29/08/2010
Día anodino en realidad. No teníamos ya camino que recorrer ni nada especial que visitar, así que fue un día entregado a la nostalgia paseando por Passau mientras recordábamos algunos eventos del año anterior. Incluso fuimos a visitar Fahradklinik, cerrada, por supuesto, y cruzamos el Inn por el puente para ver el punto inicial del camino del Danubio en el que empezamos a cicloturistear. Sólo recuerdos, pero nos hicimos la preceptiva foto en el mismo punto que el año pasado, sólo que en esta ocasión con más lluvia. Decididamente el lujo de visitar Passau con sol es un bien escaso. En la estación nos comimos unos soberanos bocadillos y tomamos el tren hacia Munich.
Hay varias opciones para ello, pero recomiendo el tren directo, más que nada por la comodidad de evitar un transbordo aunque no está exento de problemas. El principal es que todos los cicloturistas tenemos básicamente la misma idea con respecto al trayecto, y el tren está literalmente invadido por las bicis. Parece que eso en realidad excede a la previsión alemana y no gusta demasiado a viajeros sin bicicleta, pero nosotros además nos topamos con un problema añadido: En esos trenes parece que está institucionalizado que se vendan bebidas y bocadillos durante el trayecto. Suponemos que por empleados de la compañía. En nuestro tren el empleado en cuestión, turco, se paseaba con un carrito cargado hasta los topes pasillo arriba, pasillo abajo, pero claro, con la ingente muchedumbre que había y las bicicletas no tenía literalmente espacio para pasar. Su carrito no cabía por los pasillos entre el amontonamiento de bicis. Cuando llegó a nuestro vagón, berreó algo en alemán e hizo amago de pasar por donde no se podía pasar, pues una bici (de algún viajero) bloqueaba el camino. Justo al lado estaban nuestras 3 bicis, puestas en el lugar que les corresponde pero con las alforjas puestas. El muy cafre-bestia pega otro gañido en su idioma (ignoro cuál) y procede a lanzar el carrito cual ariete por entre el espacio imposible entre la bici que obstruía el paso y las alforjas de Eli. El muy pedazo de animal!!! Casi rompe, si es que no la rompió, la bici del otro y rajó la alforja de Eli. Al ver lo que hacía le pegué un berrido en español. Yo no puedo ni sé insultar en otro idioma. Con mi berrido paró de hacer el cafre, pero comenzó creo a soltarnos una bronca fenomenal por obstruir el paso. Claro que no le entendíamos una simple coma, pero el tipo insistía y eso que Eli le gritó clarito que no entendemos alemán en alemán. Viendo que con nosotros no se iba a desahogar, continuó con su camino renegando. La verdad es que medité seriamente si darle un par de yoyas que le pusiesen mirando a Cuenca, pero esa manera de meterme en líos nunca fue de mis preferidas.
Su camino era imposible igualmente, pero el tipo continuó con su táctica de carrito-ariete y se enzarzó en una disputa verbal con un alemán de 190 cm al que casi le rompe la bici contra la pared. Nosotros es que alucinábamos. Debía pertenecer a algún movimiento ultra anti-bicicletas, o bien estar pagado por una petrolera, o bien haber escogido esa técnica dentro de las alternativas que conducen al linchamiento. Pero como había pasado de largo, miramos los daños en las alforjas, leves por suerte, y tratamos de olvidarlo... hasta que le tocó el recorrido de vuelta. Imaginamos que en el de ida se habría peleado con medio pasaje y abollado varias bicis, porque cuando regresó tenía una cara de mala leche impresionante. Antes de que llegase a nuestras bicis me levanté y me situé estratégicamente para evitar un nuevo atropello con el ariete del muy salvaje, pero con el resto de las bicis que le obstruían (ahora más que antes con nuevos pasajeros) yo no pensaba hacer nada. Me daba hasta curiosidad saber qué iba a hacer para pasar, pero además de cafre era poco imaginativo: Cogió carrerilla y arremetió con el ariete en sucesivas descargas sobre unas bicis hasta que se oyeron 2 cosas:
- La primera un sonoro "crack" que implicaba que algo se había roto. Las apuestas iban hacia la bici que sufría las acometidas.
- La segunda fueron una serie de imprecaciones en alemán seguidas del emisor de las mismas, que se abalanzó a su vez sobre el carrito-ariete, al que propinó una buena patada, e hizo retroceder al cafre y su carro.
