lunes, 22 de agosto de 2011

Los comienzos de la arqueología científica

Del libro "Historia del Pensamiento Arqueológico" de Trigger.

El desarrollo independiente y el estudio sistemático de la prehistoria, como algo diferente al anticuarismo de los primeros tiempos, abarcó dos movimientos distintos que tuvieron su comienzo a principios y a mitad del siglo XIX respectivamente. El primero se originó en Escandinavia y estaba basado en la invención de nuevas técnicas para la datación de los hallazgos arqueológicos que hiciesen posible un estudio global de los últimos períodos de la prehistoria. Este desarrollo marcó el comienzo de la arqueología prehistórica, la cual pronto alcanzaría una importancia paralela a la de la arqueología clásica como componente significativo dentro del estudio del desarrollo humano. La segunda corriente, que tuvo sus inicios en Francia e Inglaterra, fue la pionera del estudio del período paleolítico, añadiendo una vasta profundidad temporal, hasta entonces inimaginable, a la historia humana. La arqueología del paleolítico trataba problemas referentes a los orígenes humanos que habían llegado a ser de importancia crucial para toda la comunidad científica y de las inquietudes del público en general como resultado de las polémicas entre evolucionistas y creacionistas que siguieron a la publicación del Origen de las especies de Ch. Darwin en 1859.

El investigador danés Christian Jürgensen Thomsen (1788-1865) intentó la creación de una cronología controlada, aunque no basada en los registros escritos. Desarrolló un trabajo en 1816 para el Museo Nacional de la Antigüedad de Dinamarca, para catalogar y exponer la rica colección de antigüedades del museo. Desde el principio estableció un sistema para ordenar la colección de materiales prehistóricos en tres edades, de la piedra, del bronce y del hierro, quizás por haber conocido de alguna forma los escritos del escritor latino Lucrecio o los trabajos de los anticuarios franceses como Montfaucon o Mahudel; de esta forma, la idea de las tres edades no se trataba de una mera especulación, sino de una hipótesis para la cual ya se disponía de algún tipo de evidencia. Pero este modelo no funcionó en principio demasiado bien, como consecuencia de que los objetos de piedra seguían siendo utilizados en cualquiera de las épocas, y los de bronce podrían haber sido fabricados en esa edad o durante el hierro, conviviendo con este material. Así que inició sus clasificaciones teniendo en cuenta lo que él denominó “hallazgos cerrados”, es decir, materiales que procedían del mismo contexto fundamentalmente tumbas, y que, en consecuencia, resultaba lícito establecer que habían sido enterrados y fabricados en la misma época.; a través de la comparación minuciosa de varios objetos de cada hallazgo de este tipo sería posible determinar clases de artefactos característicos de diferentes períodos. Sobre la base de forma y decoración consiguió finalmente distinguir los objetos de bronce hechos durante la Edad del Bronce de los de la Edad del Hierro, estableciendo de esta forma una secuencia cronológica a grandes rasgos de toda la prehistoria danesa. Llegó a establecer una seriación de cinco estadios de desarrollo tecnológico para la prehistoria, dependiendo de los distintos materiales utilizados en cada época; una primera Edad de la Piedra, a la que seguí una segunda en la que empezaban a utilizarse algunos objetos de metal. Posteriormente la Edad del Bronce, a la que continuaría una Edad del Hierro subdividida a su vez en otras dos fases diferenciadas por los motivos decorativos presentes en los distintos artefactos.

Parte del atractivo que ofrecía el trabajo de Thomsen era que aportaba un sostén independiente para un enfoque evolucionista del primer desarrollo humano, enfoque que lentamente fue ganando popularidad, sobre todo en Inglaterra, a medida que el temor a la Revolución Francesa y a Napoleón fue decreciendo. Una de las grandes aportaciones de Thompsen fue que no se interesó de manera exclusiva por los artefactos y su desarrollo a lo largo del tiempo sino también por los contextos en los que éstos se hallaban, aspecto que podía revelar ciertos cambios en las costumbres funerarias o en cualquier otra faceta de la vida prehistórica.

La arqueología escandinava fue una de las más influyentes de la época; junto a Thmpsen puede nombrarse a Sven Nilsson (1787-1883), quien consideraba que el crecimiento poblacional había sido el principal factor que obligó a los cazadores-recolectores escandinavos a convertirse primero en pastores y después en agricultores. También podemos citar a Jens J.A. Worsaae (1821-1885), el primer arqueólogo prehistoriador propiamente dicho, cuyas excavaciones con métodos estratigráficos confirmaron la cronología de las tres edades de Thompsen, y llegó a plantear a través de estudios realizados en Gran Bretaña e Irlanda que el esquema de las tres edades era aplicable a grandes regiones de Europa. Worssaae es igualmente conocido por desarrollar las primeras investigaciones interdisciplinares, ya que interpretó correctamente los hallazgos de acumulaciones de conchas próximos a las costas como consecuencia de la actividad humana gracias a un trabajo conjunto con geólogos y biólogos. La arqueología que de estaba desarrollando en Escandinavia proporcionó un modelo aplicable en todo el mundo, extendiéndose rápidamente a Escocia (Daniel Wilson) o Suiza (Ferdinand Seller).


