Hoy se acabó por fin la dichosa Eurocopa. Tostonazo de balompié todo lo que lleva de verano, pero todo puede tener su lado bueno. En pleno partido de la final, salgo a tirar la basura. No había nadie en la calle. Delicia de ciudad esta cuando se encuentra vacía y ninguna plebe me atormenta con sus vaivenes. Qué lástima que dure tan poco rato. Y luego hay que soportar las celebraciones, suavizadas al menos porque en parte comparto la victoria. No dejan de ser conciudadanos.
Luego me han atormentado por internet. Lleno a reventar de páginas eternas sobre balompié. Puedo evitarlo sólo en parte, porque no me he adscrito a ninguna red social de intercambio de mediocridad, pero internet comienza a resultarme antipática (curiosa ironía escribiendo un blog, por otra parte). Aún así puede ser útil si se sabe cómo utilizar, si uno sabe qué sitios y bancos de datos son de
confianza. Puede ser así prácticoy ahorrarme esfuerzos otrora largos, y me ahorra espacio en la biblioteca.
Pero diría que sólo cuando se tiene una cierta riqueza de conocimientos se puede aprovechar Internet. A quien no disponga de mínimas base le pasa como a Tántalo, que muere de hambre y sed rodeado de cuantísimas viandas. En ese sentido, la televisión
era útil para el ignorante, porque seleccionaba la información que él
podría precisar, aunque fuera información estúpida. Internet es un
peligro para el ignorante porque no filtra nada. Solo es buena para
quien ya conoce y sabe dónde está el conocimiento. A largo plazo, el
resultado pedagógico será dramático. Veremos multitudes de ignorantes
usando Internet para las estupideces más diversas: juegos,
conversaciones banales y búsqueda de noticias irrelevantes.
En fin, mejor me dedico a vagabundear a mi modo abstrayéndome en lo que pueda de tanto balompié. A veces me deja cosas curiosas, como esta frase de C. Magris:
"A menudo olvidamos ese apego a la capacidad de sentirnos satisfechos y alegrarnos de aquello que hace encantador el transcurso del tiempo: mirar, pasear, construir, leer, sentarse a la mesa entre seres queridos, hablar, encontrarse, amar, ser amigos. Quien tiene todo esto es un privilegiado y debe saber que lo es, debe ser consciente de que su felicidad es ese fluir, consueto y normal pero siempre nuevo, de las horas de cada día".
"A menudo olvidamos ese apego a la capacidad de sentirnos satisfechos y alegrarnos de aquello que hace encantador el transcurso del tiempo: mirar, pasear, construir, leer, sentarse a la mesa entre seres queridos, hablar, encontrarse, amar, ser amigos. Quien tiene todo esto es un privilegiado y debe saber que lo es, debe ser consciente de que su felicidad es ese fluir, consueto y normal pero siempre nuevo, de las horas de cada día".
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