Fragmento del discurso de Claudio Magris al ser proclamado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Barcelona:
El primer libro que escribí fue un ensayo, Il mito asburgico (1963), un libor que escribí entre los 20 y los 23 años, sin saber realmente qué quería escribir. Siempre me pasa, incluso ahora, con cualquier texto. No es hasta que he escrito una tercera perte, a veces la mitad, que sé qué libro estoy escribiendo, de qué cosa su tema explícito es la metáfora y, por lo tanto, de qué se trata en realidad - igual que un poema sobre un árbol, por ejemplo, sobre la luz que lo envuelve, puede ser la única manera de expresar el amor por una persona.
El libro nació en Turín. Aunque siempre he sido un lector precoz (leí muy pronto a Tolstoi, Dostoyevsky y muchos otros grandes escritores), nunca había leído ninguna línea de escritores triestinos, por aquella desconfianza que un joven siente de manera natural hacia las glorias de casa, de las que siemrep sospecha, sobre todo en una ciudad como Trieste, que tiene tantas calles dedicadas a algún "escritor y patriota". En Turín, nostálgico, empecé a leer libros sobre Trieste y a descubrir ciertas cosas que había vivido, pero de las que no me había dado cuenta: La pertenencia secular al imperio de los Habsburgo, el rol de la población eslovena y de otras minorías, el de la cultura hebrea. Me acordé de compañeros de escuela en cuyas casas se conservaban otros clásicos, no italianos; Me acordé del mundo hebreo, ciertos gestos, ciertas palabras. Entonces comprendí que para conocer mejor aquel mundo, para hacerlo mío y para ser consciente de él, de alguna manera también debería contar con una realidad que me había precedido; Entonces empecé a leer a los autores austríacos, justo para entender todo lo que había detrás de mí en Trieste.
El libro es, formalmente, un ensayo sobre la nostalgia que dejó el final del gran imperio y sobre su literatura, pero , en realidad, según la típica estrategia oblicua del ensayo (de la que entonces no me dí cuenta), es un libro que habla de cosas mucho más extensas: Del fin de todos los fines, de la posibilidad de vivir el mundo como una unidad y de contar historias que, en su variedad, expresan este sentimiento. Un libro sobre el fin de un mundo unitario y sobre el fin de la posibilidad de contarlo, sobre el fin de la épica.
El primer libro que escribí fue un ensayo, Il mito asburgico (1963), un libor que escribí entre los 20 y los 23 años, sin saber realmente qué quería escribir. Siempre me pasa, incluso ahora, con cualquier texto. No es hasta que he escrito una tercera perte, a veces la mitad, que sé qué libro estoy escribiendo, de qué cosa su tema explícito es la metáfora y, por lo tanto, de qué se trata en realidad - igual que un poema sobre un árbol, por ejemplo, sobre la luz que lo envuelve, puede ser la única manera de expresar el amor por una persona.
El libro nació en Turín. Aunque siempre he sido un lector precoz (leí muy pronto a Tolstoi, Dostoyevsky y muchos otros grandes escritores), nunca había leído ninguna línea de escritores triestinos, por aquella desconfianza que un joven siente de manera natural hacia las glorias de casa, de las que siemrep sospecha, sobre todo en una ciudad como Trieste, que tiene tantas calles dedicadas a algún "escritor y patriota". En Turín, nostálgico, empecé a leer libros sobre Trieste y a descubrir ciertas cosas que había vivido, pero de las que no me había dado cuenta: La pertenencia secular al imperio de los Habsburgo, el rol de la población eslovena y de otras minorías, el de la cultura hebrea. Me acordé de compañeros de escuela en cuyas casas se conservaban otros clásicos, no italianos; Me acordé del mundo hebreo, ciertos gestos, ciertas palabras. Entonces comprendí que para conocer mejor aquel mundo, para hacerlo mío y para ser consciente de él, de alguna manera también debería contar con una realidad que me había precedido; Entonces empecé a leer a los autores austríacos, justo para entender todo lo que había detrás de mí en Trieste.
El libro es, formalmente, un ensayo sobre la nostalgia que dejó el final del gran imperio y sobre su literatura, pero , en realidad, según la típica estrategia oblicua del ensayo (de la que entonces no me dí cuenta), es un libro que habla de cosas mucho más extensas: Del fin de todos los fines, de la posibilidad de vivir el mundo como una unidad y de contar historias que, en su variedad, expresan este sentimiento. Un libro sobre el fin de un mundo unitario y sobre el fin de la posibilidad de contarlo, sobre el fin de la épica.
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