Debe ser un
signo de estos tiempos ver que bajo la pretensión del “gobierno de los mejores”
auténticas calamidades promueven acciones destinadas a toda la ciudadanía sonrojantes
o motivando al menos vergüenza ajena. Pero como no suele salir nadie a decir
que lo expresado sea una memez de tamaño catedralicio, pues debo soportar una
estulticia general en la que el más tonto cree haber descubierto la cuadratura
del círculo a la par que va soltando sonoros rebuznos que serían dignos de
conmiseración de no ir acompañados de la obligatoriedad de aplaudirlos, y
someterse. Sí. Hablo de los políticos. Especie en auge, cada vez con mayor tasa
de reproducción. Especie que, lejos de seguir las leyes habituales de la
selección natural, hacen de sus defectos, que son muchos, elementos clave para
su aferramiento al poder. Y encima dentro de su soberbia ilimitada dando
lecciones al resto de la población acerca de su supuesta sabiduría y bien
hacer. ¿Alguien desea un ejemplo más? Pues bien, aquí hay uno:
El
Gobierno de Camps no dejó pasar la oportunidad de ligar anuncios de nuevas
enseñanzas a la política de grandes eventos, en este caso a través de la
Formación Profesional. Dos meses antes de que en agosto de 2008 Valencia
estrenara el circuito urbano de fórmula 1 y cuatro antes de que se inaugurara
la sede alicantina de la Volvo Ocean Race, Font de Mora anunció en el
Parlamento autónomo “la introducción de especialidades sobre embarcaciones de
recreo” en Alicante y de “automoción de competición para la fórmula 1”, porque
es, dijo, “lo que la sociedad va demandando”.
Fuente: ElPaís
Y ya me toca
las narices. Tiempo ha que me voy aguantando la ira al ir viendo denostada de
forma diría que consciente la parte del conocimiento que no supone algo
relativo a la economía, que se vaya arrancando poco a poco en la Educación
Secundaria el peso de las Humanidades, para dedicar más tiempo a otras
materias, o que se alabe en modo superlativo una birria conocida como MBA (de
las que vende motos escacharradas para explicarte cómo vender motos
escacharradas, y encima regodeándose en vocabulario y haceres pretendidamente
científicos). Después de estar soportando que la estulticia se institucionalice
y que se pretenda además eliminar de la formación escolar cualquier cosa que
huela a sabiduría, ahora toca ver que el proyecto para evitar la idiotez
general se hace en base a ocurrencias de salón de politicastros más interesados
en su ego que en servir de forma eficiente a quienes le pagan el sueldo: Los
ciudadanos. Y sobre este pretexto, la burricie, el pretender incluir en el
curriculum académico “lo que el pueblo demanda”.
Es lo que
hay. Puesto que el pueblo lo demanda, pondremos asignaturas sobre Fórmula 1,
fútbol, clases de retórica para poder gritar a gusto en tertulias de la TV y
sobretodo algo dedicado al mundo “rosa” y “papel couché”. Si es lo que la
sociedad demanda… Pero parece que olvidan que educar consiste en modelar, en
trabajar para aprender y entender lo aprendido y devolver este conocimiento a
la sociedad en la que se vive. Aprender es desarrollar
competencias para recoger y analizar datos, mediante métodos e instrumentos
específicos, y así poder luego establecer criterios objetivos. Saber emerger
del histrionismo y narcisismo fisiológicos de los niños para adoptar la honradez y la verdad como pilares
para formar personas capaces de asumir responsabilidades para con sus
semejantes.
Pero esto no
se hace. Lo que no parece ser comprendido es que no hay conocimiento que sobre.
Que conocer y aprender no es sólo para las cosas útiles sino por el mero hecho
de conocer y eliminado las humanidades del temario sólo se lleva a poner la
cultura como un bien material más, entendible sólo desde su vertiente
económica. Pero luego me encuentro con que a la hora de dar clase a niveles universitarios,
las caras de no estar entendiendo nada de mis pobres pupilos es todo un poema,
ya que uso vocabulario específico, técnico, que para especialidades médicas es
grecolatino. Y simplemente voy viendo que las clases de patología se van convirtiendo
lentamente en una asignatura para explicar el significado de las palabras con raíces
grecolatinas del léxico que los estudiantes, futuros profesionales de la psicología y la medicina,
manejan diariamente. O deberían manejar, claro.
Resulta más claro
cada año que lo que les enseño no es a hacer buenos diagnósticos en base a
signos y síntomas, sino a hacer que el estudiante memorice listas interminables
de términos que no siempre entiende. Al no saber ni los rudimentos de latín ni
de griego, se ve incapaz de entender ni los términos más simples y las clases
devienen finalmente en traducciones a viva voz de palabras de
resonancia clásica. Pero claro, viendo las burradas que sueltan quienes
deberían haberse preocupado de que hubiesen aprendido esto ANTES, se comprende
todo perfectamente. Añadamos el “libro” superventas de este año, a cargo de una
tal Belén Esteban, y la mezcla ya es redonda. La gente sin escrúpulos pretende
que los demás hagan lo mismo que ellos hacen, tal vez para así diluir su propia
incompetencia.
Como escribió Aristófanes y traducido a grosso modo
“La juventud pasa, la
inmadurez se supera, la ignorancia se cura con la educación y la embriaguez
con sobriedad, pero la estupidez dura para siempre “
inmadurez se supera, la ignorancia se cura con la educación y la embriaguez
con sobriedad, pero la estupidez dura para siempre “
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