Fragmento de un artículo de José María Herrera:
El estudio del latín fue considerado durante siglos fundamental para la formación de la persona porque ponía en contacto con los clásicos y, por lo tanto, con los hombres más nobles y penetrantes de la historia. A medida que el entusiasmo por la cultura clásica comenzó a decaer, fenómeno asociado a la idea progresista de que el pasado es una fuente de errores, las lenguas antiguas dejaron de interesar. La idea de que el dominio de la lengua latina puede franquear el paso a otras virtudes (idea humanista que Stroh defiende ingenuamente) es más bien peregrina. Sin embargo, parece incuestionable que su conocimiento proporciona un saber gramatical muy superior al que proporcionan el estudio de las lenguas modernas. Un alumno español medio se pasa doce años de su vida estudiando lengua (la lengua española, la lengua inglesa o francesa y la de su comunidad) y nunca termina de aprender qué demonio es el complemento directo, algo que sabía cualquier alumno de primero de latín el primer día de clase.
El estudio del latín fue considerado durante siglos fundamental para la formación de la persona porque ponía en contacto con los clásicos y, por lo tanto, con los hombres más nobles y penetrantes de la historia. A medida que el entusiasmo por la cultura clásica comenzó a decaer, fenómeno asociado a la idea progresista de que el pasado es una fuente de errores, las lenguas antiguas dejaron de interesar. La idea de que el dominio de la lengua latina puede franquear el paso a otras virtudes (idea humanista que Stroh defiende ingenuamente) es más bien peregrina. Sin embargo, parece incuestionable que su conocimiento proporciona un saber gramatical muy superior al que proporcionan el estudio de las lenguas modernas. Un alumno español medio se pasa doce años de su vida estudiando lengua (la lengua española, la lengua inglesa o francesa y la de su comunidad) y nunca termina de aprender qué demonio es el complemento directo, algo que sabía cualquier alumno de primero de latín el primer día de clase.
Yo no soy partidario del complemento directo. Me parece absurdo que
los jóvenes se pasen la adolescencia analizando oraciones y sean luego
incapaces de redactar una carta o de entender un artículo. Si el sistema
educativo dependiera de mí eliminaría el estudio de las lenguas que ya
se saben (la española y la de la comunidad) y dedicaría ese tiempo a la
lectura y la escritura. Soy consciente, sin embargo, de que muy pocos
piensan esto. La prueba la tienen en que a nadie le extraña que la nueva
reforma educativa no toque la enseñanza de la lengua a pesar de ser una
de las causas que justifica su necesidad. A fin de evitar que los
chicos se pasen la mitad del horario escolar estudiando lengua y al
final no distingan el sujeto del predicado, lo que se propone ahora es
lo mismo que se viene proponiendo desde hace treinta años: Jugar con la
filosofía y la religión. De lo más lógico. A veces uno tiene la
impresión de que a nuestro sistema educativo le ocurre lo que a esa
gente que cuanto menos trabajo hace, menos tiempo libre tiene. ¡Qué
bueno sería si se adoptara en toda Europa la alternativa que sugiere
Stroh: convertir el latín en la lengua oficial de la comunidad y
olvidarnos un poco de todas las demás!
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