sábado, 15 de agosto de 2009

Luigi Pareyson


Hay autores prolíficos e interesantes a quienes la mayoría de la gente desconoce. Es el caso de Luigi Pareyson, el maestro de Umberto Eco y del filósofo Gianni Vattimo, pero su obra no ha sido difundida como sin duda merece. Claro que alguien capaz de haber formado al Maestro debe ser digno de ser conocido, y la obra de Eco se pueden apreciar signáculos de las enseñanzas del propio Pareyson.

Pareyson trabaja a gusto con ideas muy, muy antiguas, que ya Aristóteles manejara, como la estrecha relación entre desarrollo y forma en 2 fases. Se refiere al pensamiento objetivante, el cual concibe la verdad como un objeto al cual podemos conocer en un sistema acabado y definitivo. En cambio, para este autor la verdad tal como se presenta, es abierta e inconclusa, por lo tanto no podríamos tener de ella una formulación única y definitiva. Lo que conocemos es una interpretación que hacemos de ella.

Sin embargo, Pareyson aclara que se conoce lo que ya se sabe, entonces la función del pensamiento hermenéutico en relación a la verdad, es traer a la memoria algo que en el fondo ya sabemos.

En definitiva en dicha relación la hermenéutica se preocupa de la verdad, revelándola y haciendo que ella se manifieste en el interior de la interpretación. La frase “no hay verdad sino sólo interpretaciones” está diciéndonos que cualquier interpretación es válida, porque lo que nos interesa es ese camino distinto de concebir la verdad, aunque se considere de esto una irracionalidad.

En el caso del arte, éste puede considerarse como un proceso interpretativo en sus dos momentos: El de la lectura de una obra y el momento de su producción.

En el libro “Conversaciones de estética” (1966) aparecen las ideas fundamentales de Pareyson donde propone una revisión del concepto arte, sustituyéndolo por una nueva concepción más acorde a las condiciones actuales, teniendo en cuenta los progresos tecnológicos, medios de difusión, etc. Él plantea que no podemos hablar hoy en día del carácter absoluto de la obra de arte, ya que ésta perdió las viejas cualidades de universalidad y perennidad. Al concepto idealista del arte como “visión”, lo opone al de arte como “forma”. Y al concepto de expresión, el de producción; es decir la actividad de formar.

Pareyson considera a la obra como el resultado de un proceso donde está involucrado un diálogo entre el artista y la materia y entre el artista y lo que nos sugiere la materia; la forma que se logrará. Para él “forma” es entendida como organismo, es decir una unidad de elementos, una vida autónoma que tiende a la armonía con sus propias leyes. El concepto de materia reúne todo aquello que se pone en contacto en el proceso de producción: los medios expresivos, las técnicas, las teorías, los diversos lenguajes artísticos, etc.

El diálogo consiste en interrogar a la materia, y ese interrogar tiene carácter interpretativo. Por lo tanto no hay una relación única con la materia y la forma. A su vez en la recepción de la obra no existe tampoco una interpretación única, hay un proceso de interpretación donde se interroga a la obra y se busca la perspectiva más reveladora. El intérprete se sirve de su personalidad como instrumento para la lectura de la obra.

En ese diálogo se halla a su vez la manera de hacer de la obra. Es decir; para Pareyson el arte consiste en hacer y en ese hacer se inventa a su vez la manera de hacer. En el arte invención y realización, intuición y ejecución, son simultáneos, porque sólo haciéndola se descubre la obra.


Teoría de la formatividad


En esto consiste su teoría de la formatividad, un proceso en el cual hay una experimentación por parte del artista, donde se enfrenta a múltiples posibilidades, pero a la vez no dirige sus operaciones al azar, la posibilidad válida es una sola. Son intentos guiados por un concepto y esto significa someterse a la propia voluntad de la obra. Ese concepto no es metafísico, sino que en cada momento de la producción de la obra aparece como necesidad interna; la propia voluntad de la obra.

La obra se va clarificando lentamente en los distintos pasos de un proceso en que el artista se somete y que sólo una vez terminado, es consciente que tomó el único camino posible para realizar la obra. Podemos decir entonces que en la creación artística hay un camino de aventura, donde la actividad del artista se compone de intuiciones, diálogo con la materia, ensayos, errores, búsqueda, etc. A esta búsqueda Pareyson la denomina forma formata, pero que contiene a su vez la forma formans; es decir; el resultado de esa búsqueda; la organización de todo eso, porque las reglas de la producción se descubren en el propio hacer, en la propia aventura, esto es la intencionalidad de la obra que orienta al artista a tomar una de las múltiples posibilidades que se le presentan en el camino.

La unidad o la conciliación de la forma formata y la forma formans, es el punto principal de la teoría de la formatividad. La verdadera pre-existencia de la obra es eso; forma formata y forma formans al mismo tiempo, es ley y el resultado de su aplicación a la vez. Formar la obra significa entonces, inventar la obra y al mismo tiempo el modo de hacerla; tanteo y realización ordenada; dos momentos de un mismo accionar.

Por lo tanto, dice Pareyson, la actividad del artista y la intencionalidad de la obra se relacionan en una dialéctica donde la creatividad se ve exaltada cuanto más se somete a la voluntad de la obra, es decir cuanto más claramente se acerca a ese único camino posible de la definitiva forma de la obra.


Adaptado libremente de la red.

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