martes, 3 de mayo de 2011

Hipatia de Alejandría


La narración de carl Sagan acerca de la Biblioteca de Alejandría:

"Es la historia de la última persona de ciencia que trabajó aquí. Se dedicó a la matemática, a la astronomía, a la física y dirigió la escuela neoplatónica de filosofía de Alejandría. Un extraordinario conjunto de logros para cualquier individuo, en cualquier época. El nombre de ella era Hipatia. Nació en esta ciudad en el 370 a.C. Era una época en que la mujer no tenía opciones. Era considerada una pertenencia. Sin embargo, Hipatia fue capaz de moverse libremente, con naturalidad, dentro de los dominios tradicionalmente masculinos. Se cuenta que fue muy bella. Y aunque tuvo muchos pretendientes no se interesó en el matrimonio.

Alejandría, en los tiempos de Hipatia, bajo largo dominio romano, fue una ciudad con graves conflictos. La esclavitud, cáncer del mundo antiguo, había agotado la vitalidad de la civilización clásica. La creciente iglesia cristiana consolidaba su poder e intentaba erradicar la influencia y cultura paganas. Hipatia estuvo en el foco, en el epicentro de fuerzas sociales poderosas. Cirilo, arzobispo de Alejandría, la despreciaba. En parte por su estrecha amistad con un gobernador romano, pero también por ser un símbolo del saber y la ciencia, identificadas por la iglesia primitiva con el pagaismo.

A pesar del gran riesgo personal Hipatia continuó enseñando y publicando hasta que en el año 415, cuando iba camino a su trabajo, fue atacada por una turba fanática de seguidores de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rasgaron su vestimenta, y la desollaron con conchas marinas. Sus restos fueron quemados, sus obras eliminadas, su nombre, olvidado. Cirilo fue proclamado santo.

La gloria que ven alrededor de mí (la Biblioteca) sólo es una remembranza. No existe. Los últimos restos de la biblioteca fueron destruídos durante el año que siguió a la muerte de Hipatia. Es como si toda la civilización hubiera sufrido una especie de operación de cerebro, radical y autoinfligida, para que sus recuerdos, descubrimientos, ideas y pasiones fueran borrados irrevocablemente. La perdida fue incalculable. En algunos casos sólo conocemos los tentadores títulos de libros que fueron destruídos. Aunque, en general, ni siquiera conocemos el título o el autor. Sí sabemos que en esta biblioteca existieron 123 obras teatrales de Sófocles, pero sólo 7 sobrevivieron. Una de esas 7 es Edipo Rey. Cifras similares se aplican a la obra perdida de Esquilo, Eurípides, Aristófanes. Es como si las únicas obras supervivientes de un tal William Shakespeare fueran Coriolano y Un Cuento de Invierno. Aunque supiéramos que escribió otras muy apreciadas en su época. Obras tituladas Hamlet, Macbeth, Sueño de una Noche de Verano, Julio César, El Rey Lear, Romeo y Julieta.

La historia está llena de gente que por temor, ignorancia, o ambición de poder ha destrozado tesoros de valor inconmensurable que, ciertamente, nos pertenecían a todos. No debemos dejar que vuelva a ocurrir.




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