Resulta curioso este tiempo en donde lograr un momento de soledad, de lograr un mínimo tiempo en que nadie perturbe lo que quiera hacer, es considerado como una conducta anormal. Tan mal visto como casi imposible de lograr con la enorme proliferación de facebooks, twitters, redes sociales en general. Aunque irónica suene la queja por parte de uno que escribe un blog. Pero uno no puee por menos que sonreír cuando me preguntan cuál es mi facebook o en qué red social debería andar metido y buscar la respuesta más adecuada sin llevar a mi interlocutor a pensar en mí como una epsecie de esquizoide por diagnosticar resulta a veces complicado. Pero mira, es que no me gusta la multitud. Bastante esfuerzo me cuesta mi propia individualidad como para abandonarla a merced de conceptos tan etéreos o difusos como puede ser esto de las redes sociales. Quizá es que se omite la singularidad del que quiere sencillamente algo distinto pero que ha de andar con tiento para no ser encasillado en lugares poco favorecedores en las valoraciones sociales. Las de la mayoría.
Pero buceando por ahí en la red resulta que tal vez no es una cosa tan rara. En palabras de Magris:
“En casa no puedo escribir, necesito aislamiento, y la cafetería es un aislamiento especial, es el sitio en el que la soledad se verifica en medio de los demás”.
Curioso alguien que logre encontrarse solo rodeado de gente, aunque ya escoge bien. En una cafetería. Voces y movimiento por doquier, pero dentro de un anonimato suficiente y con rincones discretos donde uno realmente puede buecar su soledad lejos de todos y junto a todos. Buscando una soledad en medio del bullicio. Magris sabe de fronteras y patrias y tiene vínculos fuertes con su
territorio, como en su querido café San Marcos, pero en sus libros confiesa que a pesar de todo, la
felicidad pasa por las palabras del sioux Alce Negro, para quien
cualquier lugar puede ser el centro del mundo porque por cada hierba
movida por el viento vale la pena perder el alma.