Es muy típico en el hombre disfrutar de la crítica al pasado. Mediante críticas y censuras ponemos la mirada atrás y en seguida se toma partido: Se pone a los malos en la picota, cargados de infamia para la posteridad, y se exalta las maravillosas virtudes de los buenos. Este juego afecta más, como es lógico, a los grandes personajes de la Historia, héroes-gloriosos o héroes-catástrofe. Se opone a los buenso de los indignos, los valientes un poco estúpidos a los retorcidos que traman intrigas, y sobre todo, los atascados en formas antiguas de ser y de pensar, que ya "no corresponden a su tiempo" contra los "modernos" que van en buen camino. Así, todos tenemos recuerdos de reyes buenos opuestos a reyes malos, poco recomendables, crueles, absolutistas y a menudo perdedores.
Las elecciones pueden deberse a cosas muy futiles: Un trazo del carácter, una anécdota concreta, generalmente falsa e inventada por puro placer. En definitiva, una imagen de composición. Revestimos a los hombres de motes ridículos, con palabras que jamás han pronunciado y luego, para mucha gente, el conocimiento histórico se limita a unas pocas frases. La etiqueta al final se pega y generaciones enteras de pedagogos aplicados y autores de manuales de un conformismo lastimoso vuelven a usar los mismos clichés gastados que luego algún novelista perpetuará. Se trata de una actitud que cataloga en bloque y en las antípodas de una reflexión seria.
Es cierto que la subjetividad provoca bastantes discrepancias en esto: El siglod e las Luces puede ser estúpido para unos pero fascinante para otros. Pero en cuanto se refiere a la Edad Media el consenso suele ser mayúsculo. Cuando se habla de la maldad de este período o de su oscurantismo paenas hay voces discordantes. Incluso es curioso como las instituciones de la "democrática" Atenas o de Roma escapan a la crítica, pese a que ciertos momentos pudieron ser ciertamente detestables y con costumbres poco edificantes. lAs condiciones de la esclavitud en Atenas y la exclusión de su democracia de enormes partes de la pooblación no parecen calar en el imaginario colectivo, que las cataloga como "buenas", en ningún momento se empaña el recuerdo sino que se acaba por adornar con innumerables aportaciones a la admiración pública.
Así, parece que nuestra civilización europea ha giozado de 2 edades gloriosas marcadas por el sello de las libertadesn y las creaciones originales: La Antigüedad y luego el Renacimiento. Entre estos 2 se halla la noche, los tiempos oscuros de la Edad Media a los que no hay que hacer ni caso, salvo quizá por algunas aportaciones que por supuesto han de ser sólo marginales, algunos espíritus fuertes desconocidos e incomprendidos e incluso perseguidos y mártires. Tomada en bloque, se nos pinta la Edad Media como mediocridad y "medieval" no sólo es la descripción de un período de tiempo, sino que es un calificativo para describir una escala de valores. Con esto se juzga y a la vez se condena, emblema de oscurantismo, arcaísmo, de algo superado y objeto de desprecio o de indignación virtuosa. "Medieval" es una especie de injuria. El hombre contemporáneo se siente poseedor de una superioridad evidente, y de un discernimiento suficiente para proferir censuras o alabanzas, a veces ignorando las realidades y contentándose con algunas consignas. Estos juicios han logrado una distribución muy amplia, colmando el pasado con todas las fechorías revestido de una imagen negra para considerarse a sí mismo más feliz. No hay que desdeñar esfuerzos por parte de los políticos de cada época para lograr este efecto y perpetuarse en el cargo. ASí, lo medieval da vergüenza, es detestable y lo feudal aún más indignante.
Resulta importante lograr un proceso de reflexión y conocimiento propios que eludan la deshobnestidad del político o del historiador poco cuidadoso. El hombnre actual suele usar palabras rimbombantes y a veces carentes de sentido que camuflen sus deficiencias convirtiéndolo después en noticia. Repugnante, pero es lo que hay. Cualquier mentecato puede decir auténticos disparates contra la Edad Media con probabilidades elevadas de encontrar ecos favorables.
Tampoco se trata de instruir un proceso y tomar la defensa de lo medieval invocando bellos trazos de civilización, desconocidos por la mayoría. Esto ya lo hacen los buenos autores. Tampoco es positivo mostrar una nostalgia por lo pasado, pues eso sería como aferrarse a pensameintos preconcebidos de todo pasado que "fue mejor". Pero todo es cuestión de gustos y no hay que dejarse llevar a ese nivel. No hay que rehabilitar la Edad Media ni invocar una edad de oro, sino de pensar que en realidad la Edad Media no existió. Que no es más que una noción abstracta forjada por distintas comodidades y razones muchas veces didácticas. Se trata de eliminar ese concepto peyorativo que pesa sobre 9 ó 10 siglos de nuestro pasado tomado en bloque, sin discriminación ni matices.
