Las palabras de Magris sobre este tramo del viaje:
Desde el siglo VI hasta la actualidad, innumerables elogios ensalzan la gloria y la belleza de la ciudad de los 3 ríos, la Venecia de Baviera, sclöb und herrlich, bella y magnífica, cuya diócesis llegaba en un tiempo hasta Austria y Hungría y cuyos obispos dominaban la Panonia y el patriarcado de Aquilea. Passau fue ciudad imperial libre y sobretodo residencia del obispo-príncipe hasta 1803 [...]
La antigua Bojodurum o Batavis de los celtas, de los romanos y de los bávaros es un centro neurálgico de baviera, pero en 1803 su incorporación al estado bávaro se vivió como una ocupación extranjera [...]
Passau está en la confluencia de 3 ríos - el Danubio, el Inn con sus aguas azules y el Ilz con sus aguas negras y sus perlas - y es toda ella una orilla, una ribera, una ciudad que flota sobre el agua y fluye con el agua. El cielo es azul flor de lis, la luz de los ríos y de la colina se funde, gloriosa y gozosa, con el oro y el mármol carnoso de los palacios y de las iglesias, el blanco de la nieve, el olor de los bosques y la frescura de las aguas imprimen una gentileza delicada y nostálgica a la magnificencia episcopal y aristocrática de los edificios, y rescatan con un aura de lontananza la línea cerrada y redonda de las cúpulas y de las calles que se desanudan bajo arcos y pórticos.
En Passau prevalece la redondez, la curva, la esfera, un cosmos cerrado y acabado como una pelota, perfectamente protegida y cubierta por un capelo episcopal. Su belleza es la de la señora, la seducción acogedora y conciliadora de lo finito. Pero la curva de la cúpula se esfuma en la curva materna de la orilla, traspasa la de las olas que escapan y se disuelven: Lo inaprehensible y la ligeraza del agua convierten en airosa y leve la pompa de los palacios y de las iglesias, que parece misteriosa y lejana, irreal como un castillo bajo el cielo del atardecer.
Passau es una ciudad acuática y la majestad barroca de sus cúpulas se abre sobre esa fugacidad, sobre ese transcurrir y trascolorear de las aguas y de todas las cosas que es la secreta inspiración de cualquier tipo de barroco auténtico. La confluencia de esos ríos goza de una libertad marina, meridional, invita a dejarse llevar por el fluir de la vida y de los deseos; El nítido perfil de las formas, frisos de los portales o estatuas en las plazas, evoca a las Venus y las Náyades que parecen surgir espontáneamente de las espumas, coincide con el agua, como las figuras de las fuentes de las que brotan surtidores.
La antigua Bojodurum o Batavis de los celtas, de los romanos y de los bávaros es un centro neurálgico de baviera, pero en 1803 su incorporación al estado bávaro se vivió como una ocupación extranjera [...]
Passau está en la confluencia de 3 ríos - el Danubio, el Inn con sus aguas azules y el Ilz con sus aguas negras y sus perlas - y es toda ella una orilla, una ribera, una ciudad que flota sobre el agua y fluye con el agua. El cielo es azul flor de lis, la luz de los ríos y de la colina se funde, gloriosa y gozosa, con el oro y el mármol carnoso de los palacios y de las iglesias, el blanco de la nieve, el olor de los bosques y la frescura de las aguas imprimen una gentileza delicada y nostálgica a la magnificencia episcopal y aristocrática de los edificios, y rescatan con un aura de lontananza la línea cerrada y redonda de las cúpulas y de las calles que se desanudan bajo arcos y pórticos.
En Passau prevalece la redondez, la curva, la esfera, un cosmos cerrado y acabado como una pelota, perfectamente protegida y cubierta por un capelo episcopal. Su belleza es la de la señora, la seducción acogedora y conciliadora de lo finito. Pero la curva de la cúpula se esfuma en la curva materna de la orilla, traspasa la de las olas que escapan y se disuelven: Lo inaprehensible y la ligeraza del agua convierten en airosa y leve la pompa de los palacios y de las iglesias, que parece misteriosa y lejana, irreal como un castillo bajo el cielo del atardecer.
Passau es una ciudad acuática y la majestad barroca de sus cúpulas se abre sobre esa fugacidad, sobre ese transcurrir y trascolorear de las aguas y de todas las cosas que es la secreta inspiración de cualquier tipo de barroco auténtico. La confluencia de esos ríos goza de una libertad marina, meridional, invita a dejarse llevar por el fluir de la vida y de los deseos; El nítido perfil de las formas, frisos de los portales o estatuas en las plazas, evoca a las Venus y las Náyades que parecen surgir espontáneamente de las espumas, coincide con el agua, como las figuras de las fuentes de las que brotan surtidores.
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