viernes, 27 de septiembre de 2013

Poesía Latina

Sigo con la lectura de Ausonio. Un poeta romano de los tiempos tardoimperiales en quien no me había fijado por ese peculiar nombre suyo, dado a la jocosidad de cualquier hispanohablante que haya vivido una temporadita en Hispania. 

Aunque ahora esto es lo de menos. Paseando por las calles de Burdeos, la antigua Burdigala, me he llevado conmigo los 2 volúmenes de las obras de este poeta olvidado, y cabe decir que me ha sorprendido. Aunque de su ciudad ya prácticamente no quede nada hoy día. 

Me ha resultado especialmente agradable su poesía y eso que en toda ella se aprecia esa pomposidad típica de ese siglo IV que le tocó vivir, si bien es posible que sin hubiese vivido en otra época tal vez nadie le conociese hoy día.  Y su obra vale la pena leerla. Pocos he visto que puedan describir de una forma sensible la propia naturaleza que le rodea. A nadie en la poesía latina he visto que describa como él lo difuso, lo transparente, las luces o las sombras. Puede a veces pintar lo imposible con palabras, como en uno de sus epigramas:

Por qué intentas, vano pintor, darme un rostro y colocar a la diosa invisible ante las miradas? Del aire y de la lengua soy hija, madre de incorpóreo aliento y, sin cabeza, emito mi vox. Haciendo volver los últimos tonos, al acabar de oírse, sigo divertida las palabras ajenas con las mías. En vuestros oídos habito yo, la escurridiza Eco; Y si deseas pintarme tal como soy, pinta el sonido.

Resulta terriblemente particular y curioso, y aunque no siempre lo logra, sus composiciones mezcla de autores clásicos pasados junto con palabras y versos de cosecha propia me resultan muy placenteros. Además, es de los pocos que es capaz de hacer descripciones de la naturaleza muy amenas., casi virgilianas. Pero a diferencia de este, es capaz de dejar traslucir sus propios sentimientos hacia el paisaje y en torno de este. POr ejemplo, en el Mosella habla de paz, de aguas transparentes, de color y luz y del perfume intenso de este río. El contraste lo estableceremos con otro de sus poemas, cuando en este mismo río ha de despedirse de su hijo siendo ya anciano:

Ya sobre las espaldas tranquilas del gélido Mosella te había llevado, hijo mío, la nave y la corriente envidiosa te había separado de los besos de tu triste padre y de sus abrazos (...) Abandonado, me atormento en esas riberas vacías y solas. Ahora rompo los incipientes brotes de los sauces, ahora deshago los asientos de ierba y entre las verdes aliabas arrastro mis pasos por encima de los guijarros.


Se e antoja extraño, al menos para mí, ver en un autor antiguo, erudito, cómo sus versos cambian para una naturaleza alegre u hostil en función de sus estados de ánimo. A veces la naturaleza a la que tanto ama y así retrata en innumerables poemas le resulta penosa, áspera, y no le consuela como en otras ocasiones, cuando la describía con la palabra amoena. Lo habitual es que hable de los encantos de la vida salvaje, de sus frutas, jabalíes, ciervos o ánades, o incluso de las joyas pasajeras de sus flores:

... cubría de blanco lo escarchados rosales una joya extraña que iba a morir con los primeros rayos del día. Es difícil decir si roba la Aurora su rubor a las rosas, o si es ella la que lo da y la salida del día tiñe las flores.


Son precisamente esos momentos de transición con claroscuros de luz, que engañan los sentidos, los que deleitan al poeta. Así describe en versos perfectos los cañaverales que nacen junto al agua, las amapolas somníferas, los estanques callados y quietos como la muerte, los arroyos de silencios ominosos. Es un mundo de sueños en el que su capacidad versificadora con enorme erudición sabe condensar con el paisaje que quieren transmitir. No siempre, pero a veces lo logra, escribe auténticas joyas de admirable factura en que a cada tema conviene un tono, y hasta él mismo afirma que cada sabor gusta a paladares diferentes:


Es mi libro lo que por la mañana vas a leer, y también al atardecer. Con las alegres mezclamos cosas serias, para que cada una guste en su momento. No es uno el color de la vida, ni hay un solo lector de los poemas. Cada página tiene su hora...

Es un autor que curiosamente es tenido por no excelente entre los entendidos. Y es seguramente verdad que no es capaz de sobresalir como un Virgilio o un Horacio, pero al menos demuestra en ocasiones ser un poeta de sorprendente capacidad creativa. En la escala de Pritchard, de la famosa película "el club de los Poetas Muertos", no saldría bien parado, pero para amantes de las letras latinas supone un camino apacible y sombreado en medio de tanta mediocridad actual, aunque tenga un estilo estético algo inflado. Dejo apra terminar otro pequeño fragmento:


Ya la mañana luminosa abre las ventanas,
ya la golondrina vigilante trisa en sus nidos:
Tú, como al principio y a medianoche,
Pármeno, duermes...

Mane iam clarum reserat fenestras,
iam strepit nidis vigilax hirundo:
tu velut primam mediamque noctem,
Parmeno, dormis.
Dormiunt glires hiemem perennem,
sed cibo parcunt: tibi causa somni,
multa quod potas nimiaque tendis
mole saginam.
Inde nec flexas sonus intrat aures
et locum mentis sopor altus urget
nec coruscantis oculos lacessunt
fulgura lucis.
Annuam quondam iuveni quietem,
noctis et lucis vicibus manentem,
fabulae fingunt, cui Luna somnos
continuarit.
Surge, nugator, lacerande virgis,
surge, ne longus tibi somnus, unde
non times, detur: rape membra molli,
Parmeno, lecto.
Fors et haec somnum tibi cantilena
Sapphico suadet modulata versu?
Lesbiae depelle modum quietis,
acer iambe.



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