sábado, 31 de julio de 2010


Sacado de internet (cómo no...) un texto interesante sobre Magris y su "El Danubio".

«La auténtica literatura no es la que halaga al lector, confirmándole en sus prejuicios y en sus seguridades, sino la que le acosa y lo pone en dificultades, la que lo obliga a ajustar cuenta con su mundo y con sus certidumbres».

En un mundo administrado y organizado a escala planetaria, dice Magris, la aventura y el misterio parecen acabados. Sin embargo, el impulso de viajar no sabe de desazones y siempre hay más de un motivo para trasponer las fronteras del terruño doméstico. Moverse es mejor que nada, admite el escritor, quien pronto se desembaraza del desencanto que parecía anunciar en la página inicial de El Danubio y nos transmite la emoción del movimiento, invitándonos a seguir sus pasos a lo largo del río Danubio, en viaje realizado a mediados de los años 80 y que cubrió prácticamente toda su extensión, desde las proximidades de su nacimiento –en la Selva Negra alemana- hasta su desembocadura en el Mar Negro –en el litoral ucraniano, por entonces integrado en la URSS-.

Viaje en que Claudio Magris, reputado germanista y escritor italiano (Trieste, n. 1939), estuvo virtualmente acompañado por su inmenso bagaje intelectual, en el que destaca su profundo conocimiento de las letras alemanas y de la cultura danubiana. Así pues, en las páginas de El Danubio fluye el caudal de impresiones ocasionadas en el autor por lugares y gentes con los que, no inadvertidamente, topara durante su viaje, pero sobre todo consta una suerte de bitácora de su personal travesía por las aguas culturales e históricas del universo danubiano.

En efecto, de la mano de Magris efectuamos un recorrido por los vestigios y persistencias de Mitteleuropa (una idea de Europa central preñada de connotaciones que desbordan el ámbito de la sola geopolítica), en cuya gestación y desarrollo los factores germano y judaico fueran esenciales: «La cultura alemana, y con ella la judía, ha sido un coeficiente de unidad y de civilización en la Europa centro-oriental». El recorrido transita por variados registros y elementos de distinta monta: Desde sencillas anécdotas hasta episodios de gran alcance. El río Danubio aparece como mucho más que un simple accidente geográfico. Su papel es el de culminación y símbolo de una aspiración pluralista de convivencia entre los pueblos (la civilización danubiana o habsburguesa, «un mundo detrás de las naciones»), en contraposición con el particularismo y exclusivismo del nacionalismo alemán (simbólicamente representado por el Rhin).

Magris perfila la disputa entre dos paradigmas que han tenido al elemento germánico como vector fundamental, que en otras palabras es la disputa entre Austria y Prusia o entre los pretendidos destinos que signaron a los dos más importantes estados alemanes de la era moderna: Hacer de crisol de pueblos y de culturas en un imperio supranacional –la Austria de los Habsburgo- o de motor en la unificación alemana y, eventualmente, en la conformación de una Pangermania -la Prusia de los Hohenzollern-. Con todo lo de artificial que pudiese tener la disputa, Magris hace hincapié en la circunstancia de que la Mitteleuropa, en tanto ecumene danubiana, fue una realidad en la última etapa del Imperio de los Habsburgo. «Una tolerante convivencia comprensiblemente llorada después de su final»; realidad más valiosa aun si se la compara con la barbarie totalitaria que le sucedió.

El libro trasluce la admiración del autor por la cultura germánica, de la que enaltece su impulso universal, esto es, su capacidad de hacer de síntesis civilizadora. Para Magris, «los alemanes han sido los romanos de Mitteleuropa», imprimiendo «una civilización unitaria a un batiburrillo de estirpes diversas». Pero también transmite, el libro, el profundo recelo de su autor ante particularismos devenidos doctrina o bandera de lucha; factor éste que en manos del nazismo causó estragos de proporciones apocalípticas y que, luego de la Segunda Guerra Mundial, suscitó el éxodo o la expulsión del componente alemán de la Europa sudoriental. De ambos casos hay constancia en un texto de ribetes ensayísticos que, por demás, rezuma simpatía por el hombre común, tantas veces sacrificado a causas grandilocuentes.

Hay múltiples referencias culturales con las que –presumo- los lectores en castellano no siempre podemos estar familiarizados (piénsese en el caso de tradiciones literarias como la búlgara y la rumana); detalle que en ningún me ha parecido que reste interés al libro, sino todo lo contrario. Magris es un humanista ávido de conocimiento y de universalidad. De entre las muchas reflexiones que pueblan las páginas de El Danubio, rescato la crítica de la estandarizada altanería con que algunos posan de despreciadores de la estupidez de las masas:

«Quien habla de la estupidez general tiene que saber que no es inmune a ella, porque hasta Homero desciende del Olimpo de vez en cuando. […] Los grandes humoristas y los grandes cómicos, de Cervantes a Sterne o a Buster Keaton, nos hacen reír con la miseria humana porque también la descubren y en primer lugar en ellos mismos, y esta risa implacable implica una amorosa comprensión del destino común.»

-Claudio Magris, El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2004. 377 pp.

Grein

No me he resistido a buscar entre nuestras viejas fotos una que pudiera comparar el recorrido de 2009 con el de esos grabados de 1844. Y en Grein he conseguido una que se le asemeja bastante, salvo porque nuestra perspectiva está algo más enfocada hacia el pueblo de Grein que hacia la fortaleza. Pero avispados lectortes sabrán apreciar las sutilezas...

Grein en el grabado de Bartlett (1844).


Grein en nuestro viaje, como la fotografió Eli.

