sábado, 21 de noviembre de 2009

Apologistas



La filosofía no aparece en el cristianismo hasta el momento en que ciertos cristianos toman posición ante ella, para condenarla, para absorberla o para utilizarla con fines de apologética. El problema es que hay en esos primeros tiempos una clara oposición entre 2 visiones diferentes del mundo: La de los filósofos que buscan en la razón y la de los Padres de la Iglesia que hablan en nombre de una revelación. Algunos cristianos de la época, convertidos tardíamente tras una educación básicamente griega, condenaban la filosofía con bastante reticencia, pues su propia conversión les parecía el final de una búsqueda de Dios que iniciaron de la mano de los filósofos. Pero otros adoptaban un aposición eminentemente querulante. Así, desde el siglo II de la era cristiana, aparecen los padres apologistas o apologetas, conocidos así porque sus principales obras son apologías de la religión cristiana. Una apología, en sentido técnico, es un alegato jurídico, y sus obras son esencialemnte eso, alegatos para obtener de los emperadores el reconocimiento del derecho legal a existir dentro de un imperio oficialmente pagano.

De las 2 apologías más antiguas, ambas del 125, la de Quadrato no ha sido encontrada. Parece que se había apoyado en los milagros de Jesús y nada nos sugiere que tomase posición ante los filósofos.

Sí se conserva una traducción de la de Arístides, que contiene algunas tesis de inspiración filosófica. Arístides hace notar que todo el movimiento ordenado que reina en el universo obedece a una cierta necesidad, de donde concluye que el ordenador y autor de ese movimiento es Dios. Inmóvil, incomprensible e innombrable, este Dios envuelve con su poder el universo que ha creado. Ni los elementos ni los astros son divinidades. Sólo hay un Dios a quien todas las razas deben homenaje: Bárbaros, judíos, griegos y cristianos. La visión cristiana del universo queda fijada en sus líneas generales ya desde el siglo II, con un Dios único creador del universo como rasgo dominante. Esta fórmula de creación ex nihilo había de convertirse en el término técnico que todos los escritores cristianos emplearían para la creación.

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