
Define además el nombre, el verbo y el enunciado, y aísla de estos el apofántico, el que es susceptible de verificación o de falsación.
Para Aristóteles, todos los nombres y los verbos significan algo, por tanto, tienen un significado noético (mental), pero por sí mismos no dicen si ese significado está representado por un objeto real o no. La existencia/inexistencia la marca el verbo ser (o no ser).
Así, el carácter verificable/falsable de los enunciados apofánticos se da también por medio del verbo ser. Aristóteles concibe la verdad como existencia, por lo que tiene problemas con las aserciones de posibilidad y necesidad. No dispone de una diferenciación entre necesidad lógica y necesidad material que acaba salvando mediante el ser en potencia y el ser en acto.
Palntea en este libor el célebre paralelogramo de oposición entre los enunciados apofánticos, transmitido por la tradición escolástica:
- A: La aserción universal afirmativa.
- E: La universal negativa.
- I: La particular afirmativa.
- O: La particular negativa.
A tiene una oposición de contradicción con O
I tiene una oposición de contradicción con E
A tiene oposición de contrariedad (incompatibilidad) con E
I tiene relación de compatibilidad con O
A tiene relación de consecución (implicación) con I
E tiene relación de consecución con O
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