
Ello me lleva a recordar una breve y curiosa historia que Umberto Eco solía contar en sus cursos:
"Una mujer toma un taxi que debe llevarla al aeropuerto en plena noche. Por el camino el taxi se estropea y la mujer debe cruzar un bosque oscuro, a pie,
donde es asesinada".
Cuando Eco preguntaba quién tenía la culpa de la
muerte, la mayoría señalaba al que no iluminó el bosque, al que programó
los vuelos de noche, al taxista que la dejó ir sola, al mundo en que nos movemos que es terriblemente cruel, a la pobreza, a la xenofobia... Cuando yo leí la historia en un libro ahora probablemente lleno de polvo en la biblioteca del barrio (yo entonces era joven) me parecía increíble que nadie pensase en el verdadero culpable: El asesino. Obvio, pensaba yo. ¿Quién va a ser el culpable si no es el que lo hizo, el que la mató? Lo demás, lo que lo rodea, son sólo detalles circunstanciales. Hoy, con más experiencia en las espaldas, me sorprende lo inocente que era. Para qué dar explicaciones sencillas, si puedes liarlo todo hasta que nadie entienda nada, y ya de paso culpabilizar a todo el que se mueva. Así uno se reconforta en su propiadignidad de ofendido y justiciero, y, si se puede manipular lo suficiente, hasta puede uno lograr su propia y ridícula cuota de poder. Parafraseando a otro insigne inelectual (Forges): País!!!
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