viernes, 29 de octubre de 2010

Eje bioquímico del estrés

Otro texto que no quiero perder, pues puede resultarme útil alguna vez para la universidad. Es un curioso escrito de Edward S. Deevey en que realiza una metáfora de la bioquímica del estrés:

Se puede decir que las necesidades vitales del organismo se pagan con azúcar. Y que el banco es el hígado. Las hormonas del páncreas y las suprarrenales hacen de pagadores cuando se trata de pagos rutinarios, pero las decisiones en al nivel superior (relativas al crecimiento o la reproducción) les están reservadas a los funcionarios del banco, que son el córtex suprarrenal y la pituitaria.

El estrés es como un revuelo administrativo entre las hormonas, y el shock se produce cuando la gerencia sobregira el banco.

El primer y más importante mecanismo es una notable combinación burocrática entre el córtex, que hace de cajero, y la pituitaria, que es la directiva.

Una lesión o una infección son formas habituales de estrés y para dirigir la inflamación controlada que las ha de combatir, el córtex gira cheques de caja al hígado. Si el estrés persiste, una hormona llamada cortisona envía un mensaje lleno de preocupación a la pituitaria. La pituitaria entonces delega a un vicepresidente, la ACTH, para dar dinero al córtex. El córtex, reanimado, toma más personal y aumenta su actividad, que incluye procurarse más ayuda de ACTH. El peligro de la espiral comienza a hacerse patente.

Pero mientras siguen las sustracciones, la cantidad de azúcar en sangre sigue siendo engañosamente constante por obra de otro mecanismo.

Si el estrés persiste y embauca a la pituitaria para que siga apoyando a la ACTH, las grandes transacciones comienzan a padecer rebajas, como en las hormonas ováricas o testiculares. Y eso que no se habla de la hipertensión, ya que requiere de otro artículo, la sal, que sigue un mecanismo propio. El resultado puede llegar a ser un colapso del sistema de la glucosa. Y un pequeño estrés suplementario es como una visita inesperada del inspector bancario: La médula suprarrenal, sorprendida, envía un chorro de adrenalina que aún provoca un mayor desgaste de glucosa, y el cerebro se muere de inanición.

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