Las elecciones pueden deberse a cosas muy futiles: Un trazo del carácter, una anécdota concreta, generalmente falsa e inventada por puro placer. En definitiva, una imagen de composición. Revestimos a los hombres de motes ridículos, con palabras que jamás han pronunciado y luego, para mucha gente, el conocimiento histórico se limita a unas pocas frases. La etiqueta al final se pega y generaciones enteras de pedagogos aplicados y autores de manuales de un conformismo lastimoso vuelven a usar los mismos clichés gastados que luego algún novelista perpetuará. Se trata de una actitud que cataloga en bloque y en las antípodas de una reflexión seria.
Es cierto que la subjetividad provoca bastantes discrepancias en esto: El siglod e las Luces puede ser estúpido para unos pero fascinante para otros. Pero en cuanto se refiere a la Edad Media el consenso suele ser mayúsculo. Cuando se habla de la maldad de este período o de su oscurantismo paenas hay voces discordantes. Incluso es curioso como las instituciones de la "democrática" Atenas o de Roma escapan a la crítica, pese a que ciertos momentos pudieron ser ciertamente detestables y con costumbres poco edificantes. lAs condiciones de la esclavitud en Atenas y la exclusión de su democracia de enormes partes de la pooblación no parecen calar en el imaginario colectivo, que las cataloga como "buenas", en ningún momento se empaña el recuerdo sino que se acaba por adornar con innumerables aportaciones a la admiración pública.
Así, parece que nuestra civilización europea ha giozado de 2 edades gloriosas marcadas por el sello de las libertadesn y las creaciones originales: La Antigüedad y luego el Renacimiento. Entre estos 2 se halla la noche, los tiempos oscuros de la Edad Media a los que no hay que hacer ni caso, salvo quizá por algunas aportaciones que por supuesto han de ser sólo marginales, algunos espíritus fuertes desconocidos e incomprendidos e incluso perseguidos y mártires. Tomada en bloque, se nos pinta la Edad Media como mediocridad y "medieval" no sólo es la descripción de un período de tiempo, sino que es un calificativo para describir una escala de valores. Con esto se juzga y a la vez se condena, emblema de oscurantismo, arcaísmo, de algo superado y objeto de desprecio o de indignación virtuosa. "Medieval" es una especie de injuria. El hombre contemporáneo se siente poseedor de una superioridad evidente, y de un discernimiento suficiente para proferir censuras o alabanzas, a veces ignorando las realidades y contentándose con algunas consignas. Estos juicios han logrado una distribución muy amplia, colmando el pasado con todas las fechorías revestido de una imagen negra para considerarse a sí mismo más feliz. No hay que desdeñar esfuerzos por parte de los políticos de cada época para lograr este efecto y perpetuarse en el cargo. ASí, lo medieval da vergüenza, es detestable y lo feudal aún más indignante.
Resulta importante lograr un proceso de reflexión y conocimiento propios que eludan la deshobnestidad del político o del historiador poco cuidadoso. El hombnre actual suele usar palabras rimbombantes y a veces carentes de sentido que camuflen sus deficiencias convirtiéndolo después en noticia. Repugnante, pero es lo que hay. Cualquier mentecato puede decir auténticos disparates contra la Edad Media con probabilidades elevadas de encontrar ecos favorables.
Tampoco se trata de instruir un proceso y tomar la defensa de lo medieval invocando bellos trazos de civilización, desconocidos por la mayoría. Esto ya lo hacen los buenos autores. Tampoco es positivo mostrar una nostalgia por lo pasado, pues eso sería como aferrarse a pensameintos preconcebidos de todo pasado que "fue mejor". Pero todo es cuestión de gustos y no hay que dejarse llevar a ese nivel. No hay que rehabilitar la Edad Media ni invocar una edad de oro, sino de pensar que en realidad la Edad Media no existió. Que no es más que una noción abstracta forjada por distintas comodidades y razones muchas veces didácticas. Se trata de eliminar ese concepto peyorativo que pesa sobre 9 ó 10 siglos de nuestro pasado tomado en bloque, sin discriminación ni matices.
1 comentario:
Boecius, moltes de les coses que comentes no solament són aplicables a l'Edat Mitja sinó també en molts altres aspectes de la nostra societat. Tenim accés a molt informació però sovint tenim molt poc esperit crític cosa que dóna lloc a molts mals entesos, teories conspiratòries, i un llarg etc.... potser tenim accés a molta informació però sabem més de les coses?
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