He encontrado navegando por ahí una breve reseña que Eco hizo al respecto de su famosa aseveración de que Internet está lleno de idiotas. Parece que no le debió gustar demasiado que se lanzasen hordas de navegantes a criticar sus palabras, por lo que las matizó y expuso de mejor manera. Las dejo por si a alguien le da curiosidad leerlas. Siempre vale la pena.
Los necios y la prensa responsable
Me he divertido mucho con el tema de los necios de la Web.
Para quienes no lo hayan seguido, salió online y en algunos periódicos
que en el curso de una denominada lectio magistralis en Turín, yo habría dicho que la Web está llena de necios. Es falso. La lectio trataba
de un argumento completamente distinto, pero eso nos dice cómo entre
periódicos e internet las noticias circulan y se deforman.
El asunto de los necios salió en una rueda de prensa
sucesiva durante la cual, respondiendo ya no sé a qué pregunta, hice una
observación de puro sentido común. Admitiendo que entre los siete mil
millones de habitantes del planeta haya una dosis inevitable de necios,
muchísimos de ellos antaño comunicaban sus desvaríos a sus íntimos o a
sus amigos del bar, y de este modo sus opiniones quedaban limitadas a un
círculo restringido. Ahora una consistente cantidad de estas personas
tienen la posibilidad de expresar las propias opiniones en las redes
sociales. Por lo tanto, esas opiniones alcanzan audiencias altísimas, y
se confunden con muchas otras expresadas por personas razonables.
Nótese que en mi noción de necio no había connotaciones
racistas. Nadie es necio de profesión (salvo excepciones), pero una
persona que es un excelente tendero, un excelente cirujano, un excelente
empleado de banco puede decir estupideces sobre argumentos de los
cuales no es competente, o sobre los que no ha razonado bastante. Entre
otras cosas porque las reacciones en internet se hacen en caliente, sin
que dé tiempo de reflexionar.
Es justo que la red permita expresarse también a los que no
dicen cosas sensatas, pero el exceso de tonterías atasca las líneas. Y
algunas reacciones desmedidas que he visto en la red confirman mi más
que razonable tesis. Incluso alguien había referido que yo opinaba que
en la red tienen la misma evidencia las opiniones de un tonto y las de
un premio Nobel, e inmediatamente se difundió viralmente una inútil
discusión sobre si yo había recibido el premio Nobel o no. Sin que nadie
fuera a consultar la Wikipedia. Esto para decir lo inclinados que
estamos a hablar al tuntún. En cualquier caso, ahora se puede
cuantificar el número de los necios: son 300 millones como mínimo. En
efecto, parece ser que en los últimos tiempos la Wikipedia ha perdido
300 millones de usuarios. Todos ellos navegantes que ya no usan la Web
para encontrar informaciones, sino que prefieren estar en línea para
charlar (tal vez al buen tuntún) con sus pares.
Un usuario normal de la red debería ser capaz de distinguir
ideas inconexas de ideas bien articuladas, pero no siempre es así, y
aquí surge el problema del filtro, que no concierne solo a las opiniones
expresadas en los diversos blogs o vía Twitter, sino que es una
cuestión dramáticamente urgente para todos los sitios Web, donde
(quisiera ver quién protesta ahora negándolo) se pueden encontrar tanto
cosas fidedignas e utilísimas, como vaniloquios de todo tipo, denuncias
de conspiraciones inexistentes, negacionismos, racismos, o también
noticias culturalmente falsas, imprecisas, embarulladas.
¿Cómo filtrar? Cada uno de nosotros es capaz de filtrar
cuando consulta sitios que conciernen a temas de su competencia, pero
yo, por ejemplo, me vería en un aprieto a la hora de establecer si un
sitio sobre la teoría de cuerdas me dice cosas correctas o no. Ni
siquiera la escuela puede educar al filtro porque también los profesores
se hallan en mis mismas condiciones, y un profesor de griego se puede
encontrar indefenso ante un sitio que habla de la teoría de las
catástrofes, o incluso tan solo de la guerra de los Treinta Años.
Queda una sola solución. Los periódicos a menudo son
víctimas de la red, porque de ella sacan noticias, algunas veces
leyendas, dando voz por lo tanto a su mayor competidor, y al hacerlo
siempre llevan dos días retraso sobre internet. En cambio, deberían
dedicar por lo menos dos páginas al día al análisis de sitios Web (tal y
como se hacen reseñas de libros o de películas) indicando los sitios
virtuosos y señalando los que transmiten bulos o imprecisiones. Sería un
inmenso servicio al público y quizá también un motivo para que muchos
navegantes de la red, que han empezado a dejar de lado los periódicos,
vuelvan a hojearlos a diario.
Por supuesto, para acometer esta empresa un periódico
necesitará un equipo de analistas, muchos de los cuales habrá que ir a
buscarlos fuera de la redacción. Se trata de una empresa sin duda cara,
pero sería culturalmente preciosa, y marcaría el principio de una nueva
función de la prensa.
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