Hay una forma literaria llamada congeries, una secuencia de palabras o frases que
significan lo mismo, y en la que la misma idea se reproduce de manera muy
numerosa. Y yo tengo un discurso latino que me es muy querido que es un enorme exponente de esto, dentro de un principio conocido como «amplificación oratoria»: Es el famoso primer discurso de Cicerón contra Catilina en el Senado
romano (63 a.C):
«¿Hasta cuándo has de abusar de nuestra paciencia, Catilina?
¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos? ¿A qué extremos se
arrojará tu desenfrenada audacia? ¿No te arredran ni la nocturna guardia del
Palatino, ni la vigilancia en la ciudad, ni la alarma del pueblo, ni el acuerdo
de todos los hombres honrados, ni este protegidísimo lugar donde el Senado se
reúne, ni las miradas y semblantes de todos los senadores? ¿No comprendes que
tus designios están descubiertos? ¿No ves tu conjuración fracasada por
conocerla ya todos? Lo que hiciste en la noche próxima, en la anterior, dónde
estabas, a los que convocaste, qué decisiones tomaste, ¿quién
de nosotros crees que lo ignora? ¡Oh tiempos, oh costumbres! El
Senado se da cuenta de estas cosas, el cónsul lo ve; este sin
embargo vive. ¿Vive? incluso todavía más viene al senado, se
hace partícipe del consejo público tacha y señala con sus ojos
para la muerte a cada uno de nosotros. Sin embargo, nosotros,
varones fuertes, creemos beneficiar a la República si evitamos
el furor y la armas de ése. Catilina, convenía ya hace tiempo
que tú fueras conducido a la muerte por mandato del cónsul, que
la ruina que tu maquinas contra todos nosotros ya desde hace
tiempo se vuelva contra tí. ¿Acaso Publio Escipión, varón muy
ilustre, pontífice máximo, mató como particular a Tiberio
Graco que amenazaba ligeramente el estado de la república: Y
nosotros, consules, vamos a soportar a Catilina, que desea
devastar el orbe de la tierra con la muerte e incendios? pues
omito aquellas cosas demasiado antiguas, que Cayo Servilio Ahala
mató con su propia mano a Espurio Melio, que era aficionado a
asuntos nuevos. Existió, existió en otros tiempos en esta
república una virtud, la de que los hombres valerosos atajaran
al ciudadano pernicioso con suplicios mas duros que al enemigo
más cruel. Tenemos un decreto del Senado contra tí, Catilina,
vehemente y serio; no falta a la república ni consejo ni
autoridad de este orden: nosotros, nosotros, los digo
abiertamente, los consules somos los que faltamos.»
Dejo la forma en latín que es fabulosa:
Quosque tandem abutere, Catilina,
patientia nostra? quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? quem
ad finem sese effrenata iactabit audacia? nihilne te nocturnum
praesidium Palatii, nihil urbis vigiliae, nihil timor populi,
nihil concursus bonorum omnium, nihil hic munitissimus habendi
senatus locus, nihil horum ora vultusque moverunt? patere tua
consilia non sentis, constrictam iam horum omnium scientia teneri
coniurationem tuam non vides? quid proxima, quid superiore nocte
egeris, ubi fueris, quos convocaveris, quid consilii ceperis,
quem nostrum ignorare arbitraris? O tempora, o mores! senatus
haec intellegit, consul videt; hic tamen vivit. Vivit? immo vero
etiam in seantum venit, fit publici consilii particeps, notat et
designat oculis ad caedem unumquemque nostrum. Nos autem fortes
viri satisfacere rei publicae videmur, si istius furorem ac tela
vitemus. Ad mortem te, Catilina, duci iussu consulis iam pridem
oportebat, in te conferri pestem, quam tu in nos omnes iam diu
machinaris. An vero vir amplitissimus, P. Scipio, pontifex
maximus, Ti. Gracchum mediocriter labefactantem statum rei
publicae privatus interfecit: Catilinam, orbem terrae caede atque
incendiis vastare cupientem, nos consules perferemus? nam illa
nimis antiqua praetereo, quod C. Servilius Ahala Sp. Maelium
novis rebus studentem manu sua occidit. Fuit, fuit ista quondam
in hac re publica virtus, ut viri fortes acrioribus supliciis
civem perniciosum quam acerbissimum hostem coercerent. Habemus
senatus consultum in te, Catilina, vehemens et grave; non deest
rei publicae consilium neque auctoritas huius ordinis: nos, nos,
dico aperte, consules desumus.