Un breve viaje por París en primavera debía ser una travesía inolvidable.
Y reconozco que lo fue.
Ciudad de las Luces. Ciudad del amor. Y tantas y tantas líneas dedicadas a su belleza y a la emoción que se supone la rodean: "Bajo el puente Mirabeau fluye el Sena/ y en nuestros amores/ es preciso recordarlo/ el gozo sucedía a la pena".
Pero aún reconociendo la belleza indiscutible de la ciudad, la historia que rezuma de cada calle, la cocina deliciosa y la cualidad de sus cielos, debo indicar que también vi la ciudad de los turistas. La marabunta de guiris entre los cuales circulé, paseé, compartí espacios y vistas y disfruté de espacios únicos para la fotografía dan lugar a un bello recuerdo mezclado con momentos de terrible agobio dentro de una ingente multitud.
Las fotos dejan ver lo excelso de su estética. Pero mi mejor recuerdo es, como tantas otras veces, cuando huyo de la muchedumbre y dejo atrás aquellos manidos lugares para la foto que todo el mundo conoce y nos adentramos en el París de verdad, el que no está abarrotado de gente y se deja deslizar suavemente por entre calles de colores.
De todas formas, nos comportamos como turistas. Hicimos el trayecto obligado de peregrinación por la ciudad y los monumentos que todo el mundo sabe, y hasta tratamos de encontrar la mejor manera de que la preceptiva foto quedase lo mejor posible. Aunque eso fuera antes de salir de allí lo más rápido que pudimos. Dejaré que Barnabas ponga sus propias fotos, y sólo pondré una muestra en la que quedamos "interesantes":
Y reconozco que lo fue.
Ciudad de las Luces. Ciudad del amor. Y tantas y tantas líneas dedicadas a su belleza y a la emoción que se supone la rodean: "Bajo el puente Mirabeau fluye el Sena/ y en nuestros amores/ es preciso recordarlo/ el gozo sucedía a la pena".
Pero aún reconociendo la belleza indiscutible de la ciudad, la historia que rezuma de cada calle, la cocina deliciosa y la cualidad de sus cielos, debo indicar que también vi la ciudad de los turistas. La marabunta de guiris entre los cuales circulé, paseé, compartí espacios y vistas y disfruté de espacios únicos para la fotografía dan lugar a un bello recuerdo mezclado con momentos de terrible agobio dentro de una ingente multitud.
Las fotos dejan ver lo excelso de su estética. Pero mi mejor recuerdo es, como tantas otras veces, cuando huyo de la muchedumbre y dejo atrás aquellos manidos lugares para la foto que todo el mundo conoce y nos adentramos en el París de verdad, el que no está abarrotado de gente y se deja deslizar suavemente por entre calles de colores.
De todas formas, nos comportamos como turistas. Hicimos el trayecto obligado de peregrinación por la ciudad y los monumentos que todo el mundo sabe, y hasta tratamos de encontrar la mejor manera de que la preceptiva foto quedase lo mejor posible. Aunque eso fuera antes de salir de allí lo más rápido que pudimos. Dejaré que Barnabas ponga sus propias fotos, y sólo pondré una muestra en la que quedamos "interesantes":
Pero el viaje pretendía ser un recorrido subjetivo por los lugares rescatados de mis libros, con el melancólico Proust, las tribulaciones de Valjean, recuerdos de Verne, y mil más sacados incluso del recuerdo de las tragedias de 2 guerras narradas en millones de páginas de pura emoción y melancolía. Incluso los colores se apagan buscando a Rick de Casablanca en los aledaños de un café. Eso sí, hubo un sitio que muy pocos creo que visiten y sólo es para fanáticos freaks de eso que la gente llama baloncesto. Dos semanas atrás Basile ganó aquí su Euroleague. Y Eli, Barnabas y yo peregrinamos al Palais Omnisports de Paris Bercy, a hacernos una foto como está mandado. El recuerdo más alegre de mil vericuetos extraídos de las vidas, reales o inventadas, de otra gente en esta ciudad. Aquí el recuerdo era prácticamente mío. ¿Que os parezco un freak? Pues sí, ¿y qué?. Esa foto sí que vale bien una misa.
Yo no digo mi canción
Sino a quien conmigo va.
Sino a quien conmigo va.
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