La argumentación y la fundación de las matemáticas no son las únicas aplicaciones de la lógica. La ciencia moderna en su integridad comporta la aplicación de instrumentos lógicos y matemáticos. De hecho, la lógica de Frege se diseñó para contribuir a la cración de un lenguaje científico riguroso. Pero los vínculos entre lógica y ciencia se remontan a más atrás.
Aristóteles, sin matemáticas ni experimentos, concluyó que los cuerpos celestes se movían en círculos perfectos. Se basó no en experimentos rigurosos sino en el sólo uso de la razón: Los astros se han de mover en círculos perfectos por su amor a Dios, que es perfecto. Evidentemente, al tratar de predecir los científicos posteriores el movimiento de los planetas con este sistema vieron varias anomalías. Ptolomeo, por ello, añadió nuevos círculos al sistema para dar explicación a los fallos observados. Pero no discutió el tema de los círculos perfectos.
Esto mejoró las cosas durante un tiempo, pero Marte tenía la manía de salirse del sistema con una trayectoria por fuera de su órbita prevista. Para subsanarlo se fueron añadiendo cada vez más círculos hasta la revolución copernicana en el siglo XV. Copérnico sugirió que las predicciones se simplificarían si la Tierra fuese quien girase alrededor del Sol y no al revés. Esto tenía muchas ventajas pero una pega terrible: La Iglesia había dado su aprobación al sistema aristotélico. Que los astros se empeñasen en contradecirlo no es un problema, pero que ALGUIEN ose sugerir otro sistema atenta contra un principio peligroso de la Iglesia: La infalibilidad del Papa. Y Copérnico pasó a ser un hereje pero su trabajo inspiró a gente como Galileo y Kepler.
Galileo pensaba que toda controversia científica debía resolverse mediante experimentación, y demostró el movimiento de la Tuerra de forma ingeniosa mediante un péndulo (que afectaba en su oscilación el movimiento de la tierra que le sujeta).
Galileo insistía en que los fenómenos naturales tenían que someterse a una cuidadosa observación y a una rigurosa medición. No se ha de apoyar en la autoridad del pasado sino en la observación cuantificada. Para él las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza. Se vió lógicamente forzado a retractarse por una Iglesia que le veía como una amenaza, y pasó aislado el resto de su vida. Pero el mal (en este caso el bien) ya estaba hecho y los gritos de la revolución científica ya no podían callar. Aristóteles no tardaría en desplomarse.
Aristóteles, sin matemáticas ni experimentos, concluyó que los cuerpos celestes se movían en círculos perfectos. Se basó no en experimentos rigurosos sino en el sólo uso de la razón: Los astros se han de mover en círculos perfectos por su amor a Dios, que es perfecto. Evidentemente, al tratar de predecir los científicos posteriores el movimiento de los planetas con este sistema vieron varias anomalías. Ptolomeo, por ello, añadió nuevos círculos al sistema para dar explicación a los fallos observados. Pero no discutió el tema de los círculos perfectos.
Esto mejoró las cosas durante un tiempo, pero Marte tenía la manía de salirse del sistema con una trayectoria por fuera de su órbita prevista. Para subsanarlo se fueron añadiendo cada vez más círculos hasta la revolución copernicana en el siglo XV. Copérnico sugirió que las predicciones se simplificarían si la Tierra fuese quien girase alrededor del Sol y no al revés. Esto tenía muchas ventajas pero una pega terrible: La Iglesia había dado su aprobación al sistema aristotélico. Que los astros se empeñasen en contradecirlo no es un problema, pero que ALGUIEN ose sugerir otro sistema atenta contra un principio peligroso de la Iglesia: La infalibilidad del Papa. Y Copérnico pasó a ser un hereje pero su trabajo inspiró a gente como Galileo y Kepler.
Galileo pensaba que toda controversia científica debía resolverse mediante experimentación, y demostró el movimiento de la Tuerra de forma ingeniosa mediante un péndulo (que afectaba en su oscilación el movimiento de la tierra que le sujeta).
Galileo insistía en que los fenómenos naturales tenían que someterse a una cuidadosa observación y a una rigurosa medición. No se ha de apoyar en la autoridad del pasado sino en la observación cuantificada. Para él las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza. Se vió lógicamente forzado a retractarse por una Iglesia que le veía como una amenaza, y pasó aislado el resto de su vida. Pero el mal (en este caso el bien) ya estaba hecho y los gritos de la revolución científica ya no podían callar. Aristóteles no tardaría en desplomarse.
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