Como consecuencia de ello, la arqueología prehistórica se desarrolló como disciplina bien definida, basándose en la capacidad de de construir cronología relativas a partir de los datos arqueológicos, utilizando la seriación y la cronología. El desarrollo de la disciplina se ha venido relacionando con la influencia ejercida por las ideas de la evolución geológica y biológica. Por primera vez el objetivo consistía en extraer todo el conocimiento que la evidencia arqueológica permitiese sobre los modelos de vida de cada período y sobre cómo esos modelos de vida de dada período y sobre cómo esos modelos habían cambiado y se habían desarrollado e lo largo del tiempo. A pesar de todo, aún se atrevían los arqueólogos a desafiar la cronología tradicional aceptada por la Biblia.

Frente a esta arqueología escandinava, Francia e Inglaterra desarrollaron estudios más específicos sobre el Paleolítico y la antigüedad de la humanidad. Para ello fue necesario que en geología y paleontología se desarrollaran perspectivas evolucionistas. Así como los principales avances arqueológicos en el estudio de la antigüedad de la humanidad precedieron, aunque con poca distancia, a las primeras manifestaciones del evolucionismo darviniano, la arqueología del Paleolítico pronto se vio inmersa en las controversias que acompañaron el trabajo de Darwin y fue fuertemente influida por los conceptos derivados de la evolución biológica.


El zoólogo francés George Cuvier (1769-1832) proporcionó a la paleontología su rango de disciplina. Observó que cuando más antiguos eran los estratos geológicos, los restos de animales que contenían eran menos parecidos a las especies conocidas en la actualidad.

En la primera mitad del siglo XIX, naturalistas y anticuarios hallaron restos humanos asociados a instrumentos de piedra y restos humanos asociados a instrumentos de piedra y restos de animales extinguidos en depósitos de cuevas por toda Europa Occidental.

Los problemas intelectuales del momento se hallan claramente ejemplificados en la obra de Jacques Boucher de Perthes. En el valle del Somme, en Francia, inició estudios y excavaciones en las que localizó hachas del Paleolítico Inferior asociadas a huesos de mamuts y rinocerontes extinguidos, enterrados a una gran profundidad en las gravas estratificadas de las tarrezas del río.

Entre 1830 y 1833, el geólogo inglés Charles Lyell (1797-1875) presentó una gran cantidad de datos en relación con que los cambios geológicos habían tenido lugar en el pasado como consecuencia de los mismos agentes geológicos que actuaban durante largos períodos y aproximadamente con la misma cadencia que lo siguen haciendo en la actualidad, lo que se denominaba la teoría uniformista de geología.


A partir de 1850, Herbert Spencer lideró un enfoque evolucionista general para los problemas filosóficos y científicos. Argumentaba que el desarrollo del sistema solar, de la vida animal y vegetal y de la sociedad humana había empezado desde una homogeneidad uniforme y simple hasta llegar a entidades crecientemente complejas y diferenciadas.


En 1859 se publicaba El origen de las especies de Charles Darwin, que suponía para la biología evolucionista la asimilación de una serie de presupuestos que poco tiempo antes eran impensables. La implicación obvia de que la humanidad había evolucionado a partir de un primate antropoide no sólo convirtió el tema de la antigüedad de la especie humana en un tema candente que tenía que ser empíricamente estudiado, sino que también significó una parte vital de una encendida controversia, más general, sobre la teoría de la evolución biológica de Darwin. Así, la arqueología dedicada al Paleolítico pronto se colocó cerca de la geología y de la paleontología en los debates sobre una materia que provocaba un creciente interés público.

El nombre de arqueología paleolítica apareció por primera vez en 1865 cuando John Lubbock en su libro Prehistoric times dividió la Edad de la Piedra en un primer Paleolítico o Arqueolítico y en uno más reciente Neolítico. A partir de ese momento Francia tomó el liderazgo de los estudios sobre este período. El primer investigador fue Edouard Lartet, quien a través de sus estudios en la Dordoña realizaba una clasificación del período en base a restos de tipo paleontológico. Después surgieron críticas a este sistema, como la de Gabriel de Mortillet quien consideraba que la subdivisión del paleolítico tendría que basarse más correctamente en criterios culturales más que paleontológicos. No obstante, el interés por las formas de vida de las sociedades prehistóricas eran mucho menor en la escuela francesa que lo que observaba en la escandinava.

A partir de 1860 se produjo un resurgimiento de la historia teórica ya que los etnólogos intentaron a través de la comparación de sociedades modernas que se hallaban en diferentes niveles de desarrollo, averiguar los estadios a través de los cuales las sociedades europeas habían pasado en los tiempos prehistóricos. Al contrario que las historia teóricas del siglo XVIII, estas formulaciones etnológicas eran presentadas como teorías científicas más que como especulaciones filosóficas. La arqueología del Paleolítico fue muy importante en términos científicos y arrastró un gran interés entre el público ya que reveló la gran antigüedad de la humanidad y la evolución gradual de la civilización europea desde unos comienzos muy primitivos. También estableció nuevos modelos para el análisis estratigráfico en arqueología, ya que disfrutaba de un gran prestigio por sus relaciones con la geología y la paleontología ciencias que estaban en la vanguardia de la creación de una nueva visión de la historia del mundo.

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