domingo, 7 de julio de 2013

Pues resultará que lo de ser friki no es tan malo.



Viviendo los tiempos que corren, a uno le quedan pocas opciones para desbancarse de la corriente de "lo normal". Uno ha de situarse como buenamente pueda dentro de las corrientes mayoritarias de pensamiento so pena de convertirse en un paria viviente en cualquier esquema social que se precie. Piensa diferente, y contempla el rechazo de tus iguales, parece que reza el dogma. Qué remedio queda, uno debe pasar a pensar lo que indica la mayoría o atenerse a las consecuencias.

El problema es cuando quizá ese grupúsculo social tiende a magnificarse y resulta al final casi imposible optar por reflexiones propias, puesto que entonces asalta la ira de los contertulios y, ironías curiosas de estas situaciones, haber reflexionado y optado por conclusiones diferentes (al menos a las que ofrecen masticadas los mass media), sólo conlleva la burla del otro y miradas de conmiseración ante lo que piensan un completo mastuerzo que no piensa como los demás. Últimamente el tema anda sobre economías y naciones. Con los segundos, poco tengo que pensar. No me gustan las naciones. Ni los conceptos que entrañan. Bastante esfuerzo me cuesta un mínimo de individualidad como para renunciar alegremente a él en aras de un concepto atávico que ha traído más desgracias que alegrías a la humanidad. Por mi parte se pueden quedar con la discusión hasta que se harten, pero de tan manido que lo tienen lo encuentro hasta en la sopa, y en la TV que no hablan ya de otra cosa.

Y en cuanto al primero de los temas, la dichosa economía, comienza a hartarme. Desde el mismo momento en que este conocimiento en torno al dinero comienza a autodenominarse ciencia, y son incapaces de realizar la más mínima predicción salvo a nivel retrospectivo, mi desprecio comienza a incrementarse. Pero que encima me la pretendan meter en toda decisión, sea del tipo que sea ya es para dimitir de la humanidad y pedir que me busquen sólo cuando se decida emigrar a Saturno. Ya es bastante abyecto que se dé por hecho que cualquier reflexión y entendimiento es perjudicial para el ciudadano. Yo ya entiendo que un imbécil sin conocimiento es más manipulable que alguien que no decide nunca así a bote pronto, irreflexivamente y de forma impulsiva. Ya comprendo que resulta cómodo aludir a argumentos emocionales, fácilmente manipulables, pero que encima me lo vendan como decisiones adecuadas en base a la economía, eso ya es considerarnos directamente estúpidos y pretender no disimularlo.

Y así aplican la máxima que repetir 1000 veces algo, lo convierte en verdad. Cosa curiosa respaldada además por estudios sobre el cerebro y el entendimiento humano. El resultado a palicar en esta ecuación es facil: Diga usted sandeces, busque algo que suene a economía para cuadrar un argumento (da igual si tiene sentido o no), procure que la mayoría lo crea a base de ponerlo a diario en los medios, usa palabras en inglés, que suenan más guay (o cool) y sobretodo que aborrezcan a cualquiera que discrepe (en forma de burla cruel de cualquiera que dicrepe, por mucho que pued tener hasta razón). Es la forma ideal de encontrarte en medio de humanos con la sensación de ver rebaños de vulgaridad que presumen de exclusividad para masas, sin darse cuenta de la contradicción, o que hablen de emprendeduría sin darse cuenta que el Estado les saca de su bienestar a base de alabarles por la inconsciencia de jugarse el pecunio propio sin red de seguridad y sacando lastre de las cuentas públicas (no olvidarse de llamarlo entrepreneurship, que también es más cool, pero joder, que es el "autónomo" de toda la vida, pero supongo que el nombre este no tiene nada de cool...).

