Que los alemanes
tienen encima el sambenito de cuadriculados e incapaces de una mínima
flexibilidad es un hecho. Si alguien piensa en un alemán, lo que le viene a la
mente es un tipo rubio, frío e inflexible, que si traza un plan lo lleva a cabo
hasta sus últimas consecuencias. Incluso aunque la realidad exigiera una acción
alternativa o cuando menos diferente. Merckel y su plan de austeridad a hostias
para Europa del sur parece seguir estas premisas, incapaz de cambiar el plan
aunque vea que con su maldita austeridad lo único que logra es matar de hambre
a media Grecia, pero en fin, que apunta en la dirección mencionada de que los
alemanes no van ni al lavabo sin un plan previamente establecido del que no se desvían
ni media coma.
En el viaje
tuvimos una muestra de esta inflexibilidad cuando Eli y yo pedaleábamos tranquilamente
al lado del río. Íbamos al lado una del otro, hablando con calma. Reconozco que
ir en paralelo por un camino no es lo correcto, pero que carajo, estábamos de
vacaciones y con ganas de ir disfrutando del paisaje y de la conversación. Además,
somos del sur de Europa, y ya suponen en esas latitudes que hay una tendencia genética
a saltarnos algunas normas… Bueno, el caso es que un grupo de jubilados
alemanes iba en nuestra dirección y sentido, pero como bastante acelerados y a
velocidad de vértigo. Eli y yo los vemos ya algo tarde, cuando el flipado de
turno, el Barnabasen del grupo, acelera más que el resto y nos pide paso. Algo
tarde, he de reconocerlo, maniobramos para dejarle pasar. Eli poniéndose lo más
a la derecha que puede, y yo lo más a la izquierda que puedo (yo limitado por
el río, que lo tengo justito a mi izquierda y con no demasiado margen entre el
camino y caerme al agua). Barnabasen tenía a su disposición todo el centro del
camino para pasar. Y podía pasar perfectamente incluso conduciendo un tanque,
pues le dejamos amplio espacio. El problema es que Barnabasen creemos que aprendió
en la escuela que para adelantar hay que hacerlo por la izquierda, y que tenía
ese plan preconcebido que, como corresponde a los miembros (y miembras) de su pérfida
raza, era incapaz de modificar sobre la marcha. Resultando de esta forma que el
muy hijo de la gran Alemania se iba directo al agua porque por mucho que se empeñase
en que los del sur debemos desaparecer del mapa, al menos de su mapa, a mí me
resulta muy difícil hacer que mi masa de 90 kg (a los que hay que añadir los de
la bici) se evaporen de repente. Y si no se iba al agua, como minimo
colisionaba conmigo. Por fortuna para
Barnabasen, conseguí irme un poco a la derecha y así puso su germánico culo a
salvo del agua procelosa de su sagrado Rhin.Pero por los pelos.
El muy cabrito no
pudo evitar algún exabrupto al marcharse en su ruda lengua, que bien podría significar un “apártate
cretino” o un “hasta luego, buen viaje”, que con esas lenguas bárbaras uno nunca sabe. Lo
que es seguro es que tampoco entendió lo que le dije ciscándome en sus huesos. Cortesía
meridional, por si las moscas, si bien debo confesar que esperaba que no se
detuviese a acalrar la traduccion porque probablemente me sababa un par de cabezas y así a ojo unos 20
kg, y en el engorroso procedimiento de reventarnos mutuamente el culo a patadas
creo que llevaría yo las de perder.
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