Kossinna y el enfoque histórico-cultural.
A finales del XIX el concepto de cultura no estaba demasiado claro, y aparece entonces nuestro hombre, Gustav Kossinna (1858-1931) publicando Die Henkunft der Germanen (el origen de los alemanes) en 1911. Inspirado por un fanático patriotismo declaró la arqueología la más nacional de las ciencias. Hasta aquí, pues aún, pero también declaró a los antiguos alemanes el sujeto más noble digno de estudio arqueológico. Probablemente el hombre pecaba de exceso de formación, o de insuficiente de la misma pues en realidad era filósofo y sólo más tarde se metió a arqueólogo por la pasión que sentía hacia lo alemán. Fundó la Sociedad Alemana de Prehistoria, pero pronto le cambiarían el nombre a Sociedad de Prehistoria Alemana. El orden de las palabras, aquí sí tiene importancia... Su obsesión nacionalista era tal que sus colegas interesados en Egipto o el mundo clásico eran atacados por él por considerarlos traidores a la patria alemana.
La pena es que, si dejamos sus fanatismos al margen, su libro supone una mezcla de buenas innovaciones técnicas. Que lamentablemente alternan con una caprichosa glorificación de la prehistoria germana como la de una raza biológicamente pura. Su trabajo contribuyó a reforzar el nacionalismo alemán y su interpretación de la prehistoria se convirtió en el componente principal del currículum que el gobierno nazi adoptó para enseñar prehistoria en las escuelas. Y reforzar la ideología que llevó a millones de personas a un encuentro con su creador. Muchos arqueólogos eran considerados anatemas políticos o raciales, fueron destituidos y muchos tuvieron que abandonar Alemania. La historia cinematográfica de Indiana Jones se situaría aquí, con base real.
El tipo de interpretación de la evidencia arqueológica adoptada por Kossinna estimuló a los alemanes a considerar a los eslavos y a los demás pueblos como inferiores, a manera de excusa para agredirlos. Esto, no obstante, tampoco difiere mucho del estilo anglosajón en América u Oceanía, que tampoco tienen de qué sentirse orgullosos. Kossinna argumentaba que las similitudes y diferencias en la cultura material podían correlacionarse con las similitudes y diferencias en la etnicidad. Por tanto, provincias culturales se podrían relacionar con pueblos o grupos étnicos determinados, como los alemanes, celtas o eslavos. Las culturas individuales se corresponderían a tribus, como los sajones germano-parlantes, vándalos, lombardos y los borgoñones. Afirmó entonces que si se emplazaban en un mapa la distribución de los tipos de artefactos característicos de grupos tribales específicos, era posible determinar dónde habían vivido estos grupos en los diferentes períodos de la prehistoria. Llamó a esto arqueología de los asentamientos (Siedlungsarchäologie).
En general, creía que los pueblos originales que hablaban indoeuropeo, ancestros directos de los alemanes, eran miembros del grupo racial nórdico (ario), rubios y de cabeza alargada, y que las características raciales eran factores determinantes fundamentales del comportamiento humano. Creía también a pies juntillas una teoría de Klemm que diferenciaba entre Kulturvolker, o pueblos culturalmente activos, y Naturvolker, o pueblos culturalmente pasivos. Así, salían por una parte los alemanes, y por la otra el resto de pueblos. Chauvinimo del malo, claro. Trató de demostrar que en Alemania había surgido el centro del desarrollo cultural que luego irradió a Europa y Próximo Oriente. Los cuchillos de sílex del Neolítico se interpretaron como evidencia del noble orgullo germánico por las armas, las trompetas de la edad de bronce como una muestra de la habilidad musical superior de los germanos, y, ya en el culmen de la imaginación desbordada, propuso que el alfabeto tenía sus orígenes en la Edad de Piedra europea y no de entre los fenicios.
Como las culturas avanzadas eran consideradas expresión de superioridad biológica, no podían extenderse de una región a otra sin implicar migraciones de personas. Así, imaginó olas de indoeuropeos (arios) emigrando hacia el sur y el este, conquistando a las poblaciones nativas y trasnformándolas para que pudiesen crear civilizaciones en Oriente, Grecia y en Italia. Al cruzarse con los nativos, se rebajarían sus habilidades creativas y así explica el declive de las civilizaciones. Pero, ah, los alemanes en su tierra primigenia se mantuvieron racialmente puros, el pueblo con más talento y creatividad. Los alemanes son, entonces, los indoeuropeos nacidos en primer lugar (Erstborenen), y de ahí saca derechos históricos sobre los territorios. En todo lugar donde se han descubierto artefactos supuestamente alemanes, se puede declarar como territorio de los antiguos alemanes. Por tanto, sujeto a la reclamación o la reconquista por el moderno estado Alemán. El Reich. Por cierto, el mismo argumento no puede ser aplicado, naturalmente, a los grupos no germanos que en la Edad Media pudieron haberse extendido por territorios alemanes. Faltaría más.
Su trabajo, con todo su chauvinismo absurdo y nacionalismo de opereta marcó la sustitución final del enfoque evolucionista en la prehistoria por un enfoque histórico. Al fin y al cabo, su trabajo supuso un impulso definitivo al desarrollo de la arqueología. De todas formas, si el fanatismo religioso ha obrado (y pretende obrar aún hoy en día) barbaridades de las gruesas, vemos que no tiene la exclusiva. El fanatismo, sea del perfil que sea, puede soltar burradas de las gordas. Aunque sea científico. Por suerte para la ciencia, tiene mecanismos para cuestionar las burradas y corregirlas.