Pero el mundo está lleno de frikis. Gente acostumbrada desde niño  pensar diferente.  Y a ser lógicamente marginados. Quizá no resulte tan malo después de todo, puesto que permite al menos poder mostrar indiferencia por este absurdo sistema de recompensas a la mediocridad. Y yo tengo claro que el hecho de que te guste la historia y la literatura es y será nadar siempre a contracorriente. Comprobado en mil sitios por los que he estado a la que se dan cuenta de mis gustos. Somos unos bichos raros, unos estrafalarios, incompensibles para el común de los mortales que te pueda interesar leer libros en latín y no mejorar tu inglés, el idioma en que se escriben los artículos de economía y que sirve para manejarte en la Bolsa. Somos unos pringados que se ilusionan viendo cuatro piedras tiradas por el suelo, arrumbadas de cualquier manera y que vamos contra el progreso, con la de urbanizaciones que se podrían consruir allí (jodidos esos antiguos, siempre dando la lata al poner sus edificios en los mejores lugares, cómo revientan con sus malas artes para impediros a los demás poner adosados con vistas cojonudas y seguir con eso del entrepreneurshipismo ladrillero). Somos unos colgados que se estremecen recitando versos de autores desaparecidos hace milenios y que hacen gastar al estado millones en cosas de "cultura" que no interesan a nadie. Somos gente que disfruta del tiempo pasado en una biblioteca, por tanto, bichos raros que no merecen respirar el mismo aire que el común de los mortales, que prefiere mejor pasar ese tiempo dedicado a actividades tan maravillosas como un botellón justo delante de la misma biblioteca (dónde vamos a parar):



(Por si alguno pensaba que era una metáfora)



Y, sobre todo, lo de las piedras. Vamos que tiene guasa eso de viajar a ver piedras, con lo a gusto que se está tirado a la bartola en la piscina del Resort, donde te sirven mojitos gratis y sin esfuerzo, y sólo por llevar puesta una pulserita. O comiéndote en el chiringuito unas gambas, que de rojas tienen solamente los polvos que le echaron en el chino, donde las compraron en tiempos de Confucio. Eso sí son unas vacaciones, y no la mierda-ruinas  esas que dan pena verlas de los rotas que están.

Bien pensado, quizá sí valga la pensa eso de ser friki. Por lo menos lo que hago lo hago porque yo lo quiero. No porque nadie piense que es lo que yo quiero. 

Para acabar, una anécdota de arístides Mínguez que creo vale la pena para ilustrar:
 
Luego, pasa lo que pasa. Como cuentan que le sucedió a un pobre y “honesto” vecino de mi pueblo, hombre cabal y trabajador, hecho a sí mismo y forrado a millones porque supo escalar, en un solo peldaño, de maestro de obras a promotor inmobiliario. Y retirarse a tiempo antes del estallido de la burbuja. Para que no lo tildaran de “paleto o cateto” se apuntó a un viaje cultural a Atenas.

Tras visitar el pedazo de roca esa a la que decían la Necrópolis, allá en todo lo alto, con el sol cayendo a pico y espuertas, acordándose de lo bien que estaría tomándose ahora en su playa. ¡Vamos, que después de la ‘panzá’ de subir, sudando a chorros y encontrarse con un puñado de piedras y columnas tiradas de eso que llaman el Paredón! Todo lleno de grúas, pero sin un solo albañil encaramado al andamio.

El guía estaba entusiasmado, hablándole de no sé qué santa Tenea a la que le iban a hacer una estatua de marfil y oro de doce metros de alta. ¡Vaya con los griegos! Luego dicen que están en crisis, pero les pasa como a los españoles que para sacar panza poniendo enjoyada a su virgen no escatiman.

Así, acalorado hasta la extenuación, hubo de soportar, encima, que el guía le preguntara emocionado qué le había parecido la visita al Partenón. Para quitárselo de encima y evitar que le siguiera dando la tabarra con más historias de esos griegos, le soltó la primera respuesta de compromiso que le vino a la mente: “Está muy bien, muy bonito todo, pero seguro que quedará precioso cuando acaben con las obras y pongan todas las piedras en su sitio. Entonces sí que merecería la pena volver a verlo ‘tó’ entero. Es más, me contratan a mí, me traigo a una cuadrilla de mis indios y mis moros y lo rematamos en un pis pas”. Doy fe de que es verdad o, al menos, como tal me lo contaron.

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