El punto desde el que se supone se "realizó" el grabado me temo que en la actualidad está ocupado por un puente que impedía la perspectiva como la de hace 150 años, y tampoco entonces conocía el grabado. Eli hizo la foto desde el cabo que se ve en el grabado entre Grein y las barcas. Si se amplía la imagen antigua vemos en realidad pocos cambios entre una y otra.


jueves, 15 de julio de 2010

Danubio

Navegando un poco por ahí me he encontrado con unos preciosos grabados que un amable blogero ha tenido el gusto de colgar para quien quiera verlos. Permite descargar unas preciosas ilustraciones de William Henry Bartlett y hace un breve resumen de un libro que espero encontrar alguna vez: The Danube: Its history, scenery, and topography 1844, de William Beattie. Unas de las más bonitas ilustraciones son las que voy a poner a continuación, de ciudades que he podido pasear por mi propio pie pudiendo ahora comprobar cuántos cambios se han dado desde entonces....


Passau en una panorámica excelente.



Nuevamente Passau, vista desde el Danubio navegando desde Linz.



Y cómo no, la bella Melk con la abadía al fondo
en una perspectiva que puede aún verse.




Por si a alguien le ingteresa, dejo la dirección del blog:

http://www.odisea2008.com/2009_05_01_archive.html

Signo


El clasicismo lo define de acuerdo con 3 variables:

El origen del enlace: Un signo puede ser natural (como un reflejo en un espejo designa lo que refleja) o de convención (una palabra puede significar una idea para un grupo de hombres).

El tipo de enlace: Un signo puede pertenecer al conjunto que designa (como la buena cara forma parte de la salud que manifiesta) o estar separado de él (como para las figuras del Antiguo testamento, que nos decían eran signos lejanos de le Encarnación y la Redención).

La certidumbre del enlace: Un signo puede ser tan constante que se esté seguro de su fidelidad (como la respiración señala la vida), o bien puede ser simplemente probable (como la palidez del embarazo).

Ninguna de estas clases de enlace implica necesariamente la similitud. el signo natural mismo no la exige: Los gritos son signos espontáneos, pero no análogos del miedo. Ese es el problema de la interpretación del signo.


viernes, 9 de julio de 2010

Templos del placer

Cualquiera que me conozca, ya imagina de qué voy a hablar. Pero por si acaso alguien que no me conozca pasa accidentalmente navegando por aquí (tampoco me miréis así, cosas más raras han pasado...), quizá deba aclarar que pienso hablar de libros. Y en esta ocasión, de sitios donde poder comprarlos.

Pese a que ya hace tiempo que no me molesto mucho buscando nuevas librerías en Barcino, que temo soy animal de costumbres, aún me concedo el placer de, en mis múltiples viajes, dejarme caer por alguna librería de viejo. En casi cada ciudad a la que he ido, una visita a una librería ha pasado a mi lista de visitas. Como muestra, pongo una fotografía de la que me queda pendiente en París: Shakespeare & Co. Aquí pongo la foto:

Esta pronto caerá en mis recuerdos... Pero si estoy escribiendo este ladrillo de verborrea inmisericorde es porque alguien ha decidido poner una lista de las librerías más bonitas del mundo, y esta librería figura entre ellas. Bueno, un aliciente más para verla, aunque iba a visitarla de todas formas. En esta lista salen librerías como la Altaïr en Barcino, la librería Galignani de París, la Tropismes en Bruselas, Acqua Alta en Venecia, 10 Corso Como en Milán, la Livraria Lello en Porto (esta se me escapó...), Selexyz Dominicanen en Maastrich... y tantas otras. La de Maastrich en concreto merece por sí misma una ojeada:




Pero quiero destacar un par. La primera de ellas me llamó la atención hace mucho tiempo cuando vagabundeaba sin demasiado rumbo por Boston: La Brattle Book Shop de Boston. Se trata de una librería para mí única, que en aquel momento creí hasta clandestina pues se localiza en un solar entre edificios vetustos y casi hasta sórdidos, pero que daban al conjunto de estantes, plagados de libros en todos los idiomas (y qué libros, madre mía, joyas de la literatura universal al alcance de todos los bolsillos) un entorno la mar de agradable. Donde se puede pasar sin darse cuenta varias horas de interesante divagación de estante en estante. Recuerdo volúmenes raros, mapas y postales antiguas... Pero el lugar nada tiene de clandestino. Es una de las cosas a destacar de Boston, ya desde 1825 y todo el mundo que acude a la ciudad va a visitarla, en pleno Down Town. Eli seguro que empieza con sus recuerdos... Os dejo una foto:



Y la otra que quiero destacar es la Atlantis Books, en la isla griega de Thera (Santorini). No tendría nada de especial, aparte de su localización, de no ser por 2 aspectos. Uno de ellos inofensivo, pues es sólo que es una casa típica griega abarrotada de libros por todos los rincones, teniendo las paredes por única ornamentación montones y más montones de adorables libros. Y el otro aspecto, peligroso sólo para mí, consiste en que quiero poner aquí esta foto a ver si por fin Eli se apiada de mí y se convence que en realidad las paredes así llenas quedan bonitas (aquí pondría un emoticono de sonrisa...). Si no logro convencerla con esta foto, no me quedará mas remedio que pasarme al libro electrónico. Eli, ten piedad de mí, no quiero caer en las garras de la electrónica....




Bueno, por si a alguien le interesa la lista, dejo el link de la lista esta de librerías:

http://www.linternaute.com/livre/magazine/les-plus-belles-librairies-du-monde/atlantis-books.shtml

Biblioteca de Umberto Eco

Se podrá disfrutar en Bolonia. Al parecer estimó que podía ser difrutada así durante los próximos 90 años. Es su biblioteca personal, que te...