Lo que siguió entra sólo dentro de mi imaginación, pues los insultos en alemán de Baviera proferidos por ambas partes quedan al margen de mi entendimiento. Claro que yo me ponía de parte del alemán y su bici vistos los modales de la cafre-mula del turco ese, pero es que además en muy anormal hizo el gesto de pegar al alemán que le chillaba con todo merecimiento. Mal gesto, pues la posible razón que tuviera (poca...) la perdía completamente con esta última salida de formas. Situación tensa que no sé cómo no derivó en pelea. En Hispania como mínimo sacamos las navajas por menos de la mitad, pero ahí acabó la cosa y ambos se fueron a relamer sus respectivas heridas. Los pasajeros que estaban sentados con nosotros comentaron la jugada, creo que con reparto de simpatías entre el cafre y la víctima, justificándole en parte al creer que el tren estaba masificado. Pero por masificado que esté y lo poco que pueda hacer su trabajo, esas no son maneras. Pero nosotros a lo nuestro y llegamos pronto a Munich.
Como ya teníamos reservada plaza en el Youth Hostel, dejamos el equipaje sin prisas y les llevé a visitar la ciudad, para ver el resto de cosas que no vimos el año anterior con las prisas. Así, un paseíto por las turistadas clásicas y a la atracción que pretendía mostrarles de un viaje mío anterior: En las esquinas de Von-der-Tann Strasse y Koniginstrasse, delante casi del consulado yanki, hay una fuente con una caída de agua muy especial. Allí el agua cae desde una altura media a una zona profunda de tal forma que crea un remolino lo bastante potente como para que la gente practique surf allí. No había nadie en aquel momento, pues era ya tarde, pero es un espectáculo curioso.
Acabada la visita, nos fuimos a la Hofbrau de Munich. En tiempos pasados, los alrededores del ayuntamiento eran un lugar un tanto poco recomendable, lleno de prostitutas y de indeseables, pero hoy día es de lo más caro de la ciudad. Y el Hofbrau, donde antes iban los muniqueses a tomas unas cañitas, hoy día es una turistada digna de ver sólo como turistada, o sea, entrar, dar un vistazo y ver la orquesta de polkas unos minutillos, y marcharse. Pero teníamos hambre y nos sentamos en una de las mesas. Allí son constumbres alemanas las que rigen, así que compartes la mesa con quienes quieran sentarse después y te sirven cuando pueden emnedio de una avalancha de japoneses. Nuestros compañeros de mesa eran rusos. Para beber, cerveza. Por supuesto. Medida única, de 1 litro. Dejo la foto de Eli tratando de llevarse a la boca una de las que pedimos. Más de un japonés trató de zamparse esa medida y salió haciendo "eses". Nosotros acabamos rapidito, les tomamos "prestado" un bretzel a cuenta del servicio "maravilloso" que nos habían dedicado, y regresamos al hotel a dormir, que al día siguiente tocaba madrugar.
Día anodino en realidad. No teníamos ya camino que recorrer ni nada especial que visitar, así que fue un día entregado a la nostalgia paseando por Passau mientras recordábamos algunos eventos del año anterior. Incluso fuimos a visitar Fahradklinik, cerrada, por supuesto, y cruzamos el Inn por el puente para ver el punto inicial del camino del Danubio en el que empezamos a cicloturistear. Sólo recuerdos, pero nos hicimos la preceptiva foto en el mismo punto que el año pasado, sólo que en esta ocasión con más lluvia. Decididamente el lujo de visitar Passau con sol es un bien escaso. En la estación nos comimos unos soberanos bocadillos y tomamos el tren hacia Munich.
Hay varias opciones para ello, pero recomiendo el tren directo, más que nada por la comodidad de evitar un transbordo aunque no está exento de problemas. El principal es que todos los cicloturistas tenemos básicamente la misma idea con respecto al trayecto, y el tren está literalmente invadido por las bicis. Parece que eso en realidad excede a la previsión alemana y no gusta demasiado a viajeros sin bicicleta, pero nosotros además nos topamos con un problema añadido: En esos trenes parece que está institucionalizado que se vendan bebidas y bocadillos durante el trayecto. Suponemos que por empleados de la compañía. En nuestro tren el empleado en cuestión, turco, se paseaba con un carrito cargado hasta los topes pasillo arriba, pasillo abajo, pero claro, con la ingente muchedumbre que había y las bicicletas no tenía literalmente espacio para pasar. Su carrito no cabía por los pasillos entre el amontonamiento de bicis. Cuando llegó a nuestro vagón, berreó algo en alemán e hizo amago de pasar por donde no se podía pasar, pues una bici (de algún viajero) bloqueaba el camino. Justo al lado estaban nuestras 3 bicis, puestas en el lugar que les corresponde pero con las alforjas puestas. El muy cafre-bestia pega otro gañido en su idioma (ignoro cuál) y procede a lanzar el carrito cual ariete por entre el espacio imposible entre la bici que obstruía el paso y las alforjas de Eli. El muy pedazo de animal!!! Casi rompe, si es que no la rompió, la bici del otro y rajó la alforja de Eli. Al ver lo que hacía le pegué un berrido en español. Yo no puedo ni sé insultar en otro idioma. Con mi berrido paró de hacer el cafre, pero comenzó creo a soltarnos una bronca fenomenal por obstruir el paso. Claro que no le entendíamos una simple coma, pero el tipo insistía y eso que Eli le gritó clarito que no entendemos alemán en alemán. Viendo que con nosotros no se iba a desahogar, continuó con su camino renegando. La verdad es que medité seriamente si darle un par de yoyas que le pusiesen mirando a Cuenca, pero esa manera de meterme en líos nunca fue de mis preferidas.
