperdigadas. De no ser por las iglesias, a veces no sabíamos si habíamos llegado o no a destino. A destacar, por cierto, las galletes, las crepes y, cómo no, el marisco. Era una tentación difícil de soportar después de un día duro de pedaleo. 

Lo peor del camino: Las constantes cuestas, arriba y abajo, todo el día con un iterativo rompepiernas que te dejaba molido. Barnabas aún podía tirar, pero el resto del planeta imagino que quedaban como yo: Reventados. Es imposible en estas condiciones plantearse una ruta tradicional con muchos Km, así que a mitad de viaje optamos por ir tirando con calma, hasta donde se llegue, y el resto completarlo en tren. Es como hacer trampa, pero a mí me vale, y al que no, pues ya sabe. 

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