El
sueño no es una situación pasiva ni una falta de vigilia, sino un estado activo
en el que tienen lugar cambios de las funciones corporales, además de
actividades mentales de enorme trascendencia para el equilibrio psíquico de
los individuos, durante el cual producen modificaciones hormonales,
bioquímicas, metabólicas y de temperatura imprescindibles para el buen
funcionamiento durante el día. Al cerrar los ojos entramos en la fase 1 del
sueño, denominada también somnolencia o tránsito entre la vigilia y el sueño.
En ella, el cuerpo inicia una distensión muscular (un tono inferior al de la
vigilia en reposo), movimientos oculares lentos y la respiración se vuelve
uniforme. En el EEG (electroencefalograma) se observa una actividad cerebral
más lenta que la que existía en vigilia, similar a la observada en la fase REM,
apareciendo diversos grados de actividad denominada alfa, que se corresponden a
unos 8-13 ciclos por segundo (cps).
Después de unos minutos en esta fase,
seguimos el descenso hacia la
denominada fase 2, donde las ondas cerebrales se lentifican algo más, con una
actividad en el EEG de poca amplitud y frecuencia mixta. También aparecen
puntas de sueño intermitentes (breves descargas de actividad EEG de 12 a 14 cps) y complejos k
(series de ondas que consisten en una pronunciada onda negativa de gran
amplitud seguida enseguida por una onda positiva)
Posteriormente, seguimos avanzando
hacia un sueño más profundo, que recibe el nombre de sueño lento o fases 3 y
4, en el que las ondas cerebrales son ya muy lentas, se precisan fuertes
estímulos acústicos o táctiles para despertarnos y predomina en la primera
mitad de la noche. Se caracteriza por una actividad EEG de gran amplitud y baja
frecuencia. En las fases 2, 3 y 4 no hay movimientos oculares y la actividad
EMG se mantiene a un nivel inferior al de la vigilia.
Este proceso suele durar
aproximadamente unos 60-70 minutos. Posteriormente ascendemos de nuevo hacía
una fase 2, para entrar en una nueva situación fisiológica que denominamos
fase REM, porque la característica de esta fase son los movimientos oculares
rápidos, (en inglés REM Rapid Eye
Movement). En el EEG se identifica un patrón de poca amplitud y frecuencia mixta
similar al de la fase 1 . El conjunto de estas cuatro fases (1, 2, 3 y 4 y REM)
se denomina ciclo, y suele tener una duración total de 90-100 minutos. Estos
ciclos se repiten en 4-5 ocasiones durante toda la noche y durante los mismos
se producen erecciones fisiológicas que nos sirven para descartar la presencia
de impotencia orgánica.
Durante la primera mitad de la noche pasamos
más tiempo en sueño profundo que en la segunda mitad, en la que predominan las
fases REM y 2.
A modo de resumen podríamos decir que las
peculiaridades que caracterizan un sueño normal son:
-
Siempre
nos dormimos en una fase 1. No podemos entrar directamente a una fase REM o a
un sueño muy profundo.
-
Las
fases 1, 2, 3, 4 y REM configuran lo que se conoce como un ciclo, que se repite
con una periodicidad de unos 90-100 minutos.
-
El
sueño más profundo sucede siempre en el primer tercio de la noche, y está
siempre ligado al inicio del sueño.
-
La
fase REM predomina hacia el final de la noche. Si nos despertamos en ella,
existe la posibilidad de recordar los sueños.
-
Durante
el sueño nocturno, entramos en vigilia cerca de un 2% del tiempo total, lo que
normalmente no recordamos al día siguiente.
El sueño experimenta
importantes cambios a lo largo del ciclo vital en el ser humano. Así, el sueño
en el recién nacido es de hasta 20 horas diarias, que disminuyen de forma lenta
a 13-14 a los 6-8 meses. Hacia los 3 meses logra un patrón circadiano que
recuerda al del adulto, con predominio de sueño hacia la noche. A los 2 años la
duración nocturna es de 12 horas, hacia los 10 años de 10 y en el adulto joven
de 8, con amplias variaciones entre distintos individuos. Al comienzo de la
vida los niños pasan directamente de vigilia a sueño REM, y desde el tercer mes
de vida, el sueño comienza con sueño NREM. Hacia el primer año se consolida una
clara diferenciación de las fases del sueño NREM, a la vez que se estabiliza la
duración del sueño REM, alrededor del 25% del tiempo dormido cada día, todo
ello es debido a la relativa inmadurez de las estructuras nerviosas que
controlan el sueño.
Durante la
adolescencia se produce una disminución importante del sueño de ondas lentas.
A medida que envejecemos, se produce una disminución lenta y gradual de la eficacia del sueño y del tiempo total de éste: Se vuelve más fragmentado y ligero. El sueño se modifica también en su estructura (fragmentación del sueño con aumento del número de despertares nocturnos, con importante disminución del sueño profundo y menor disminución del sueño REM que además se desplaza alas primeras horas del dormir). Y también se modifica su distribución temporal: El ritmo vigilia-sueño vuelve a ser polifásico y se produce un avance progresivo de fase (se acuestan antes y se levantan antes).
En los mayores de 65 años tiene lugar una mayor prevalencia de alteraciones del sueño (entre 25 y 50%). También pierde calidad, es más superficial, a la vez que aumenta la latencia del sueño y disminuye el tiempo total, aunque no es por la edad en sí misma sino por el grado relativo de salud personal. El deterioro de la calidad del sueño es paralelo al daño estructural y a la disfunción del SNC y una tendencia a despertarse más temprano de forma progresiva.
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