Su camino era imposible igualmente, pero el tipo continuó con su táctica de carrito-ariete y se enzarzó en una disputa verbal con un alemán de 190 cm al que casi le rompe la bici contra la pared. Nosotros es que alucinábamos. Debía pertenecer a algún movimiento ultra anti-bicicletas, o bien estar pagado por una petrolera, o bien haber escogido esa técnica dentro de las alternativas que conducen al linchamiento. Pero como había pasado de largo, miramos los daños en las alforjas, leves por suerte, y tratamos de olvidarlo... hasta que le tocó el recorrido de vuelta. Imaginamos que en el de ida se habría peleado con medio pasaje y abollado varias bicis, porque cuando regresó tenía una cara de mala leche impresionante. Antes de que llegase a nuestras bicis me levanté y me situé estratégicamente para evitar un nuevo atropello con el ariete del muy salvaje, pero con el resto de las bicis que le obstruían (ahora más que antes con nuevos pasajeros) yo no pensaba hacer nada. Me daba hasta curiosidad saber qué iba a hacer para pasar, pero además de cafre era poco imaginativo: Cogió carrerilla y arremetió con el ariete en sucesivas descargas sobre unas bicis hasta que se oyeron 2 cosas:
- La primera un sonoro "crack" que implicaba que algo se había roto. Las apuestas iban hacia la bici que sufría las acometidas.
- La segunda fueron una serie de imprecaciones en alemán seguidas del emisor de las mismas, que se abalanzó a su vez sobre el carrito-ariete, al que propinó una buena patada, e hizo retroceder al cafre y su carro.
Lo que siguió entra sólo dentro de mi imaginación, pues los insultos en alemán de Baviera proferidos por ambas partes quedan al margen de mi entendimiento. Claro que yo me ponía de parte del alemán y su bici vistos los modales de la cafre-mula del turco ese, pero es que además en muy anormal hizo el gesto de pegar al alemán que le chillaba con todo merecimiento. Mal gesto, pues la posible razón que tuviera (poca...) la perdía completamente con esta última salida de formas. Situación tensa que no sé cómo no derivó en pelea. En Hispania como mínimo sacamos las navajas por menos de la mitad, pero ahí acabó la cosa y ambos se fueron a relamer sus respectivas heridas. Los pasajeros que estaban sentados con nosotros comentaron la jugada, creo que con reparto de simpatías entre el cafre y la víctima, justificándole en parte al creer que el tren estaba masificado. Pero por masificado que esté y lo poco que pueda hacer su trabajo, esas no son maneras. Pero nosotros a lo nuestro y llegamos pronto a Munich.
Como ya teníamos reservada plaza en el Youth Hostel, dejamos el equipaje sin prisas y les llevé a visitar la ciudad, para ver el resto de cosas que no vimos el año anterior con las prisas. Así, un paseíto por las turistadas clásicas y a la atracción que pretendía mostrarles de un viaje mío anterior: En las esquinas de Von-der-Tann Strasse y Koniginstrasse, delante casi del consulado yanki, hay una fuente con una caída de agua muy especial. Allí el agua cae desde una altura media a una zona profunda de tal forma que crea un remolino lo bastante potente como para que la gente practique surf allí. No había nadie en aquel momento, pues era ya tarde, pero es un espectáculo curioso.
Acabada la visita, nos fuimos a la Hofbrau de Munich. En tiempos pasados, los alrededores del ayuntamiento eran un lugar un tanto poco recomendable, lleno de prostitutas y de indeseables, pero hoy día es de lo más caro de la ciudad. Y el Hofbrau, donde antes iban los muniqueses a tomas unas cañitas, hoy día es una turistada digna de ver sólo como turistada, o sea, entrar, dar un vistazo y ver la orquesta de polkas unos minutillos, y marcharse. Pero teníamos hambre y nos sentamos en una de las mesas. Allí son constumbres alemanas las que rigen, así que compartes la mesa con quienes quieran sentarse después y te sirven cuando pueden emnedio de una avalancha de japoneses. Nuestros compañeros de mesa eran rusos. Para beber, cerveza. Por supuesto. Medida única, de 1 litro. Dejo la foto de Eli tratando de llevarse a la boca una de las que pedimos. Más de un japonés trató de zamparse esa medida y salió haciendo "eses". Nosotros acabamos rapidito, les tomamos "prestado" un bretzel a cuenta del servicio "maravilloso" que nos habían dedicado, y regresamos al hotel a dormir, que al día siguiente tocaba madrugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario