Lunes 24/08/2009
De Neuhaus a Linz
La primera etapa resultó magnífica en cuanto a experiencia y paisaje, pero nuestro ímpetu nos llevó a recorrer más Km de los recomendables para ser el primer día. Así, a la mañana siguiente, Eli tenía una rodilla algo “tocada” y Barnabas renqueaba también de sus rodillas. Decidimos recorrer menos distancia y llegar sólo hasta Linz. Habida cuenta de la proverbial lentitud de Barnabas para hacer y deshacer las alforjas, comenzamos tarde a pedalear. Además encontramos en el camino un supermercado y paramos a comprar algunas vituallas para más tarde y la verdad es que nos demoramos en exceso: La oferta de yogures, bebidas, panes, quesos y embutidos era enorme, mucho mayor que en un supermercado español, y resultaba complicado decidirse. El resultado de todo es que el sol estaba ya alto cuando de verdad nos pusimos en serio y poco a poco el viaje devino en más cansino.
Cabe decir además que al iniciar esta etapa el paisaje era similar al que vimos desde Passau, pero de forma abrupta los últimos 7-10 km el paisaje es casi inexistente, pues la entrada a Linz se ha de hacer al lado de una carretera y para colmo tuvimos que lidiar con una recua de jubilados que parecía querían ponerse a prueba unos con otros y hacia el resto de viajeros. Resultó chocante ver a uno de ellos con un problema mecánico en la cadena de su bici y los demás compañeros de su grupo ignorándole mientras de forma desesperada trataba de reparar la avería. Y a continuación ponerse a pedalear a toda la velocidad que le permitían sus piernas para retomar contacto con el grupo, que no le esperaba y hasta parecía acelerar a ver si se quedaba atrás definitivamente. Sería risible de no resultar molesto, pues si por circunstancias anecdóticas nosotros les adelantábamos, era casi automático comprobar cómo reemprendían la marcha de forma forzada para lograr de nuevo dejarnos atrás. Parecían niños. En una de estas bobadas de orgullo desmedido e impertinente casi logran que Barnabas cayese al suelo, pues en un paso estrecho trataron de evitar que él les adelantase mediante el primitivo sistema de meterse en medio, no acabando el tema en choque (y caída) por pura casualidad y habilidad en la conducción de Barnabas... Pero lo peor fueron los últimos km antes de Linz, con el camino discurriendo al lado de una carretera bastante transitada, con el cansancio, el hambre y el tráfico martilleando inmisericordes.
Cuando llegamos estábamos ya bastante cansados y decidimos parar a comer en un parque bastante tranquilo que está en el margen izquierdo del Danubio, justo al lado del puente que conecta con la ciudad vieja ("puente de los Nibelungos"). Antaño aquí había un puesto de información turística, pero ahora está cerrado, para desconsolada sorpresa, y se ha de atravesar el río para ir a buscarlo. Del resto de la jornada no hay demasiado que decir. Únicamente, como anécdota, que Barnabas andaba algo quejumbroso de las condiciones de una tienda de campaña para su sueño, así que le dimos el gustazo de dormir en un hotel en la mismísima Hauptplatz, en una habitación que sin exagerar tenía el tamaño del piso en el que vivo, fantásticamente acondicionada y decorada al estilo rústico. Un pequeño lujo que creo nos merecíamos, aunque yo personalmente habría ido al camping de Linz, que por lo que habíamos leído está bastante bien. De hecho, si acepté fue porque era una oferta de última hora y por qué no decirlo, que a nadie le amarga un dulce.
La ciudad merece una tarde dedicada a visitarla. Es relativamente grande, bonita y hasta bulliciosa (eso sí, a las 18:00 no queda un alma en las calles aparte de los turistas), un hervidero de cafés y de tiendas donde distraerse. Si a alguien le gusta la música está visitable la casa de Mozart, Dvorak es hijo preferido de la ciudad, Kepler es una figura histórica muy presente allí, y en general pasearse por sus calles por la noche resulta muy agradable. Tienen además un edificio, el Ars Electrónica Center, que cambia de color por la noche a intervalos irregulares en un espectáculo entretenido. Hay que mencionar la Linzertorte, el pastel tradicional de la ciudad, similar a una tarta Santiago y que de forma inexcusable se ha de probar.
De Neuhaus a Linz
La primera etapa resultó magnífica en cuanto a experiencia y paisaje, pero nuestro ímpetu nos llevó a recorrer más Km de los recomendables para ser el primer día. Así, a la mañana siguiente, Eli tenía una rodilla algo “tocada” y Barnabas renqueaba también de sus rodillas. Decidimos recorrer menos distancia y llegar sólo hasta Linz. Habida cuenta de la proverbial lentitud de Barnabas para hacer y deshacer las alforjas, comenzamos tarde a pedalear. Además encontramos en el camino un supermercado y paramos a comprar algunas vituallas para más tarde y la verdad es que nos demoramos en exceso: La oferta de yogures, bebidas, panes, quesos y embutidos era enorme, mucho mayor que en un supermercado español, y resultaba complicado decidirse. El resultado de todo es que el sol estaba ya alto cuando de verdad nos pusimos en serio y poco a poco el viaje devino en más cansino.
Cabe decir además que al iniciar esta etapa el paisaje era similar al que vimos desde Passau, pero de forma abrupta los últimos 7-10 km el paisaje es casi inexistente, pues la entrada a Linz se ha de hacer al lado de una carretera y para colmo tuvimos que lidiar con una recua de jubilados que parecía querían ponerse a prueba unos con otros y hacia el resto de viajeros. Resultó chocante ver a uno de ellos con un problema mecánico en la cadena de su bici y los demás compañeros de su grupo ignorándole mientras de forma desesperada trataba de reparar la avería. Y a continuación ponerse a pedalear a toda la velocidad que le permitían sus piernas para retomar contacto con el grupo, que no le esperaba y hasta parecía acelerar a ver si se quedaba atrás definitivamente. Sería risible de no resultar molesto, pues si por circunstancias anecdóticas nosotros les adelantábamos, era casi automático comprobar cómo reemprendían la marcha de forma forzada para lograr de nuevo dejarnos atrás. Parecían niños. En una de estas bobadas de orgullo desmedido e impertinente casi logran que Barnabas cayese al suelo, pues en un paso estrecho trataron de evitar que él les adelantase mediante el primitivo sistema de meterse en medio, no acabando el tema en choque (y caída) por pura casualidad y habilidad en la conducción de Barnabas... Pero lo peor fueron los últimos km antes de Linz, con el camino discurriendo al lado de una carretera bastante transitada, con el cansancio, el hambre y el tráfico martilleando inmisericordes.
Cuando llegamos estábamos ya bastante cansados y decidimos parar a comer en un parque bastante tranquilo que está en el margen izquierdo del Danubio, justo al lado del puente que conecta con la ciudad vieja ("puente de los Nibelungos"). Antaño aquí había un puesto de información turística, pero ahora está cerrado, para desconsolada sorpresa, y se ha de atravesar el río para ir a buscarlo. Del resto de la jornada no hay demasiado que decir. Únicamente, como anécdota, que Barnabas andaba algo quejumbroso de las condiciones de una tienda de campaña para su sueño, así que le dimos el gustazo de dormir en un hotel en la mismísima Hauptplatz, en una habitación que sin exagerar tenía el tamaño del piso en el que vivo, fantásticamente acondicionada y decorada al estilo rústico. Un pequeño lujo que creo nos merecíamos, aunque yo personalmente habría ido al camping de Linz, que por lo que habíamos leído está bastante bien. De hecho, si acepté fue porque era una oferta de última hora y por qué no decirlo, que a nadie le amarga un dulce.
La ciudad merece una tarde dedicada a visitarla. Es relativamente grande, bonita y hasta bulliciosa (eso sí, a las 18:00 no queda un alma en las calles aparte de los turistas), un hervidero de cafés y de tiendas donde distraerse. Si a alguien le gusta la música está visitable la casa de Mozart, Dvorak es hijo preferido de la ciudad, Kepler es una figura histórica muy presente allí, y en general pasearse por sus calles por la noche resulta muy agradable. Tienen además un edificio, el Ars Electrónica Center, que cambia de color por la noche a intervalos irregulares en un espectáculo entretenido. Hay que mencionar la Linzertorte, el pastel tradicional de la ciudad, similar a una tarta Santiago y que de forma inexcusable se ha de probar.
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