lunes, 28 de julio de 2008

De viajeros y turistas.


Ha escrito un articulista de "El periódico" acerca del sentido del viaje. Del contraste entre en viajero y el turista. Este debate se pierde en la noche de los tiempos pues a nadie le gusta que le consideren un simple turista con el tono despectivo que siempre acompaña a este vocablo.

Es esta una discusión que también suelo tener, pues siempre me he considerado un viajero, pero en realidad, ¿qué diferencia a uno de otro? ¿En qué radica, sobre qué parámetro objetivo debo girar la mirada para poder diferenciar?. Dice en el artículo que Gilbert K. Chesterton escribió: "El viajero ve lo que ve; el turista ve lo que ha ido a ver". Así, concluye que la actitud es la que define al viajero: El turista siempre va con la guía en la mano, un programa apretado y deberes pendientes (museos, monumentos, catedrales, etcétera), mientras que el viajero se deja tentar por lo imprevisto y sabe improvisar sobre la marcha. Es decir: sabe ver lo que ve y no lo que ha ido a ver.

Dejo en la foto a uno de los más ilustres viajeros, Heródoto de Halicarnaso, quien viajó para disfrutar y para conocer, y escribió después para evitar que las gestas de los hombres cayeran en el olvido. Logró él así su propia inmortalidad. Tal vez el viajero se manifieste por llevar una libreta y un lápiz, y por los recuerdos que sepa después transcribir. Tal vez los pueda reconocer al mirar qué llevan en las manos, la cámara de fotos (eterno símbolo del turismo) o los dibujos realizados en el lugar elegido, hechos sin prisas con el deleite del tiempo que fluye sin importar su ritmo. O tal vez busque en las muñecas la ausencia de un reloj que estorbe el discurrir del viaje, o comprobar con delicia que el manido teléfono móvil tiene a bien permanecer olvidado en algún rincón.

Tours contratados y mucha planificación son parte de ese mundo del turista en ruta. A mí me gusta ir al lugar elegido, casi nunca defino el itinerario hasta que me encuentro ya físicamente allí, sin ataduras. Y si cambio de idea lo asumo, porque lo espontáneo es parte del viaje. Lo principal es disfrutar del trayecto, lograr ser un "homo viator". Recordando un poco a Kavafis:

Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.

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