miércoles, 5 de octubre de 2011

Loira en bicicleta: Etapa 3

29/08/2011

El día de hoy pretendía ser raro. Raro porque habíamos pernoctado en Amboise, cosa que valía mucho la pena, pero que provocaba un dilema de difícil resolución: Muy cerca se halla el castillo de Chenonceaux. Este castillo es único, elevado encima de un puente y con unos jardines muy bien cuidados, por lo que es casi de visita obligada. Ahora bién, este castillo se halla a 10 km en perpendicular de la ruta del Loira. Si seguimos la ruta, debemos abandonar el castillo. Y si queremos ver el castillo, por narices debemos recorrer 20 kms para volver al punto de partida, ya que no se puede retomar el camino desde más adelante.

En fin, resolvemos el dilema a la brava, que implica 10 km de ida y 10 de vuelta. Total, de machadas absurdas en este viaje ya llevábamos unas cuantas. Lo que no indica nuestra guía es que en esos 10 km hay unas cuantas subidas, varias de ellas de las gordas, y Eli quiebra en la segunda subidita. Que era una subida de las de cagarse la culebra abajo. Era evidente que en esas condiciones no iba a poder seguir, por lo que me erijo en jefe/mandamás y determino que Barnabas se flipe el resto de kms que faltan hasta el castillo y yo me quedo con Eli en un recodo del camino, tirados al sol y sobre la hierba, hasta que este regrese. No se estaba mal, la verdad. Un poco de Simenon, un solecillo agradable y una temperatura correcta hacen milagros a la hora de recuperar las fuerzas. Barnabas se pegó además el palizón en balde, pues al llegar a destino se vió en la misma trampa de los precios elevados y encima con la taquilla a un par de km del castillo, de tal forma que ni siquiera lo pudo ver desde lejos. Hay que decir además que el tramito de marras se le hizo duro, y si se le hizo duro a éste, yo ni quiero pensar la patada en el hígado que esto me hubiera supuesto a mí... Pero como había decidido no comprobarlo, paladeé en la espera de su regreso una deliciosa coca-cola aún fresquita sintiéndome más que satisfecho.

Bien, volvemos sobre nuestros pasos y otra vez en la plaza de Amboise, que a este paso íbamos a conocer más que el salón de casa, a buscar el camino y en ruta hacia Tours. La primera parte del viaje es cerquita del río, por tanto plano y facil de hacer, pero luego al cenutrio que diseñó la ruta le da por darnos un recorrido por las urbanizaciones de la zona y regresamos a un nuevo rompepiernas. Durante un buen tramo del camino sorprendí a la audiencia con unas desconocidas dotes de adivino, pues cada vez que una curva no dejaba ver el camino yo vaticinaba: "Ahí viene una cuesta que te cagas" . Y ante la rechifla general debo decir que apenas fallé alguna predicción, con lo que me gusta equivocarme en estos casos. Me consolé con el paisaje, pues debo reconocer que era magnífico en cuanto salíamos de las dichosas urbanizaciones (por cierto, qué nivel de vida el de estos franchutes). Se podía transitar por unos viñedos hasta donde se perdía la vista, con los pámpanos en varios colores y bien cargados de fruta. Eli no resistió la tentación de hacer algunas fotos. Ni yo de coger unas uvitas.


Pronto llegamos a Tours. Lo primero que hicimos fue dar unas vueltas por las calles del centro pero no para hacer la turistada sino para buscar algún sitio donde comer. Ya estaba de bocadillos hasta los mismísimos, así que tras mucho comparar precios y rechazar (Eli) los restaurantes orientales, terminamos en un manido kebab. Bueno, pues bocata de nuevo, sólo que por un error en la traducción terminamos por zamparnos unos platos combinados de gran tamaño, dignos de mi apetito que quedó más que satisfecho.

