viernes, 14 de septiembre de 2012

La inflexibilidad alemana



Que los alemanes tienen encima el sambenito de cuadriculados e incapaces de una mínima flexibilidad es un hecho. Si alguien piensa en un alemán, lo que le viene a la mente es un tipo rubio, frío e inflexible, que si traza un plan lo lleva a cabo hasta sus últimas consecuencias. Incluso aunque la realidad exigiera una acción alternativa o cuando menos diferente. Merckel y su plan de austeridad a hostias para Europa del sur parece seguir estas premisas, incapaz de cambiar el plan aunque vea que con su maldita austeridad lo único que logra es matar de hambre a media Grecia, pero en fin, que apunta en la dirección mencionada de que los alemanes no van ni al lavabo sin un plan previamente establecido del que no se desvían ni media coma.

En el viaje tuvimos una muestra de esta inflexibilidad cuando Eli y yo pedaleábamos tranquilamente al lado del río. Íbamos al lado una del otro, hablando con calma. Reconozco que ir en paralelo por un camino no es lo correcto, pero que carajo, estábamos de vacaciones y con ganas de ir disfrutando del paisaje y de la conversación. Además, somos del sur de Europa, y ya suponen en esas latitudes que hay una tendencia genética a saltarnos algunas normas… Bueno, el caso es que un grupo de jubilados alemanes iba en nuestra dirección y sentido, pero como bastante acelerados y a velocidad de vértigo. Eli y yo los vemos ya algo tarde, cuando el flipado de turno, el Barnabasen del grupo, acelera más que el resto y nos pide paso. Algo tarde, he de reconocerlo, maniobramos para dejarle pasar. Eli poniéndose lo más a la derecha que puede, y yo lo más a la izquierda que puedo (yo limitado por el río, que lo tengo justito a mi izquierda y con no demasiado margen entre el camino y caerme al agua). Barnabasen tenía a su disposición todo el centro del camino para pasar. Y podía pasar perfectamente incluso conduciendo un tanque, pues le dejamos amplio espacio. El problema es que Barnabasen creemos que aprendió en la escuela que para adelantar hay que hacerlo por la izquierda, y que tenía ese plan preconcebido que, como corresponde a los miembros (y miembras) de su pérfida raza, era incapaz de modificar sobre la marcha. Resultando de esta forma que el muy hijo de la gran Alemania se iba directo al agua porque por mucho que se empeñase en que los del sur debemos desaparecer del mapa, al menos de su mapa, a mí me resulta muy difícil hacer que mi masa de 90 kg (a los que hay que añadir los de la bici) se evaporen de repente. Y si no se iba al agua, como minimo colisionaba conmigo.  Por fortuna para Barnabasen, conseguí irme un poco a la derecha y así puso su germánico culo a salvo del agua procelosa de su sagrado Rhin.Pero por los pelos.

El muy cabrito no pudo evitar algún exabrupto al marcharse en su ruda lengua, que bien podría significar un “apártate cretino” o un “hasta luego, buen viaje”, que con esas lenguas bárbaras uno nunca sabe. Lo que es seguro es que tampoco entendió lo que le dije ciscándome en sus huesos. Cortesía meridional, por si las moscas, si bien debo confesar que esperaba que no se detuviese a acalrar la traduccion porque probablemente me sababa un par de cabezas y así a ojo unos 20 kg, y en el engorroso procedimiento de reventarnos mutuamente el culo a patadas creo que llevaría yo las de perder.

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