viernes, 9 de octubre de 2009

Viaje al Danubio: Magris sobre Tulln


En Tulln el tiempo pincha, muerde, y la vida es una flecha arrojada hacia la nada, el irreversible proceso disipativo de que hablan los físicos. En la Canción de los Nibelungos, Atila espera y acoge en Tulln a su esposa burgunda Kriemhild, y el poema describe el cosmopolita cortejo de los príncipes y de los pueblos vasallos que le acompañan, valacos y turingios, daneses, pechenegos y guerreros de Kiew, a los que poco después la venganza de Kriemhild arrojará a la batalla y a la muerte.

La jornada es fría y lluviosa, el bosque que rodea a la ciudad es de un verde fosforescente, musgo empapado de agua y de humedad. En la iglesia de San Esteban, una basílica de 3 naves de los siglos XI y XII, una lápida fúnebre dice “Aquí yace María
Sonia” y la muerte señala el punto con una flecha; El reloj está parado a las 10:20 y sus agujas son dardos como los de la muerte, representada por un carcaj. La flecha es la vida, lanzada irreversiblemente y destinada a caer cuando la fuerza de la gravedad prevalece sobre su impulso, pero también es la muerte que alcanza a la vida en plena carrera, es el tiempo al que traspasa con cada hora, es el reloj que mide la breve dilación concebida y hiere con esta medición. Aquí yace María Sonia, nuestra hermana en la muerte, y nos gustaría despertarla con un beso no fraternal, un beso en la boca que hiciera reaparecer su cuerpo de las aguas del sueño, senos y piernas que surgen de la sombra, hombros a los que abrazar durante la noche. ¿Qué cósmica ordenanza administrativa decretó que no pudiéramos encontrar a María Sonia, qué consejo de Administración del ente Espectáculo Universal dispuso que actuáramos en 2 guiones y en 2 platós diferentes y desfasados? ¡Si por lo menos el montador o el proyeccionista mezclaran nuestras películas, como en Loquilandia, enviándonos por error a cada uno de los 2 a actuar en la otra película! Es posible que el paraíso sea Loquilandia y allí actuemos todos juntos, en una festiva barahúnda como en la escuela durante el recreo.

La flecha ya ha alcanzado a María Sonia, pero está a punto de alcanzarnos también a nosotros; Puede que nos haya alcanzado ya un poco, la precisión con que la muerte indica el punto exacto en que ella yace es agria como una herida.


Sobre la puerta hay un águila bicéfala, que tiene entre las garras la cabeza de un turco, y la lápida fúnebre de un jefe zíngaro. La rugosa piedra bárbara de esta iglesia rinde justicia también a la orgullosa majestad nómada de un pueblo oscuro y olvidado, ausente de nuestra conciencia como lo está en general de la memoria histórica.



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