A finales del XIX el concepto de cultura no estaba demasiado claro, y aparece entonces nuestro hombre, Gustav Kossinna (1858-1931) publicando Die Henkunft der Germanen (el origen de los alemanes) en 1911. Inspirado por un fanático patriotismo declaró la arqueología la más nacional de las ciencias. Hasta aquí, pues aún, pero también declaró a los antiguos alemanes el sujeto más noble digno de estudio arqueológico. Probablemente el hombre pecaba de exceso de formación, o de insuficiente de la misma pues en realidad era filósofo y sólo más tarde se metió a arqueólogo por la pasión que sentía hacia lo alemán. Fundó la Sociedad Alemana de Prehistoria, pero pronto le cambiarían el nombre a Sociedad de Prehistoria Alemana. El orden de las palabras, aquí sí tiene importancia... Su obsesión nacionalista era tal que sus colegas interesados en Egipto o el mundo clásico eran atacados por él por considerarlos traidores a la patria alemana.
La pena es que, si dejamos sus fanatismos al margen, su libro supone una mezcla de buenas innovaciones técnicas. Que lamentablemente alternan con una caprichosa glorificación de la prehistoria germana como la de una raza biológicamente pura. Su trabajo contribuyó a reforzar el nacionalismo alemán y su interpretación de la prehistoria se convirtió en el componente principal del currículum que el gobierno nazi adoptó para enseñar prehistoria en las escuelas. Y reforzar la ideología que llevó a millones de personas a un encuentro con su creador. Muchos arqueólogos eran considerados anatemas políticos o raciales, fueron destituidos y muchos tuvieron que abandonar Alemania. La historia cinematográfica de Indiana Jones se situaría aquí, con base real.
El tipo de interpretación de la evidencia arqueológica adoptada por Kossinna estimuló a los alemanes a considerar a los eslavos y a los demás pueblos como inferiores, a manera de excusa para agredirlos. Esto, no obstante, tampoco difiere mucho del estilo anglosajón en América u Oceanía, que tampoco tienen de qué sentirse orgullosos. Kossinna argumentaba que las similitudes y diferencias en la cultura material podían correlacionarse con las similitudes y diferencias en la etnicidad. Por tanto, provincias culturales se podrían relacionar con pueblos o grupos étnicos determinados, como los alemanes, celtas o eslavos. Las culturas individuales se corresponderían a tribus, como los sajones germano-parlantes, vándalos, lombardos y los borgoñones. Afirmó entonces que si se emplazaban en un mapa la distribución de los tipos de artefactos característicos de grupos tribales específicos, era posible determinar dónde habían vivido estos grupos en los diferentes períodos de la prehistoria. Llamó a esto arqueología de los asentamientos (Siedlungsarchäologie).
En general, creía que los pueblos originales que hablaban indoeuropeo, ancestros directos de los alemanes, eran miembros del grupo racial nórdico (ario), rubios y de cabeza alargada, y que las características raciales eran factores determinantes fundamentales del comportamiento humano. Creía también a pies juntillas una teoría de Klemm que diferenciaba entre Kulturvolker, o pueblos culturalmente activos, y Naturvolker, o pueblos culturalmente pasivos. Así, salían por una parte los alemanes, y por la otra el resto de pueblos. Chauvinimo del malo, claro. Trató de demostrar que en Alemania había surgido el centro del desarrollo cultural que luego irradió a Europa y Próximo Oriente. Los cuchillos de sílex del Neolítico se interpretaron como evidencia del noble orgullo germánico por las armas, las trompetas de la edad de bronce como una muestra de la habilidad musical superior de los germanos, y, ya en el culmen de la imaginación desbordada, propuso que el alfabeto tenía sus orígenes en la Edad de Piedra europea y no de entre los fenicios.
Como las culturas avanzadas eran consideradas expresión de superioridad biológica, no podían extenderse de una región a otra sin implicar migraciones de personas. Así, imaginó olas de indoeuropeos (arios) emigrando hacia el sur y el este, conquistando a las poblaciones nativas y trasnformándolas para que pudiesen crear civilizaciones en Oriente, Grecia y en Italia. Al cruzarse con los nativos, se rebajarían sus habilidades creativas y así explica el declive de las civilizaciones. Pero, ah, los alemanes en su tierra primigenia se mantuvieron racialmente puros, el pueblo con más talento y creatividad. Los alemanes son, entonces, los indoeuropeos nacidos en primer lugar (Erstborenen), y de ahí saca derechos históricos sobre los territorios. En todo lugar donde se han descubierto artefactos supuestamente alemanes, se puede declarar como territorio de los antiguos alemanes. Por tanto, sujeto a la reclamación o la reconquista por el moderno estado Alemán. El Reich. Por cierto, el mismo argumento no puede ser aplicado, naturalmente, a los grupos no germanos que en la Edad Media pudieron haberse extendido por territorios alemanes. Faltaría más.
Su trabajo, con todo su chauvinismo absurdo y nacionalismo de opereta marcó la sustitución final del enfoque evolucionista en la prehistoria por un enfoque histórico. Al fin y al cabo, su trabajo supuso un impulso definitivo al desarrollo de la arqueología. De todas formas, si el fanatismo religioso ha obrado (y pretende obrar aún hoy en día) barbaridades de las gruesas, vemos que no tiene la exclusiva. El fanatismo, sea del perfil que sea, puede soltar burradas de las gordas. Aunque sea científico. Por suerte para la ciencia, tiene mecanismos para cuestionar las burradas y corregirlas.
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