sábado, 20 de noviembre de 2010

Microcosmos


Otro pedacito de la red que no quiero perder trata de este otro libro de Magris, Microcosmos. Es un libro espléndido, lleno de vida, de melancolía, de nostalgia a la manera de los griegos, cuando esta palabra significa "dolor del retorno"; Aquella nostalgia vital de quien consiguió poseer completamente cada momento de su vida; La nostalgia especial que es deseo de doloroso del retorno, embrujo de la ausencia; Aquella que revela la densidad del ser, que sin ella se hace añicos y se pierde en los pequeños asuntos cotidianos sin importancia. Es esta la nostalgia que Magris expresa tantas veces en sus libros, la que nada tiene que ver con posturas sentimentales elegíacas, que son totalmente ajenas a él, ya que nunca se trata de nostalgia del pasado sino más bien una nostalgia vital porque se proyecta hacia el futuro. Envidiable su capacidad para conseguir que se alimenten de la vida del autor todos los personajes, muchas veces desconocidos para el lector, que asoman a escena. Extraordinaria y admirablemente serena la presencia de Marisa, la mujer de Magris quien, desde la dedicatoria hasta la última página impregna con el calor de sus gestos cada momento, cada rincón de la vida vivida junto al escritor, lo que él nos transmite mediante el relato y la descripción. Los lugares decritos, o mejor, narrados a través de las vivencias parecen más sugestivos y encantados también a los ojos de quien ya los conoció y los amó por su cuenta. Encantados en el sentido de atesoramiento de huellas múltiples y sedimentadas de miradas, afectos, gestos y vidas que se van dejando en los lugares amados y que estamos seguros de volver a encontrar, intactos e incluso enriquecidos con el paso del tiempo. El tiempo en esta novela no es el tiempo que consume y se consume, sino aquel que construye, estratifica y no se agota, y que vuelve a renacer, originario y vital, en el limo de los Microcosmos. La multitud que alberga el último rincón del libro, multitud de miradas, de presencias, de emociones sutiles y perturbadoras, es la misma multitud de los lugares, gestos e imágenes que encontramos a lo largo del recorrido de toda la obra de Magris. Para dibujar el mundo exterior, piensa Magris que hace falta conocerlo, y que sólo se conoce cuando se le atraviesa una y otra vez. Lo que había conocido en una apariencia fragmentada y dividida por numerosas fronteras le parece al final totalmente familiar, mirado ya en su conjunto. Las fronteras han desaparecido y el viaje se ha cumplido. Las fronteras las ponen sólo los miedos y el viaje es quien permite romperlas definitivamente. Por eso la escritura de Magris es un constante cruce de fronteras: Las de los recuerdos, las de la vida. Y mientras en el Danubio atravesaba las fronteras siguiendo al gran río, en Microcosmos busca lugares circunscritos, cada vez más pequeños.
Con El Danubio (1986), ensayo-río, hizo del viaje fluvial una manera de componer con ideas el sitio para las ciudades, los libros y los artistas. En Microcosmos Magris insiste: "Si la identidad es el producto de un querer, es la negación de sí misma, porque es el gesto de uno que quiere ser algo que evidentemente no es y por lo tanto quiere ser distinto de sí mismo, desnaturalizarse, mestizarse." Nos sirve de guía en el descubrimiento de lugares concretos, cada vez más reducidos. Desde la descripción del paisaje incluso en sus detalles más imperceptibles hasta el relato de las existencias mínimas o grandes, de los destinos, de las pasiones, de las cómicas o trágicas vicisitudes que lo han marcado, emerge una narración errática y fluctuante, que sigue su propio recorrido oculto, como la corriente de un río. Cada uno de esos mundos tan distintos que, sin embargo, se reflejan y se integran en la parábola de una existencia vive en la presencia simultánea de presente y pasado, en la epifanía del instante y de la memoria, de horas fugitivas o de siglos lejanos. Son protagonistas los hombres, pero también los animales, los habitantes del café o de las islas, el oso del Monte Nevado y el perro abandonado en la laguna, revolucionarios indómitos y olvidados, andanzas y delirios de figuras que perdieron su existencia como una partida de cartas. Son protagonistas también las piedras y las olas, la nieve y la arena, las fronteras, la presencia de un ser amado, una inflexión de voz o un gesto quizás inconsciente... Diversos hilos conductores tejen la trama de este libro y acompañan al lector, como imágenes o figuras recurrentes. Las relaciones entre paisajes y sentido del tiempo, la identidad y su incertidumbre, el amor, el continuo atravesar toda clase de límites, la sombra de la muerte. Afloran, jalonando esta exploración enraizada en el presente con un sentido de lo efímero y a la vez de lo eterno, las imágenes de Medea y del viaje de los argonautas. Y se dibuja apenas esbozada la historia del oculto y mimético personaje que las recorre, descubriendo en ellas su propio rostro, el significado o perfil de su propia existencia, de su propia lábil y apasionada travesía sobre la tierra

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