Primera entrada del año, y la dedico a este personaje de la historia antigua de Roma que resulta ampliamente peculiar y merece un apartado. Era hijo de un campesino, así que tuvo que ganarse el puesto a pulso y contra criterio de los orgullosos patricios, siempre celosos de sus privilegios y atentando contra cualquiera que pudiese cuestionarlos. eran los tiempos de las luchas de clases en Roma. Lo que pasa es que en aquella época uno podía labrarse un futuro en el ejército, donde Mario, de fiero valor, fue subiendo poco a poco de graduación y completar el Cursus Honorum en todos sus puestos. Algo increíble para un Homo Novus. Su mayor logro fue en la guerra contra unos pueblos germánicos que invadieron Italia por aquella época.
Eran estos germanos unos pueblos que vivían hacia la costa báltica, más o menos. Nos los describen como fieros, de espesas melenas y barbas, gran estatura y vestidos como bárbaros, o sea, con pieles de animales. Se les conocía como Cimbrios y Teutones. tromando todo lo que tenían en grandes carros, con sus mujeres e hijos, y en masa fueron emigrando hacia el sur, guerreando contra cuantos estuviesen por medio. Los romanos, ante tal avalancha que les caía, sufrieron varias derrotas. Los historiadores clásicos hablan de cierta incompetencia asociada al mando de los patricios, que obtenían el cargo más por derecho de clase que por capacidad probada, pero el caso es que sí que unas cuantas negligencias podían achacarse a esto. Roma, entonces, se veía acosada y en gran peligro. Lo conocían como el "terror cíbbrico o teutónico". Cayo Mario, en esta tesitura, logró imponerse como cónsul durante 4 años seguidos, algo que en teoría iba contra la Ley pero que nadie logró cuestionar de forma clara.
Para lo que sí estaba dotado mario era para dirigir el ejército. Sus intrigas políticas nunca pudieron considerarse claras, enfrentado a los patricios pero sin ser claramente un "popularis". Pero en su elemento lograba formar ejércitos duros y eficaces, fortaleciendo la disciplina y compartiendo él mismo sus penalidades y trabajos, su rancho y sus esfuerzos. Como había hecho siempre. Tenía la idea de que las guerras "se ganan con los pies", y sometía a sus soldados ( y a él mismo) a grandes marchas a pie de decenas de Km. Sus soldados debían además caminar llevando todo su equipo a cuestas, armadura, lanzas, espada, puglium, vestimenta, material de cocina, 2 estacas para hacer el campamento y algunos otros pertrechos. Sus hombres eran conocidos como "las mulas de Mario", pero eso les convertía en soldados durísimos capaces de aguantar cualquier penalidad y de desplazarse con inusitada rapidez para un ejército principalemnte de infantería.
Una vez hecho esto, fue a buscar a los teutones a la Galia maridional, junto al Ródano, y les derrotó completamente. Nada puede una masa desordenada, por salvajes que sean sus miembros, contra un ejército consular bien entrenado.
Entretanto los Cimbrios cruzaron los Alpes y se plantaron ante Mario con exigencias de tierras y tratados. Poco tenían que hacer ante el duro general romano, quien les dio feroz batalla hasta alcanzar sus carros en barricada, donde hubo gran masacre. Allí combatieron, se nos dice, hasta las mujeres con palos y lanzas, y viedo la derrota trataron de matar a sus hijos echándolos a los pies de los caballos y estrangulándose a sí mismas con sus largos cabellos para escapar de la esclavitud y la deshonra.
Gracias a esta batalla se salvó la República, y Mario fue llamado "tercer fundador de Roma". A partir de aquí, Mario demostró lo que tantas veces se ha visto en esta tierra: El duro general no sirve para la paz. Se demostró como un político torpe y rudo que se ganó no pocos enemigos entre las clases altas por su origen, y entre los popularis por su inoperancia en las reformas que favoreciesen al pueblo. Pasaron así muchos años en que a Mario le corroía la ambición, pues según le había predicho una adivina sería cónsul 7 veces y deseaba ese honor que no le llegaba.
Su ocasión llegó cuando Roma se vio enfrentada a la Guerra con Mitrídates en el Ponto. Mario ambicionaba el cargo de cónsul para conducir la guerra, pero se vio frustrado cuando fue nombrado un antiguo legado suyo, Lucio Cornelio Sila. Un viejo conocido, y un viejo rival. Tal enfado cogió Mario que logró que la asamblea del pueblo anulase la decisión. Cuando Sila se enteró, marchó con su ejército desde la Campania hacia Roma. Un acto ilegal, pero no podía nadie plantar cara a un ejército y Mario decidió huir. Fue declarado enemigo del pueblo de Roma. Comenzó así la primera Guerra Civil.
Con penalidades inmensas, Mario vagaba por el Lacio logrando huir por los pelos, hasta que fue finalmente apresado. Aquí sucede uno de los episodios más curiosos de la historia clásica, pues encerrado en la cárcel de la ciudad más cercana decidieron los soldados de Sila ejecutarle. Para ello habrían enviado a un esclavo cimbrio a su celda. para matarle. Confiaban en el odio de un pueblo exterminado por el viejo general. Pero dicen que cuando entró en la celda espada en mano, Mario, lejos de amilanarse, gritó con voz atronadora: "Esclavo, ¿osarás matar a Cayo Mario?". Esto parece que funcionó como debía, pues el esclavo huyó, la plebe se enteró de lo que pasaba y le pusieron en libertad, dándole además los medios para huir a África del Norte. Entretanto, con la guerra civil se había reunido en Etruria una gran masa de huídos de Roma, fugitivos de las purgas de Sila. Mario, una vez Sila partió a la guerra del Ponto, se reunió con ellos y marchó a su vez contra Roma. Su venganza fue espantosa. El duro general permitió que durante 5 días sus soldados asolaran la ciudad matando y robando a los optimates y a sus enemigos. No hubo ningún proceso legal, simplemente una lista de gente que simplemente debía morir. Se cuenta que si alguien no saludaba a Mario cuando paseaba por las calles, era inmediatamente ejecutado. Probables habladurías y exagenraciones, pero dan cuenta de la masacre llevada a cabo. Y hecho esto, se hizo elegir cónsul, para cumplir con la profecía.
Finalmente, pues era ya muy anciano, murió tras unas fiebres. Se cuenta que en el delirium ocasionado por la fiebre se creía estar en Grecia luchando contra Sila, sentándose en la cama y dando voves de mando y gritos salvajes. Así murió Mario, el salvador de Roma.
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