miércoles, 5 de octubre de 2011

Loira en bicicleta: Etapa 4

30708/2011

El desayuno por la mañana fue digno de un rey. Chocolate en taza, buffet libre de mermelada con la mantequilla de la región (excelente) y una macedonia de fruta perfumada con menta. Incluye la mantequilla salada típica de Bretaña. Ah, 2 besos les habría dado a los dueños, qué manera de disfrutar. Había que compartir mesa con otros inquilinos, pero no fue un problema. Yo no hablo francés, y ellos no hablan ninguna lengua civilizada, así que ustedes deglutan a lo cafre sus viandas, que yo disfrutaré en mi rincón de las mías y no osen emitir sonidos molestos que me interrumpan. Merci.

Luego dimos un vistazo al pueblo. La impresión de la noche anterior se reafirmaba y la parte visitable del castillo sin tener que pagar era bastante grande. No entramos más por tener que partir enseguida, que no por el precio, que era asumible y quizá valiera la pena: Es el castillo mejor amueblado del mundo, ya que a un filántropo medio chiflado le dió por coleccionar muebles medievales y al morir los donó al pueblo. La tienda de regalos estaba bastante bién además. Cumplimos con la obligación aquí de pillar algo para respectivas santas madres.


Y nos ponemos en camino hacia Chinon. En medio del trayecto está el castillo de Rigny, que es un caso más en la sucesión de cosas interesantes que hubiéramos visto de no ser por el desorbitado precio de tiquet de entrada. Así que tomamos el desvío hacia Chinon y a la tónica rompepiernas. Después de varios días con esto los cuádriceps se están poniendo al nivel de culturista... pero la verdad es que se hace duro. Sobretodo porque la temperatura es más cercana a la esperable en andalucía que a la esperable en el norte de Europa.


A Chinon llegamos casi a la hora de comer. Es una llegada algo rara, pues llegamos directamente a un castillo que domina la región desde su altura, y que conviene visitar (si se desea pagar 15 euros, claro) antes de ir a la ciudad. ¿Por qué motivo? Pues porque para ir a la ciudad se ha de bajar una cuestecita que me fundió los frenos, y una vez abajo le das un vistazo y piensas a continuación que prefieres hacer la mili 3 veces antes que osar subirte eso con alforjas en agosto a las 14:00 horas. Barnabas dijo que él podía subir y con plato grande, pero Eli y yo nos lo miramos por encima de las gafas....

Una vez en Chinon es como regresar de golpe a la Edad Media. Todas las casas tienen un inconfundible aire medieval, y las calles son retorcidas y estrechas. Y llenas de cuestas. Está situada a los pies de una colina dominada por el castillo y si de golpe saliera un tipo a caballo y con armadura creo que nadie se sorperendería. Buscando una sombra, nos pusimos en un lateral de la iglesia de St. Jean y degustamos tranquilamente nuestro pan y queso. Y unos litros de agua. Vaya calor.


Como nos queda aún mucho de jornada por pedalear, decidimos irnos a Saumur y abandonamos Chinon. Desde las afueras la vista es aún mejor y paramos un ratito a zamparnos unos "haribos", sólo por ver la ciudad un rato más. Este nuevo tramo resulta agotador. No hay mucho rompepiernas, pero el cansancio de los días anteriores se hace notar, especialmente Eli y yo. Barnabas tiene uno de sus arrebatos flipantes y nos deja durante varios km muy por detrás de él. Además hace mucho calor. Con esto tengo una excusa perfecta para parar muchas veces, cosa que hago en Candes St. Martin y me dejan así visitar una iglesia románica muy particular en cuyo interior además está la tumba de San Martín. El santo ese que le dió la mitad de su capa a un mendigo... Franceses... Cómo se nota que ese santo es local, que en Hispania a nadie le hubiese llamado la atención semejante pamplina, que si San Martín hubiese sido ibérico le habría dado la capa entera. So tacaño, qué carajo quieres que haga un tipo con media capa? Un foulard? Por lo menos la iglesia valía mucho la pena por lo inhabitual de su arquitectura y adornos.



Como me van dejando parar de cuando en cuando logro superar el siguiente tramo de forma aceptable, y eso que un nuevo rompepiernas comienza a hacerse pesado. Subir, bajar, subir, bajar... y así kilómetros y kilómetros. El paisaje ofrece entretenimientos, como un molino de viento ciertamente curioso y casas excavadas en la piedra, troglodíticas pues, convertidas en elemento turístico, pero lo que más nos sorprende es al llegar a una bifurcación. El cansancio nos hace tomar la ruta al lado de río, teniendo que bajar desde las colinas que íbamos siguiendo de cúspide en cúspide, y de urbanización en urbanización. Al poco tiempo de comenzar a descender encotramos un montón de bodegas excavadas en la roca, que se pueden visitar completamente gratis. Y que no figuran en nuestra guía. Qué raro, o qué mierda de guía. Y estaban completamente organizadas para que el visitante no se extravíe y con numerosas placas con explicaciones sobre la razón de ser de cada elemento visitable. Una joyita, vaya, y justo antes de llegar a Saumur. Esta ciudad no nos ofrece nada espectacular salvo por el hecho de encontrar hotel a la primera. Cosa rara en estas tierras.



El chateaux no está mal, pero andamos ya algo saturados de castillos, y lo mejor acaba siendo un paseo que nos damos por calles sin luz hasta llegar a él, en lo alto de una colina. Una cenita de crepes y algunas quejas de Barnabas acerca de lo poco que le cunden y se nos ternina el día. Esto de las crepes tendrá su importancia en un par de entradas, je, je...

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