miércoles, 22 de abril de 2009

Viajar despacio. Slow travel


Se ha ido imponiendo durante los últimos tiempos el concepto de la rápida recompensa: Comida rápida, placer rápido y sin responsabilidades, maneras de hacer en las que se ha de vivir rápido e intenso, y morir joven para dejar a la posteridad un bonito cadáver. Siempre se ha de vivir la recompensa cuanto antes, no demorar nada y, desde luego, no esforzarse por nada, porque lo que no puede tenerse enseguida no vale la pena.

Así, si no publicas tu primer disco antes de los 18 eres poco menos que un desgraciado que no lograrás nada en el mundillo musical. Si no te dan un trabajo con horario libre y un sueldazo de miedo aún casi sin acabar la universidad, pues es porque no vales un pimiento. Si eres deportista, con la pubertad aún inconclusa has de figurar en las listas de los más determinantes, más guapos y mejor pagados. Y así hasta la saciedad. No me extenderé porque puedo continuar ad infinitum.

¿Por qué estoy diciendo todo esto? La respuesta es sencilla. Porque estamos hartos de este concepto de vida tan absurdo de hacer de la prisa un fin en sí mismo. Porque este concepto es falso. Al hacerlo todo tan rápido se excluye el tiempo necesario para elaborar el propio placer de la actividad realizada. Y por eso resultamos Boecius y yo unos precursores sin saberlo de un concepto que se esta empezando a desarrollar: El vivir despacio. Hace ya tiempo que se está comenzando a crear vamos a llamarle el estilo de comer despacio o slow food, no sólo por el hecho de estar mucho tiempo comiendo, ya sano de por si, sino que propone utilizar el tiempo necesario para disfrutar, paladear, saborear lo que se come, y también para disfrutar de la compañía, la conversación de aquel que te pueda estar acompañando en un hecho tan importante en nuestras vidas como es la comida. Si somos precursores no es por el hecho de comer despacio sino porque ya hace tiempo que decidimos viajar despacio. Para nosotros ha dejado de ser importante el llegar rápido al destino, ir lo más lejos posible o visitar tantos lugares como sea posible en el menor tiempo. Creemos que lo importante es el hecho de viajar en si mismo.

Se cree que un viaje se inicia una vez llegado al destino. Por eso la gente tiende a utilizar medios de transporte muy rápidos que minimizan el tiempo de llegada y consideran una perdida de tiempo desagradable este periodo. Por lo contrario, nosotros creemos que el viaje se inicia antes de partir, leyendo sobre el lugar, aprendiendo algunas frases de su idioma y empapándote de su gastronomía, cultura, historia…y que el tiempo que se invierte en llegar es igual de importante, forma parte de tu viaje y no tiene porqué ser desagradable. Se puede además disfrutar del paisaje y de sus graduales cambios que se suceden hasta llegar a destino, conversar con gente, leer, dormir, descansar….

En un afán de llegar lo más lejos posible en el mínimo tiempo se ha impuesto además el uso de un medio de transporte, el avión, que no por ser rápido consideramos útil para viajar. Para nosotros no es así, los aeropuertos están lejos del centro de las ciudades con lo cual para llegar a coger tu vuelo de “sólo” x horas te has de desplazar hasta allí, hacer luego una cola infinita delante de un mostrador para poder facturar las maletas (si las llevas, claro, cosa que no aconsejamos). Seguidamente, te diriges a la entrada de la zona vamos a llamarle de tortura y vejación humana, que si ahora pasar por el escáner, que si ahora quitarte los zapatos y cuídate de que no te suene más el arco detector porque puedes acabar en paños menores. Una vez superada la divertida gincana por el aeropuerto ya estás preparado para coger el avión rezando por que por una maldita vez salga de verdad a la hora programada, y con todo eso al “rápido” viaje debemos añadirle unas horas más de trámites varios a cual más desagradable. Si hubiésemos optado por un medio de transporte más lento en todas esas horas habríamos leído, no nos habríamos exasperado ante las largas colas y las distintas pruebas de una gincana inhumana,…habríamos disfrutado del paisaje, de la lectura, de nuestros compañeros de viaje…en fin habríamos disfrutado de todo ese tiempo.

El viajar lentamente parece estar en contradicción con la moda impuesta en los últimos tiempos en la que parece que si no viajas a las antípodas no estás viajando. Se cree que por ir más lejos viajas más y mejor. Craso error, creemos Boecius y yo. La experiencia nos ha enseñado que un pequeño viaje a una zona cercana a donde vives habitualmente puede ser tan emocionante como el viaje más lejano que te puedas imaginar al principio, sólo depende de ti. Muchas veces la gente no se plantea ni tan siquiera qué va a ver. Sólo se preocupa de que sea lejos, de comprar los billetes y saber donde tiene el hotel. Más o menos el común de la plebe para aquí. Y al llegar a destino el objetivo es recopilar una gran colección de fotos, a menudo de dudoso gusto, eso si , para luego al volver ir enseñándolas sin saber muy bien que explicar. Este tipo de viaje suele incluir el deber de visitar TODOS los sitios posibles de forma rápida a poder ser con un guía o una guía auditiva. Este afán por las visitas puede acabar provocando tal estrés que puede convertir el deseado placer por viajar en la indeseable obligación de visitar. Otro grave error porque con tanta visita, y con las prisas que le acompañan, acabas no disfrutando de las cosas que te realmente te apetecen ver.

Para finalizar, un pequeño ejemplo de viajar lentamente. Boecius y yo nos decidimos junto a Barnabás y un par de amigos más a visitar la zona del Priorat (Catalunya), muy cercana a la zona donde vivimos. Sin embargo, resultó ser un viaje fantástico. En esto va parejo que podemos decidir en cada instante que es lo que queremos ver. La idea inicial era hacer una pequeña excursión a pie y complementarla con unas visitas a distintas bodegas. Pero la pequeña excursión a pié resultó ser tan bella y espectacular que en pro de nuestro disfrute visual cambiamos nuestros planes. Esto no resultó ser frustrante como se podría pensar sino más bien un acierto y fuente de placer. Ni llegamos rápido al destino porque nos paramos donde quisimos, ni fuimos lejos, ni visitamos el máximo número de sitios posibles, pero sí que es uno de aquellos viajes que aprendes y te apetece recordar.

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