26/08/2011
Hoy simplemente iniciamos el viaje. Yo salgo de trabajar y tengo el tiempo bastante contado para llegar a casa, comer, acabar de comprobar que no nos dejamos nada y a esperar a Barnabas para ir a coger el tren. La idea es repetir la parte inicial del viaje del año pasado, o sea, un tren regional de Barcelona a Cerbere y esperar allí con calma para enlazar con un lunea francés.
Todo podría ser más sencillo si RENFE ayudase un poco a los cicloturistas, pero esto no deja de ser una simple quimera. Así que debemos armarnos de paciencia y hacer acopio de fuerzas para superar las dificultades y obstáculos que deben ser salvados antes de llegar al andén. Y la mala educción habitual de la gente, que da igual que tú vayas cargado con bici y alforjas y que no tengas más alternativa que coger el ascensor para llegar a la vía. Da absolutamente igual. Aunque vayan sin equipaje y ligeros de cuerpo y mente, si pueden se ponen por delante tuyo y te quitan el ascensor. Con lo cual te condenan a esperar con cara de bobo a que terminen su absurdo viaje y poder por fin acceder al tren, siempre y cuando algún otro tuercebotas no vea el ascensor y se vuelva a colar. En fin, un poco de mala leche, mis casi 90 kg y una cara de cabreo que dice "como te cueles te pateo el hígado hasta gastar los zapatos" logra que un par de ruidosos sudamericanos ni osen siquiera acercarse, aunque se les veía la mala idea de tratar de birlarme la tanda, y me reúno con Eli y Barnabas, que han podido bajar antes sin problemas.
Pillamos el tren sin problemas, y en un breve intercabio de impresiones con el "picas" nos aposentamos lo más cómodamente posible. Bueno, Eli y yo cómodamente. Barnabas, que ha distribuido sus pertenencias por medio vagón, hace casi todo el viaje de pie controlando que nada le pase a su bici. Pelín innecesario, pero yo me agarro mi Simenon y ya me avisarán al llegar a Francia.
El viaje transcurre sin incidencias y bajamos en Cerbere, cosa rara, sin que nadie nos pida la documentación. Luego la eterna espera tirados literalmente hasta que se anuncia el andén de nuestro tren. Aquí teníamos un pequeño problema: Al reservar lo billetes no pudimos reservar espacio para las bicis. Con lo cual nos podían obligar a desmontar la bici y subirla como equipaje. El plan trazado consistía en que Eli usase sus "armas de mujer" y su conocimiento del idioma local (por algo habla francés, caramba...) para lograr que el "picas" local se apiadase de nosotros y nos apañase un rinconcito. El plan tenía evidentes lagunas pero al final no fue necesario, pues la indolencia habitual, llámese pereza, de los revisores que además estaban de muy buen humor nos permitió poner las bicis en su sitio así por la patilla. Yo estaba reventado, y me puse en la litera durmiéndome casi en el acto, miestras que Eli y Barnabas se quedaron con las bicis para comprobar que los siguientes clientes en poner sus bicis en el espacio tirando a pequeño que hay en el tren no nos hiciera una desgracia. Suerte que lo hicieron, pues en estaciones posteriores subió la gente con el espacio reservado, y pagado, y al final la aglomeración de bicis allí era algo digno de contemplar. Dejo la foto por si alguien no me cree...
Al poco de salir, empieza a llover. Y hace frío. Bastante frío. Convencemos a Barnabas para que no toque el aire acondicionado, so pena de muerte (y no por kiki precisamente...) y a descansar como podemos. Yo en los trenes duermo de maravilla, casi que me subo a un tren y me adormezco en el acto. Barnabas no estará muy contento de sus noches en los trenes, pero eso debe contarlo él.
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