sábado, 18 de junio de 2011

Lógica medieval: Boecio y los Universales


Un pequeño fragmento refrito de varios textos (muy medieval en sí...) para dar más nociones del inicio de las discusiones más conocidas de la filosofía medieval:

Boecio es un escritor latino, por más que fuera perfectamente capaz de leer directamente del griego. Así que escribe en latín y toma vocablos del latín clásico como ejemplos de signos, y sigue a Aristóteles reconociendo que tales signos sólo son significativos en cuanto que se hallan convencionalmente conectados con conceptos que por su parte serían signos naturales. Y así hace suya la distinción de Porfirio entre nombres:
  • De primera imposición: Nombres que designan entidades extralingüísticas.
  • De segunda imposición: Nombres que designan otros nombres.
Y juzga que los de segunda imposición pertenecen a los gramáticos. La filosofía habría ganado claridad si Aristóteles se hubiese esforzado un poco más en precisar lo que deseaba decir acerca de las palabras, y lo que deseaba decir acerca de las cosas. Cuando afirma:

El individuo hombre existe en la especie hombre y el género de la especie es animal.

Parece dar a entender que los hombres singulares ejemplifican la especie humana, la pertenencia a la cual viene indicada por medio de la aplicación de la palabra "hombre", y que otro tanto ocurre con el género animal. Pero también puede entenderse como que existe una especie "hombre" y un género "animal", e incluso llega acaracterizar a hombre y animal como sustancias segundas. Y mediante Boecio, que fue el transmisor de esto a la Edad Media, surgirán considerables quebraderos de cabeza acerca de los Universales, que tanto conturbaron a los filósofos medievales. El pasaje más influyente de Boecio a este respecto nos dice que:

En cuanto al género y la especie, pido me sea excusado discutir ahora la cuestión de si existen en realidad o tienen lugar única y exclusivamente en nuestros pensamientos, y si, en caso de que existan, habrán de ser corpóreos o incorpóreos, separados de las cosas sensibles o incardiandos en las mismas y dependientes de ellas. Pues se trata de una cuestión notablemente árdua que requiere de otra investigación más detallada.

Según su doctrina, los uinversales subsisten en las cosas sensibles y corpóreas, aunque en sí mismos sean incorpóreos y separables de estas últimas en el pensamiento: Una especie o un género no es sino una semejanza entre individuos que la mente puede extraer a partir de éstos. Nos dice que este es el punto de vista aristotélico pero sin zanjar la cuestión de forma definitiva. En la historia de la cultura occidental la obra de Boecio reviste importancia por haber sido escrita en el ocaso de la cultura clásica, antes de que los bárbaros (y la propia deriva de la mentalidad de los últimos romanos, cada vez más abandonados al siglo) liquidasen la refinada ilustración que hasta entonces había existido. Abandonándonos un tanto en la melancolía, podemos pensar que la distancia que nos separa de Boecio es la misma que la que le separaba a él de la guerra de Troya y la destrucción de la cultura minoica. La reelaboración de sus temas fue lo que permitió la pervivencia de la cultura de la antigüedad en el Oriente, en las zonas del imperio bizantino que cayeron en poder de los árabes. Y pronto los propios árabes se convirtieron en estudiosos de la filosofía clásica que sería luego retomada en occidente.

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