lunes, 23 de septiembre de 2013

Ruta por Bretagne: Etapa 6

28/08/2013

La noche por fortuna solventa algunos de los problemas digestivos de Eli y solo le queda el cansancio tras levantarse a las 04:00 horas para comprobar que las bicis estaban bien. Pese a todo andamos bastante cansados y parece poco probable que si el paisaje sigue en la misma guisa podamos completar la ruta planeada, incluso pese al trozo, ingente, de terreno que nos comimos con el tren a Saint Brieuc. Barnabas se muestra reticente, y lento, pero esto no es novedad, pero conviene con nosotros que forzar mucho a Eli acabaría por salirnos probablemente mal y las comunicaciones en esta tierra no dan para muchos inventos con el tren de vuelta. Así que vamos a la estación y comprobamos que podemos ir a Lannion, un buen trozo más adelante, sin necesidad de hacer tonterías como volver a Rennes y tomar otro tren allí de vuelta, con km a mogollón para nada. Y sacamos los billetes, claro.

Nuestra sorpresa en a estación es doble: In primis porque vemos que en este pueblo enfocado al turismo tienen un tren de vapor para disfrute de guiris en general. Es bonito y parece bien cuidado, pero no estamos para turistas y esperamos pacientemente nuestra segunda sorpresa, que es nuestro tren. Consiste básicamente en una locomotora-vagón, con capacidad para unas 50 personas siempre y cuando vayan todas de pie. Menudo marrón. Meter ahí con toda la plebe que estaba en la estación esperando e tren nuestras bicis. Especialmente porque el espacio pensado, o más bien poco pensado, para ellas era exiguo y las 3 no cabían ni de broma. Lo logramos a medias entre la buena voluntad nuestra y el espíritu hispano de "por mis cojones que esto entra". Podemos afirmar con propiedad que el tren era una mierda, y que el revisor además se puso al mismo nivel, no queriendo indicarnos cómo hacer el transbordo con antelación alegando que no sabía cómo era la estación a la que íbamos. Las narices no lo sabía, pero tememos que tuviera una cierta digamos animadversión hacia los ciclistas y sobretodo hacia las bicis que tanto le incomodaban a la hora de pasar a hacer su trabajo de controlar quien tiene billete y quien no. Pese a tan maravillosa ayuda pudimos ahcer el transbordo bien. Solo teníamos 5 inutos entre la llegada de nuestro birria-tren y el siguiente, pero como la fortuna hizo que ambas vías fueran próximas no hubo ningún problema. Y pronto llegamos a Lannion.

Como resulta que era casi mediodía y en este pueblo tienen una oficina de atención al turista, preguntamos allí por un sitio para dormir baratito. Nos atendieron muy amablemente, incluso ofreciendo unas galletas bretonas de mantequilla de esas tan buenas de la zona, y nos reservan por teléfono un bed&breakfast que resultó cojonudo, y por esto lo menciono aquí con detalle: Le grand Chene, de Monsieur Stervinon. Este es un profesor jubilado que ofrece su casa, una auténtica mansión, por precio muy asequible y que resultó además un fantástico guía y anfitrión. No nos costó mucho encontrar su casa y una vez acomodados, tomamos las bicis, ya sin peso, para dar una vuelta por la zona.



No pretendíamos ir muy lejos, y omenzamos a bajar por el río en dirección a la playa de Yaudet, que nos habían prometido ser excelsa. POr el camino fuimos parando en algunas capillas, más casi para descansar de las terribles cuestas de la zona y haciendo algunas visitas aquí y allá. 



Cuando por fin llegamos, resulta que es una zona natural y está prohibido descender a la playa con las bicis. Hay unas escaleras para ir a la playa, pero evidentemente impracticables con 2 ruedas, y una bajadita precioooosa del 15% por si alguien se anima a ir, pero claro, bajar muy bien, pero subirla luego comoq ue no, que era cosa de 1 km de larga. O así. Solo basta con mencionar que ni siquiera Barnabas quiso hacer la heroicidad de bajarla habida cuenta de que luego le tocaba subir, y él sí está en forma como para poder hacerlo... Da una idea de lo bestia que se veía.

Decidimos entonces comer a la sombra de la iglesia y visitarla luego. Tienen una curiosa talla antigua, curiosa por representar a la Virgen acostada por recién parida (haber dado a luz, para los amantes de los eufemismos y de las babas), pero luego nos picó la curiosidad y bajamos a la playa, dejando la bicis al cuidado de Barnabas (que luego no quiso bajar). Los escalones eran pronunciados pero la visita valía la pena, por ver otro tipo de playa llena de mejillones. No eran comestibles, que si no me pego un atracón, pero era espectacular de ver. Allí en Bretaña cada playa es diferente a la anterior.




Para acabar el día dimos unas vueltecitas por Lannion, para verla un poco antes de cenar. Al llegar a casa el dueño nos estaba esperando para ofrecernos, cuando nos apeteciera, una visita virtual con una simulación de vuelo, por la costa Rosa (la costa donde estábamos). A menudos les fue a ofrecer: Eli tiene cierta reticencia a volar, y Barnabas algo ya rayano en la fobia a lo mismo, pero no le quisimos contrariar y aplazamos el posible vuelo a otro momento.





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