Una vez terminado este prosaico materialismo, nos metemos en un cibercafé. La mala experiencia estos días nos había dejado un poco acobardados y procedimos a buscar por internet algún sitio barato donde caernos muertos, aunque fuera al margen de la ruta. Un par de llamaditas y logramos que una señora muy simpática nos reserve una habitación para 3 en Langeais. Hoy al menos no tendríamos que sufrir para encontrar hotel.


Y una vez hecho esto, ya podemos dedicarnos con calma a visitar Tours. La ciudad en sí no tiene demasiado, pero la catedral...Ah, la catedral... Esta sí es de las buenas. Gótica, bastante adornada y con vidrieras enormes que dejaban en el interior una luz coloreada absolutamente preciosa. Aviso para cicloturistas: Salir de Tours es algo molesto. Se ha de continuar por el centro de la ciudad y luego abandonar el Loira para ir a buscar el río Cher. Pero para ello se ha de atravesar toda la ciudad y sus arabales durante casi 4 kms, hechos por las calles en medio del tráfico y con conductores franceses, bastante cafres así en general. En un determinado momento, mientras atravesaba una plaza el semáforo se puso en rojo y los coches, lejos de dejarme terminar de cruzar deciden acelerar pero a lo bestia y pasar ellos. Si no es porque tengo buenos frenos, y porque había un guardia allí cerca, yo creo que me atropellan. Poco respeto por el ciclista, leñe.

Una vez abandonada la ciudad la cosa es muy diferente. Se circula por un parque nacional que discurre a lo largo del río Cher. El parque es utilizado por lo que vimos por la gente de Tours para todo tipo de actividades lúdicas, y durante muchos km es un auténtico vergel de humedales como en ninguna parte hemos visto después. Además de bonito es muy plano, y facil de recorrer. Alguna subidita había, pero poca cosa, y a lo largo del camino tenemos alguna sorpresita como una ermita románica en Savonières y el castillo de Villandry casi hacia el final. Este castillo sí se puede ver desde el exterior, pero con los precios abusivos habituales que hicieron que nuestra práctica fuera la habitual de largarnos sin gastar ni un duro.


Si alguien decide seguir esta ruta alguna vez, hay un detalle importante: En la confluencia del Cher con el Loira, ya pasado Villandry, tras varios kms de un camino de tierra muy agradable a alguien le ha dado por complicar la vida del ciclista y no se le ocurrió nada peor que un camino adoquinado. De casi 1 km de largo. Con mi bici no fue mucho más que una moderada molestia, pues tengo rueras de diámetro superior al habitual, pero cualquiera con un bici normal, por tanto, los otros 2 que conmigo iban, el tramo es una tortura asiática de las bastas. Suerte que no duró mucho.

Y llegamos por fin a Langeais. Nuestra idea inicial antes de venir al Loira no pasaba por dormir aquí, pero mira, es el único sitio donde habíamos encontrado alojamiento así que tocaba pringar. Sólo teníamos la reserva y ni idea de cómo llegar al hostel, el Anne de Bretagne. Vale, sí, nos habíamos apuntado la dirección, el 27 de la rue Anne de Bretagne, pero sin un mapa encontrar una calle es algo complicado, pero por una vez en la vida teníamos suerte y siguiendo sólo la ruta ciclista fuimos a parar a esa misma calle, y pronto localizamos el hostel. Nos quedamos encantados. Por poco precio nos dan una habitación enoooorme, decorada a lo antiguo y con buen gusto, y con desayuno incluido. Los dueños además eran de una amabilidad exagerada. Era un buen día después de todo, y tras una buena ducha damos un rápido vistazo al pueblo. No parecía muy grande, y estaba conservado con un aire medieval muy interesante. Nos llamó la atención el castillo. No figuraba en nuestra guía ni habíamos oído nada de él, pero era grande, bien conservado y parecía digno de ver, así como una iglesia antigua cuyo arquitecto debía ser pariente del que hizo la torre de Pisa. Unas crepes, como está mandado, y a dormir.

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